La consagración de Brasil como campeón de la Copa América 2019 en condición de local abrió paso a múltiples polémicas, desde la cuestionada utilización del VAR a las posibles sanciones que podrían recibir Lionel Messi y la Federación Brasileña de Fútbol.
La última polémica quedó instalada cuando el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, festejó la obtención del título con el plantel de la Verdeamarela y levantó el trofeo en pleno campo de juego.
Allí es donde empiezan a tallar los reglamentos, que a priori parecen no dejar dudas: tanto la letra de la Fifa, sobre Seguridad en los Estadios, como el de la Conmebol, referido a principios de conducta, castigan sucesos como el que se vieron en el estadio Maracaná de Río el domingo.
El artículo 60 de la Fifa, dedicado a la Prevención de conductas provocadoras y agresivas, sostiene que “se prohíbe terminantemente la promoción o el anuncio por cualquier medio de mensajes políticos o religiosos o cualquier otro acto político o religioso en el estadio o en sus inmediaciones antes, durante y después de los partidos”.
Ahora vendrá una etapa en donde seguramente la máxima entidad del fútbol mundial deberá analizar si la selección brasileña (que representa a su federación) infringió esa norma al permitir que el presidente de su país participara de los festejos en el campo de juego, y no simplemente en la premiación y entrega de medallas como suele ocurrir.
En tanto, el artículo 7.2 inciso E del Reglamento de Disciplina de la Conmebol, dedicado a los Principios de conducta, especifica que “constituyen, entre otros, comportamientos imputables e infracciones sancionables a los referidos principios utilizar un evento deportivo para realizar manifestaciones extradeportivas”.
De ahí la expectativa por saber cómo reaccionarán tanto la Fifa como la Conmebol, ante un hecho que las imágenes de la televisión se encargaron de difundir en todo el mundo.
La presencia y participación de Bolsonaro fue evidente durante el desarrollo de todo el torneo, pero las imágenes de la final son las que más ruido hacen: el presidente de Brasil observó el partido desde uno de los palcos del Maracaná en compañía del jefe de la Conmebol, Alejandro Domínguez.
En ocasión del partido entre los seleccionados de Brasil y Argentina por la semifinal de la Copa América, la presencia de Bolsonaro también levantó controversias. Tras el triunfo brasileño por 2-0 en el clásico sudamericano, con fallos dudosos en perjuicio para la Albiceleste (dos faltas claras en el área del equipo local que deberían haber sido sancionadas como penales), hubo una queja formal de la AFA ante la Conmebol.
La casa madre del fútbol argentino se hizo eco de las versiones que indicaban que hubo (desde los equipos de transmisión de la seguridad de Bolsonaro) interferencias en la comunicación con el VAR, que nunca revisó las jugadas de las polémicas. Y tampoco lo pidió el árbitro ecuatoriano Roddy Zambrano, criticado en forma unánime por el periodismo (incluida buena parte de la prensa brasileña) tras la derrota del combinado criollo.
En cuanto a Messi, quien pasa unos días de descanso en Rosario, tras sus fuertes declaraciones contra la Conmebol decidió no asistir a la ceremonia de premiación por el tercer puesto después de ser expulsado junto con el chileno Gary Medel.
“Nosotros no tenemos que ser parte de esta corrupción. Nos faltaron el respeto durante toda la Copa”, fue la frase de Messi que ahora preocupa a la AFA: Leo se expuso a recibir dos años de sanción.
En efecto, el artículo 7 del reglamento disciplinario de la Conmebol indica dos años de sanción por “comportarse de manera ofensiva, insultante o realizar manifestaciones difamatorias contra el propio organismo”.