Soledad Orellana (*)
Empalme Graneros, mi barrio. Al nombrarlo otras personas tienen miedo porque, según ellos, es un barrio peligroso. Algunas personas las escuché decir con cierto desprecio: «Ah, sos de ahí».
No en todos genera lo mismo. A mí, por ejemplo, me genera empatía, por más peligroso que puedan llegar a pensar que es. Es mi barrio y no lo cambiaría por otro.
La calle Olavarría, entre Génova y Sorrento, donde todos los días voy y vengo caminando para hacer mandados o trabajar puedo observar algunas cosas. En Olavarría pasando Génova hasta llegar a Juan B. Justo el asfalto está en perfecta condiciones. A media cuadra está el hombre que todas las tardes vende tortas asadas enfrente de la pañalera. Pasando Juan B. Justo empiezan las complicaciones: el asfalto roto y la manguera en medio de la calle perdiendo agua constantemente enfrente de la tiendita de ropas de mi barrio.
Si sigo caminando paso Olivé y en esa esquina los contenedores de basura siempre están llenos. “Es que el camión de la basura sólo pasa dos veces a la semana», comentan los vecinos de la cuadra. Son los únicos tres contenedores para casi todo el barrio. Una locura.
Llego a la verdulería que tiene enfrente a la canchita –más conocida como “la Olavarría”–, donde mejoraron muchas cosas. Por ejemplo, ya no se inunda cuando llueve. En la parte que da a la calle colocaron mesas, bancos, hamacas y un tobogán donde todas las tardes, los niños y las niñas del barrio se divierten jugando mientras el verdulero discute con las vecinas mayores por una fruta en mal estado o los precios.
Sigo caminando y llego al conventillo del barrio. Todas las tardes sale una señora mayor a buscar a su nietito a la canchita. En una de las esquinas está la peluquería. Hace poco que abrieron ese local. Se ve que es buena la peluquera porque siempre está lleno.
Llegamos a Olavarría y pasaje San José donde está el predio de la hermana Jordán, o “la monja”, como dicen los vecinos. Ese edificio ocupa toda una manzana. Tiene el jardín de niños “Niño Jesús”, el destacamento de la Policía y una casa grande donde solía estar el comedor comunitario, pero ahora está abandonado. En una parte hay árboles y de vez en cuando dejan crecer el yuyo demasiado alto y no hay luz. Dicen que en esas partes durante las noches de lluvia se escuchan voces o un bebe llorar. También dicen que se veían cosas raras, pero sólo son comentarios de algunos vecinos.
En la esquina de Olavarría y María de los Ángeles está el nuevo y tan ansiado Centro de Salud Empalme Graneros. Se veía tan lindo en el proceso de construcción y el día de su inauguración. Ahora tiene un año y de afuera se ve tan feo. Se acumularon autos que no sirven y sobre ellos basura. Eso genera impotencia, pero nadie hace nada. Si cuidaríamos entre todos nuestro barrio sería mejor.
En la esquina no pueden faltar las vecinas que están todo el día afuera «tomando mates». Se juntan la que sabe todo y la que critica. Así pasan su día mirando y criticando cada paso de los vecinos. También están los religiosos del barrio que apenas cruzan saludo con los demás. Casi ni salen de sus casas.
Los pibes de la esquina se juntan a tomar una coca, o eso es lo que pensamos. Así son las calles de mi barrio o parte de ellas.
(*) Soledad comparte dos veces por semana el taller de escritura dictado en la Cooperativa La Cigarra como parte de las capacitaciones del programa Nueva Oportunidad. Como ella hay 17 mil jóvenes en situación de vulnerabilidad que buscan contención y una forma de entrar al mundo laboral.
Acompañados por periodistas del diario El Ciudadano, Soledad junto a 14 jóvenes del distrito Noroeste se anima a escribir. Usan el lugar para hablar de su barrio y su familia, de aventuras con amigos, recuerdos lindos (y no tantos) de la infancia y muchos temas más que surgieron luego de ir conociendo distintos autores como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Abelardo Castillo, Mauricio Rosencof, Osvaldo Soriano o Eduardo Sacheri, entre tantos otros.