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“Las canciones caminan solas”

La frase pertenece al rosarino Fabián Gallardo, quien acaba de estrenar su último disco, titulado “Babel”. Tras siete años sin editar vuelve a los escenarios con un conjunto de temas de los que da cuenta en este diálogo exclusivo.

“Me encanta cuando alguien escucha una canción mía y sonríe un poco, hace un gesto de complicidad; me gusta mucho ver eso en los conciertos”. Fabián Gallardo mantiene intactos el entusiasmo y la sorpresa a través del paso de los años. El músico editó un nuevo álbum después de siete años. Compañero de andanzas musicales de Fito Páez, cuando se cumplen treinta años del exitoso disco Giros, el rosarino participa de distintos proyectos. Como inquieto creador, fue parte de un envío televisivo, colabora con otros músicos locales, trabajó en radio, y no cesa en su tarea de componer y grabar en su estudio particular.

Babel es el nombre del flamante álbum que presenta en estos días en Buenos Aires, y mostrará en un concierto que brindará en el Gran Salón de Plataforma Lavardén, el viernes 23, a las 21.30.

—¿Qué te sucede cuando caminás por la calle y escuchás que en la radio suenan tus canciones?

—Me encanta; es que sigo teniendo la misma sensación de cuando llevaba los demos de mis temas. Si una canción tuya suena en la radio, es porque la dejaste ir y levantó vuelo. Ellas caminan solas, se van abriendo paso. Yo las comparo con el agua porque arrasan e invaden. Las canciones atraviesan todo, toman rumbo propio y lo que vos podías hacer ya lo hiciste.

—Tu nuevo disco se titula “Babel”; a medida que lo vas escuchando se aprecia una cierta “babel de melodías”, desde pop, rock, chacarera.

—Habla de lenguajes y de confusión. A veces me confundo con una idea que me viene y me pregunto qué hago con una chacarera como “Cuando no tengo tu amor”, y es simple: la dejé salir, la absorbí y la entendí. Para lograr esa canción me reuní con unos músicos que saben mucho de eso, como Guillermo Vadalá, el gran pianista Joel Tortul y Franco Luciani. Me junté con esa gente maravillosa, y todas las participaciones tienen una razón de estar ahí.

—“Sin tus ojos los que quiero ver cada día al levantarme”, “Un amor es como el mar, a veces viene, a veces va”. ¿Hay un costado romántico en “Babel”?

—Uno dice cosas y trata de ser directo. Son letras optimistas y realistas. Me parece que la realidad se puede ver de varias maneras, y creo que siempre podemos darle cierto matiz, como en el caso de “Árbol”, que tiene pequeñas frases que relatan una realidad. “Cuando yo era chico jugaba en la calle y hoy la calle juega pero apuesta con sangre”; lo que quiero decir puedo hacerlo con la música y es darme un gusto.

—Una particularidad de “Babel” es que tiene varios temas donde tocás todos los instrumentos…

—Me pongo a grabar y me gusta ir de a poco, me parece que tiene la sinceridad de lo que es uno; para mí lo importante es encontrarle esa frescura que supuestamente no tiene que tener; al ser todo tecnológico se supone que debe ser más duro, pero no. Por ejemplo en “Cuando era chico” no hay músicos sino que está todo programado y suena a una banda, es otra opción para grabar, aunque también me gusta hacerlo con una banda.

—Sos un músico que se relaciona con sus colegas sin importar edades o géneros; incluso tenés un ritual de asado semanal con un grupo determinado. ¿Ese intercambio se refleja en el disco?

—Hay invitados de distintos estilos porque a mí me gusta abrirme en el lenguaje musical todo lo que pueda, porque es muy amplio y hay que saberlo aprovechar. En los últimos meses hice cosas como cantar tangos y me gustó. En el programa de televisión Territorios conocí a un grupo de cumbia que se llama Lucas y las Estrellas y me invitaron a cantar con ellos. Toco bastante con bandas como Vudú o Patagonia Revelde. Intercambiar es genial porque te nutre mucho. Estoy feliz de haberme cruzado en esta vida musical con gente talentosa y de tantos estilos,  con visiones diferentes de la música, porque esa mezcla termina dando un resultado.

—Al escuchar el álbum completo se percibe cierta “rosarinidad” en su sonido, sin duda por un sello de pertenencia muy fuerte de tu música…

—El disco tiene tantas influencias como yo; la vida es influencia como el lugar de donde venís; tu viejo y sus músicas como Vinicius, Chico Buarque, Mulligan, Piazzolla, Mercedes… de todo eso y del resultado de ensayar con Vudú, Patagonia, Cielo Razzo, un grupo de tango y de cumbia. Babel sale de ahí. Y en cuando al sonido rosarino, yo estoy orgulloso de formar parte. Cuando me lo marcan me gusta, porque forma parte de esa historia con muchos otros que estamos dando vueltas. Y sí, hay un sonido rosarino. Hasta diría que hay una fórmula armónica que se repite (y no es plagio), pero invito a cualquiera que arranque con “11 y 6” o el “Tema de Rosario” y comprobará que tienen la misma vuelta armónica, que la usamos todos y que yo también debo haberla usado alguna vez al componer. Suenan tan rosarinas porque tienen un alma determinada, vienen de Litto, Fito, Juan y Rubén (Nebbia, Páez, Baglietto y Goldín, respectivamentee), y todos los que de alguna manera forman parte de esta música.

—Y claro que suena rosarino si escribiste canciones que grabó Baglietto…

—Sí, todos dimos vueltas. Cuando me dicen que lo mío suena a Fito, yo respondo que sí, porque los dos estábamos en el altillo sacando canciones de Spinetta, Serú Girán y Sui Generis, pasándonos acordes y escuchando las músicas que nos iban a nutrir y terminan formando parte de esa historia musical. No me molesta que me digan que les gusta una canción de esa época porque hice muchas otras después, pero está bueno que una canción sobreviva tanto tiempo: me das una gran alegría con ese comentario. Ahí estamos con canciones, que es lo que sé hacer y con eso estamos acá.

—Es tu primer disco para Melopea.

—Con Nebbia nos conocimos mucho en el último año, Litto es muy abierto, permite el cruce de mucha gente, y cuando le comenté el proyecto, me dijo que lo lleve a su sello. Con Gonzalo Aloras coincidimos en que es un orgullo estar en su catálogo. Cuando éramos chicos íbamos entusiasmados a calle Córdoba a comprar Muerte en la catedral y hoy estamos en el catálogo Melopea. Babel forma parte de ese gran equipo, eso es un orgullo.

—Se sabe que el show será extenso porque el disco lo es; ¿estarán los invitados que participaron?

—Me acompañará la banda Mamá Pájaro, que si bien se separó, quienes la integraban se reúnen para tocarlo, y vendrán músicos que participaron en Babel. Vamos a tocar las 19 canciones del disco. Ojalá las disfruten como yo al hacerlas. Me encanta cuando la gente comparte mis temas, cuando sonríen al escucharlos; creo que hay una identificación con algunas letras, donde se ve el brillo en los ojos al recordar las tardes con las abuelas, no sé, esas reacciones me siguen dando fuerzas para seguir haciendo canciones.

La magia de “Giros”, a treinta años de su nacimiento 

Por Fabián Gallardo

Éramos chicos. Y, sin darnos cuenta, estábamos viviendo momentos que iban a ser parte de una historia. De una muy buena historia.

Creo que, si en alguna de esas charlas en el estudio Moebio, en algún descanso de las grabaciones, alguien decía que, treinta años después, ese disco que estábamos grabando en el barrio de Constitución iba a ser recordado con una serie de recitales y considerado como uno de los clásicos del rock argentino, nadie lo podría haber imaginado.

Pero así fue. Pasaron treinta años y esa música está intacta. Y hoy escucho las guitarras que grabé con mi equipito Peavey que apoyaba sobre una silla, y creo que las volvería a grabar así. Con mi Fender que no chorreaba de odio pero que se subía a esas canciones y disfrutaba como loca.

Giros tuvo mucho de magia. La magia que tenían esos temas que Fito nos iba mostrando a medida que los iba componiendo y a los que nosotros, junto con el Tuerto Wirzt, Tweety González y Paul Dourge, tratábamos de darle lo mejor que teníamos. Con total pasión y con un profundo amor por esa música.

Agradezco a la vida haber estado ahí. Haber grabado “11 y 6”, para mí, una de las mejores canciones de esta historia del rock nacional que se sigue escribiendo todos los días. Haber tocado esos armónicos en “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, que cada vez que los vuelvo a escuchar me llevan a dar una vuelta por esos días. Agradezco haber vivido ese disco desde que nacían las canciones. Escucharlas por primera vez tocadas por Fito en algún tecladito, en esos días inolvidables en Estomba y La Pampa, repletos de sueños que finalmente se cumplieron. Divinos momentos llenos de magia.

Gracias por tu música, Fito. Para mí es eterna.

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