El gobierno anunció otro “programa de desendeudamiento”. Ahora para las deudas de las provincias con la Casa Rosada. Éstas dejarán de tener su deuda ajustada por CER, no pagarán nada de interés ni capital hasta fines de 2011, la tasa de interés baja al 6 por ciento y se alargan los plazos de vencimiento del capital por 12 años. En principio nada mal.
En realidad, la movida del gobierno fue para desactivar en Diputados la coparticipación del impuesto al cheque que tiene media sanción del Senado (cuya sesión ha sido denunciada en la Justicia por el kirchnerismo como ilegal) y de esa manera no perder 10.000 millones de pesos anuales (el 0,7 por ciento del PBI) de ingresos claves para sus objetivos clientelistas de cara a un período electoral como el que se avecina. Y tal vez también logre pinchar la discusión por la coparticipación federal que estaba comenzando.
Por el “jubileo”, el gobierno no pierde casi nada en términos de caja, constituyéndose en todo un oxímoron: sólo los intereses de la deuda que las provincias tienen con la Nación y que ésta dejará de detraer de las transferencias por coparticipación federal a las provincias por, como máximo, 1.000 millones de pesos anuales. Esto es así porque las amortizaciones de la deuda de las provincias con la Nación se refinanciaban todos los años a través del PAF (Programa de Asistencia Financiera) cuyo monto se aprobaba (7.100 millones de pesos para 2010) con el Presupuesto en el Congreso, pero que, para recibirlo, cada provincia tenía que sentarse a negociar con los Kirchner y escuchar sus condiciones.
Si eventualmente en el pasado las provincias no hubieran llegado a acordar con la nación por el PAF, tendrían que haber practicado un ajuste fiscal para pagar la deuda o amenazar con un default intrasector público. Frente a esto último, la nación podría haber reaccionado reteniendo compulsivamente el dinero para cobrarse las amortizaciones de la coparticipación, y las provincias se hubieran visto impedidas de pagar los salarios a sus empleados, con las consecuencias imaginables de revueltas sociales y caída de gobiernos locales. Así que el nivel de presión que la Nación tenía sobre las provincias era (y es) muy importante.
Obvio que si la Nación no pierde caja por el “jubileo”, las provincias tampoco la ganan. ¿De dónde entonces tanta alegría de los más endeudados, como Scioli de Buenos Aires y Schiaretti de Córdoba? A veces no todo es dinero en la vida, dirán ellos. La algarabía es esencialmente política. Debe de ser una verdadera pesadilla tener que pedirles plata prestada todos los años a quienes hacen de la caja un culto para presionar y coaccionar, como es el caso de los Kirchner. Ahora han logrado de manera automática el dinero necesario para pagarle la deuda a la Nación. De ahí la felicidad. Una negociación menos con el gobierno, negociación que todos los años se complicaba más y más porque el dibujado CER hacía subir la deuda sistemáticamente, pero, fundamentalmente, por la irresponsabilidad fiscal de los gobiernos provinciales que hoy se quejan de que no tienen dinero, pero no dicen qué hicieron con los 150.000 millones de pesos de más que recaudan hoy, en comparación con lo que recolectaban en los albores del “modelo productivo”.
Manos vacías
Las quejas por discriminación de gobernadores como Binner de Santa Fe, que tienen provincias más o menos bien administradas, son porque, como siempre con estos “jubileos” o moratorias, los que cumplieron se quedan con las manos vacías, aunque los que no cumplieron, en este caso particular, tampoco se lleven demasiado, salvo que para ellos valga mucho evitar a los Kirchner en una mesa de negociación por pesos.
Así que el gobierno, perdiendo sólo 1.000 millones de pesos anuales como máximo (lo retenido indebidamente por los ATN se aplica al clearing del “jubileo”), es probable que logre evitar perder 10.000 millones de pesos anuales, saltar la discusión de la coparticipación federal de impuestos y al mismo tiempo mantiene todo el poder de darles o no más fondos a las provincias cuando éstas se lo pidan en el futuro. Sin duda que los Kirchner otra vez han ganado una pulseada (a pesar de su derrota en las legislativas del 28 de junio de 2009), ¿y van?
La gran pérdida (y premio injustificado para las provincias que habían dilapidado el boom de recaudación que tuvo la convertibilidad), la Nación no la hizo con este “jubileo”, sino hace 10 años, cuando asumió como propias todas las deudas de las provincias con los bonistas residentes y los bancos locales por cerca de 16.000 millones de dólares o el 6 por ciento del PBI (posteriormente pesificados), “obra” que comenzó el inefable Domingo Cavallo con los Préstamos Garantizados a fines de 2001 y terminó Duhalde a mediados de 2002, cuando se emitieron los Bogar. Como contrapartida, la deuda que tomaron las provincias con la Nación fue con un subsidio importantísimo por más que el Bogar ajuste por CER.
El problema que más aqueja hoy a las provincias, fruto de sus irresponsables políticas fiscales en la etapa de vacas gordas (la Nación también ha sido pésima administradora de los impuestos que paga la gente), no es tanto político, sino económico y financiero, así que es probable que en breve la discusión por plata con la Nación se presente nuevamente.