Newell’s debuta en la Liga el viernes a las 21.15 ante Platense en el Coloso, y Mauricio Larriera tendrá una segunda oportunidad tras una primera parte del ciclo donde no se consiguieron los objetivos establecidos. El entrenador transitó los primeros quince partidos en el banco leproso con una efectividad superior al 50%, lo que no es tan malo, pero en el fútbol no todos los partidos tienen la misma trascendencia, y el DT uruguayo dejó dudas sobre su manera de afrontar esos momentos decisivos. La derrota en el Clásico, sin reservar jugadores en la previa ante Estudiantes; no clasificar a cuartos de la Copa de la Liga tras un inicio arrollador de cuatro partidos ganados; perder ante Boca o Defensa en cotejos cruciales para intentar pasar a playoffs, son las mayores objeciones que se le pueden remarcar al entrenador, que sigue en el banco leproso porque la dirigencia entiende que no se puede cortar un ciclo con apenas un puñado de partidos dirigidos y, además, todavía Newell’s está en pie en la Copa Argentina y cerca de esos puestos de clasificación a Copas.
¿En qué falló Larriera? A la vista el principal problema fue no poder encontrar un equipo estable. Lo tuvo hasta el Clásico, más allá de algunos rendimientos dispares, pero cuando se le presentaron las primeras dudas en el once titular, cuando aparecieron algunas ausencias, la sensación fue que el DT no supo cómo resolver esos problemas. Y se notó en la cancha, donde el equipo se vio desconcertado, producto de cambios de esquemas y especialmente una rotación de futbolistas que por momentos los hizo marear a todos.
«El plantel está mal armado», confesó Larriera, en una mezcla de cuestionamiento a la dirigencia y mea culpa. Y hay bastante de realidad en esa frase. Newell’s tiene un once titular bastante confiable, tal vez con nueve jugadores indiscutidos. Pero cuando perdió por distintos motivos a Ever Banega, Rodrigo Fernández Cedrés, Gustavo Velázquez, Ian Glavinovich o al ‘sancionado’ Franco Díaz, no tuvo ni supo cómo reemplazarlos. Y tuvo la suerte que el Colo Ramírez no estuvo nunca ausente, porque hubiera sido otro dolor de cabeza.
No hay dudas que para el receso de Copa América la búsqueda de refuerzos va a ir por esas vacantes: un zaguero, un extremo, un volante ofensivo y fundamentalmente un ocho. Mientras tanto, Larriera debe resolver con lo que tiene.
Y en esa búsqueda de volver a ser un equipo sólido, el entrenador piensa iniciar la Liga con un esquema 4-4-2, dejando en cancha a un solo extremo (Francisco González), liberando a Banega para que esté más cerca de posiciones de gol, y sumando mediocampistas. Ahí aparece una nueva chance para Jerónimo Cacciabue, quien nunca pudo volver a ser aquel jugador prometedor e incansable anterior a esa lesión que lo tuvo a mal traer más de una año; y Guillermo Balzi, uno de los resistidos por los hinchas que tal vez no tenga muchas oportunidades más.
En el afán de cambiar, Larriera piensa en darle una chance a Lucas Hoyos, más allá de que Ramiro Macagno no tuvo un mal desempeño, aunque como el resto de sus compañeros tuvo cierto bajón luego de perder el Clásico, donde sí quedó en la mira en el gol de Malcorra. Apostar por Hoyos es una jugada riesgosa, ya que el arquero es otro de los resistidos por la gente y un error generaría cuestionamientos fuertes hacia un técnico que hoy no tiene tanta espalda para bancarse una arremetida de los hinchas.
Lo cierto es que la dirigencia confió en darle continuidad a Larriera, aunque desde adentró hay cuestionamientos sobre esta primer parte del ciclo que dejó más deudas que ganancias. Y en estos primeros seis partidos, en especial el del jueves por Copa Argentina ante Riestra, el DT deberá acomodar las piezas sabiendo que los refuerzos llegarán más adelante. La primera muestra será el viernes y el margen no es mucho.