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Lanzan remera ecológica para “no ser realista”

Por: Claudio de Moya.- Intervienen la Fundación El Desafío, pequeños algodoneros chaqueños y la fábrica recuperada Textiles Pigüé.
Las actividades incluyen a 35 chicos del barrio de entre 7 y 14 años.

“El realista no cambia nada”. Algo acá remite con cierta contradicción al “Seamos realistas, pidamos lo imposible” del Mayo Francés, pero la primera frase está más cerca en el tiempo y el espacio. Es el estampado con el que la fundación rosarina El Desafío presentó hace apenas una semana sus singulares remeras, confeccionadas en una fábrica autogestionada a partir de algodón orgánico cosechado por cooperativas de pequeños productores del Chaco. El objetivo del lanzamiento es recaudar fondos para ampliar la tarea social que la ONG desarrolla desde hace nueve años en el barrio La Lata, de zona sur. Pero, más aún, “generar conciencia” sobre la necesidad de “ser creativos para cambiar la sociedad”. Para hacerse de una de esas prendas –en diseños para varón y mujer y varios talles– no hay que recorrer el camino de una compra tradicional: lo que se pide a cambio es el compromiso de una donación mensual a la organización por al menos un año. La iniciativa, a su vez, es la cara visible de un encadenamiento de asociaciones cuya propia historia y formación no dejan de sorprender.

La fundación El Desafío presentó el viernes 20 de mayo su primera remera totalmente “orgánica”, cuya distribución –insisten sus referentes– está asentada en los preceptos del comercio justo, los cultivos libres de agroquímicos y la lucha contra el trabajo esclavo. Detrás de esta iniciativa hay mucha “tela para cortar”. El diseño fue trabajado en conjunto con el versátil estudio Atypica, de Rosario. La prenda fue encargada a la empresa pyme cordobesa BeatBang, que trabaja con los mismos conceptos sociales y ambientales. Su proveedor, a su vez, es la asociación civil Otro Mercado al Sur, singular ONG fundada por voluntarios de varios países que, por medio de una “cadena textil solidaria”, vincula a pequeños agricultores chaqueños y paraguayos con la cooperativa Textiles Pigüé, la ex Gatic que hasta su quiebra producía para la marca Adidas. Esta fábrica del sur bonaerense, recuperada y gestionada por sus trabajadores, es la que se encarga, finalmente, del tejido del algodón, los teñidos y el corte de las prendas.

El Desafío también tiene una historia digna de contar. La fundación nació en diciembre de 2002 a instancias de un grupo de jugadores y jugadoras de hockey liderado por Mario Raimondi. Fue a partir de una actividad deportiva organizada para recaudar ayuda destinada a la escuela Abanderado Grandoli, de calle Uruguay al 1500. El fundador, que hoy cuenta con 36 años, había fijado un año antes su residencia en Holanda, donde conoció a otro joven, Jorn Wemmenhove. Con él terminó de darle forma a la organización, y tramitaron en Amsterdam la personería jurídica –también la tienen en la Argentina– para poder absorber donaciones en la nación europea. Al principio, todos los ingresos provenían de particulares o sponsors holandeses, pero de a poco y con esfuerzos dirigidos en ese sentido, comenzó a incrementarse la solidaridad local: en 2007 los 24.000 pesos recaudados provinieron íntegramente de los Países Bajos, y ya el año pasado los fondos locales sumaban el 55 por ciento de los 142.000 pesos totales obtenidos.

Con la ayuda que fue recibiendo, El Desafío acondicionó primero un aula en desuso cedida por la escuela Abanderado Grandoli, a la que dotó de mobiliario y equipos de computación. Esa es desde entonces la “base de operaciones” para diferentes actividades que hoy incluyen a 35 chicos del barrio de entre 7 y 14 años: deportes, asistencia psicológica, talleres de e-learning (educación por medios electrónicos) y murga, entre otras. Además, se les da a los niños –todos del mismo colegio, que asisten a las propuestas en contraturno– la merienda diaria.

El objetivo mediato es abarcar unos 120 pequeños con sus familias, y sumar propuestas como las de huertas comunitarias, talleres de teatro o música, emprendimientos micro productivos y microcréditos. Para esto, la fundación planea construir su propia infraestructura, una meta para la que se propusieron un plazo no mayor a cinco años y que requiere incrementar el financiamiento.

Eficiencia y solidaridad

Una particularidad de El Desafío es la formación de sus máximos responsables, que junto a algunos de los preceptos con que se maneja la organización, en una primera lectura generan tensión con el perfil social y ambiental con el que se presenta. Raimondi se desempeñó por años, aunque deja el puesto a fin de mes, en el área de marketing deportivo de la fábrica Nike –uno de los sponsors de la fundación–, y promueve los conceptos de responsabilidad social empresaria. Wemmenhove es experto en cultura digital y nuevos medios, además de difusor de la idea de la “creatividad” como mejor herramienta para combatir la pobreza y la exclusión social. Y Luz Amuchástegui, la sub-directora de la ONG, es licenciada en administración de empresas. Todos ellos se definen como “emprendedores”, y ponen énfasis en conceptos surgidos del universo de los negocios para apuntalar la experiencia en La Lata.

Con todo, afirman que tienen en claro cuáles son los límites. “Para nosotros es una gran ventaja manejar la organización como tal, con una visión de planificación que le permita un crecimiento sustentable, para hacerlo en la medida justa, que no se nos vaya de las manos, y a partir de eso dar estabilidad a los talleres y a los chicos. Pero los que trabajan directamente en el día a día con ellos vienen del ámbito social. Los dos fundadores y yo misma, que tenemos más ese perfil de empresa, hace tanto que estamos trabajando que tenemos muy claro de hasta dónde llega la eficiencia y hasta dónde el trabajo social, y dónde colocar ese límite”, explicó Amuchástegui en diálogo con El Ciudadano.

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