¿Ya no se puede decirle a la compañera de trabajo que está linda? ¿Pueden los varones ir a las marchas o usar el pañuelo verde? ¿El feminismo es el machismo al revés? Para pensar en estos interrogantes y el lugar de los hombres en plena explosión de los feminismos en la Argentina el año pasado surgió el Instituto de Masculinidades y Cambio Social, formado por un equipo de Rosario, Buenos Aires y La Plata. Este jueves a las 17.30 lo darán a conocer en el SUM del Centro Cívico (San Lorenzo 1949). “La pregunta no es si somos o no feministas, si nos ponemos el pañuelo o si vamos a la marcha, sino cómo transformamos la forma de relacionarnos. Los varones tenemos muchos privilegios que tenemos que identificar para cambiar los vínculos”, explican sus integrantes de Rosario, Luciano Fabbri y Daniel Teppaz.
Desde el espacio proponen trabajar en introducir el tema de la masculinidad en las políticas de género: Hacer asesorías, consultorías y fortalecimiento en instituciones públicas y privadas, sindicatos y organizaciones de cualquier tipo. También arman programas y proyectos de capacitación y formación, hacen investigaciones y producen contenidos de comunicación y sensibilización pública. Las intervenciones pueden ir desde los equipos de salud de un hospital hasta la aplicación de la Ley Micaela, sancionada a fines de 2018 con el objetivo de que todos los poderes del Estado estén capacitados en perspectiva de género. Lo fundamental es pensar en el rol de los varones y en cómo desactivar los machismos que consideran naturales.
El Instituto de Masculinidades y Cambio Social nació de los trabajos que venían haciendo por separado desde la salud pública, la academia y los activismos Fabbri y Teppaz en Rosario. También lo que hacían Agostina Chiodi y Juan Carlos Escobar en Buenos Aires y Ariel Sánchez en La Plata. Se habían encontrado en coloquios internacionales de masculinidades que se hacen cada dos años en distintas ciudades de Latinoamérica. De ahí surgió la necesidad de hacer algo juntos en la Argentina y abordar un tema poco trabajado. “Nos paramos desde los feminismos para pensar la masculinidad. Pensamos el feminismo no como algo que llegó para cambiar la vida de las mujeres sino de todos. Es un sinónimo de cambio social”, cuenta Fabbri en diálogo con El Ciudadano.
Cortar los privilegios
Cuando Telma Fardín denunció a Juan Darthés por violación recibió un llamado de su ex novio Juan Guilera, un actor con quien había compartido la misma gira en la que había sido víctima del abuso sexual. Él le contaba que el día anterior Darthés lo había llamado y le había pedido que fuera su coartada. “Me preguntó si yo me acordaba que en algún momento le había dicho que Thelma tenía fantasías con él. Le dije «No, no te dije eso, ni me acuerdo de haber hablado con vos de Thelma». Siento que me quiso manipular y que intentó meter un recuerdo en mi cabeza”, contó Guilera ante las cámaras de Crónica TV acompañado por la abogada de Fardín. La actitud de Guilera rompió la complicidad muchas veces tejidas entre varones para sostener prácticas machistas. “Tenemos que ir contra esa complicidad que nos enseñan desde chicos. La mejor forma es que nos cortemos el «mambo» entre nosotros”, explican Fabbri y Teppaz.
Fabbri llegó a pensar la masculinidad desde la militancia universitaria y el trabajo como docente e investigador. Cuando empezó a participar en organizaciones políticas veía que los temas de género eran tomados como algo solo de mujeres. Los varones no querían involucrarse. Eso lo llevó a investigar y meterse en la problemática.
Teppaz hizo el camino en la salud pública, donde trabaja desde hace más de 20 años como ginecólogo y obstetra. En las tareas diarias se dio cuenta que la salud sexual y reproductiva está enfocada en las mujeres desde el rol de cuidadoras. “No se piensa en una oferta de salud sexual para los varones para que estén más involucrados, tanto en los cuidados anticonceptivos como en los embarazos”, explica.
El instituto que lanzarán en Rosario no hubiese aparecido sin el contacto con el movimiento feminista. “La revolución de las mujeres nos llegó con la pregunta sobre cuál es nuestro rol. Pensar la masculinidad siempre es en relación con las otras identidades sexuales. Ahí vemos que tenemos privilegios”, explican Teppaz y Fabbri y agregan: “Cuando a la madrugada en un grupo de WhatsApp mixto las mujeres empiezan a avisar que llegaron pone en evidencia que nosotros no tenemos ese problema. Caminar de noche por la calle sin miedo a que te violen es un derecho. Pero cuando ese derecho es sólo para unos se vuelve un privilegio”.
Uno de esos privilegios, cuentan, es la escucha. Para Teppaz, es común que en las reuniones de trabajo los varones sean más escuchados que las mujeres. Lo mismo pasa a la hora de tomar decisiones. Para Fabbri, ese desbalance es una ventaja a la hora de hablar de machismo con otros varones. “Las compañeras les vienen diciendo estas cosas hace años pero ahora que lo decimos los hombres nos escuchan más. Es parte del patriarcado. Podríamos quedarnos callados, pero es un arma de doble filo porque el silencio no está exento de la reproducción de los privilegios”, dice.
Competencia machista
En las intervenciones que Fabbri y Teppaz han hecho en lugares de trabajo y organizaciones siempre aparecen las preguntas sobre la seducción y lo que se puede decir o no a una mujer. “Las formas de seducción están cambiando. No es el fin del erotismo. Hay una idea de dominación en la conquista que hace que no te pueda erotizar el consentimiento”, explica Fabbri.
Sobre la consulta de si el feminismo es el machismo al revés señalan: “Ante el planteo de igualdad, los varones dicen que las mujeres quieren dar vuelta la tortilla y ser ellas las que dominen. Hay un temor a perder los privilegios y pasar a ser subordinados. La escuela de la masculinidad nos enseña a sufrir violencia de unos y, al mismo tiempo, a dominar sobre otros”, agrega Fabbri. Un día cuando él estaba en la secundaria el profesor de educación física llamó al resto de la clase y les ordenó que le pegaran “por marica”. Todos lo hicieron, incluso un compañero gay. “Ese compañero tuvo la oportunidad de ser parte. Los hombres nos subordinamos a la violencia y la aceptamos porque tenemos la esperanza de alcanzar esa posición que nos va a sacar del padecimiento y va a permitir ejercer la violencia. Así se construye la masculinidad. Pero no el feminismo”, concluye Fabbri.
Hoy
La presentación del Instituto de Masculinidades y Cambio Social será a las 16.30 en el SUM de Sede de Gobierno con los integrantes de Rosario, Buenos Aires y La Plata. Después del lanzamiento comienza el ciclo de charlas “La Masculinidad interpelada”, que girará alrededor de las masculinidades, violencias y educación. Participarán del panel los investigadores del Conicet e Instituto Gino Germani (UBA), Daniel Jones y Rafael Blanco; la politóloga feminista del Procedimiento de Atención contra las Violencias de Género de la Facultad de Ciencia Política, Noelia Figueroa; y los referentes locales del Instituto, Luciano Fabbri y Daniel Teppaz.
Machistas en rehabilitación: el ciento por ciento no reincidió