Search

«Las canciones son confesión», dijo fiscal en el juicio contra Cristian Aldana

Así lo afirmó Guillermo Pérez La Fuente en la última audiencia del juicio contra el músico acusado de abuso sexual y corrupción de menores. Pidió 35 años de pena. A la espera de una sentencia que será histórica

Por Lucía Cholakian Herrera (Cosecha Roja)

Cuando no haya aire para respirar / Te estaré asfixiando, / Encadenada con mi foto / Condenada a pensar en mi / El pasado desaparece / Y eres mí­a / Y estás bajo mi control / Solo yo puedo tocarte / Y puedo ahogarte / En el vértigo del sadismo”. La letra de la canción “No me importa morir”, de El Otro Yo, evidencia las violencias a las que estaban expuestas las niñas sometidas por Cristian Aldana. Violencias que lo llevaron a él al juicio que entró en su última etapa.

Durante la lectura de los alegatos el viernes 28 de junio, el fiscal Guillermo Pérez La Fuente, acompañado por la UFEM, se detuvo en el contenido de algunas de las letras de las canciones del músico acusado de abuso sexual y corrupción de menores en siete casos. “Las canciones son una confesión”, afirmó.

Ariell Carolina Fernanda Luján, una de las denunciantes, sonrió: finalmente, y ante el Tribunal que juzga a Aldana hace más de un año, se dijo. Y no lo dijo cualquiera: lo dijo un fiscal acompañado de una de los pocos organismos judiciales especializados en el acompañamiento a víctimas de violencia de género en Argentina. Aldana tejió un sistema de violencias con retóricas de sometimiento complejas que excedían el abuso concreto y se colaban en múltiples esferas: los miedos, los deseos, la confusión, la angustia y la inocencia de un grupo de chicas menores. Sus canciones eran también parte de ese sistema.

“¡Sólo quiero estudiar!”, dice Ariell en un audio de Whatsapp un día antes de un parcial en la Universidad Nacional de la Plata, donde estudia comunicación. Desde que cobró visibilidad pública con frecuencia se ve ahogada en una red de circulación de críticas, quejas o difamaciones que la agotan. “Tenemos prohibido defendernos”, dice, “hagamos lo que hagamos siempre vamos a ser criticadas, arrinconadas y señaladas”.

Luego de su denuncia en 2016 fundó el WordPress “Ya no nos callamos más”, donde hasta 2018 editó más de 200 escraches. El sitio funcionó como usina de descargo de violencias silenciadas históricamente: desde abusos sexuales a manipulaciones psicológicas, pasando por acoso laboral, abusos de poder en las universidades y acosos por parte de funcionarios y políticos.

Algunos de los escraches llevaban firma, otros no; algunos acompañaban denuncias existentes y otros sólo cobraban forma de “alerta feminista”. Todos hablaban allí donde la voz no estaba habilitada. Los escraches rompieron silencios, desataron polémicas, diezmaron grupos y espacios y, sobre todo, trajeron muchas preguntas. “El escrache al macho no es punitivista, no surge del castigo, como la judicialización, la cárcel y el proceso penal. Es una herramienta autónoma”, dice Ariell.

Desde las primeras denuncias a Aldana en 2016, el acompañamiento con perspectiva de género fue un salvavidas para las siete jóvenes que se embarcaron en el proceso judicial y llegaron a juicio oral. La Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas (DOVIC) fue uno de los organismos que estuvo presente todo el tiempo. Como explica Laura Di Bella, trabajadora social: “empezamos a intervenir en el 2016, luego de la denuncia en Atajo Fiscal. Acompañamos las denuncias, nos encargamos de que se respetaran sus tiempos”, recuerda. Las y los profesionales de DOVIC acompañaron también a las denunciantes en las pericias, una de las partes más duras de la instrucción. “Intentamos abrir las puertas de la justicia, y que se reconociera el valor de su palabra. Siempre intentamos evitar revictimizaciones y mantenerlas a ellas informadas sobre qué sucedería en cada etapa”.

Cuando comenzó el juicio oral, a fines de mayo de 2018, las siete tuvieron que declarar. Fue entonces cuando las trabajadoras de DOVIC estuvieron físicamente al lado de ellas. “Con algunas estuvimos más de un día de declaración, acompañándolas. Las declaraciones eran tan fuertes que teníamos que cortar, salir al baño, tomar agua y volver. Al mismo tiempo, intentamos que la justicia tenga la prueba a evaluar estos delitos con perspectiva de género, pero sobre todo que la víctima tenga lugar y el tiempo necesario como para poder ponerlo en palabras”.

El trabajo de DOVIC es interdisciplinario: Susana Larcamon es psicóloga, Nicolás Reynoso es estudiante de abogacía y Laura es trabajadora social. Además de acompañar presencialmente todos los pasos del proceso, ayudaron a las denunciantes en la experiencia cotidiana del juicio: gestionaron el “Ellas Hacen” para una de ellas, brindaron atención psicológica y mantuvieron el contacto físico y por chat con las siete.

Es que incluso con todos los gestos por deconstruir a la justicia patriarcal, la letra de ley todavía favorece y protege a los varones con poder. “El sistema judicial es un castigo para quienes denuncian”, dice Ariell, quien fue judicializada en once ocasiones desde que todo esto empezó. Las primeras siete fueron de Aldana, y las últimas cuatro -dos demandas civiles y dos denuncias penales- fueron de parte de su socio de toda la vida y actual director del Instituto Nacional de la Música. El funcionario solicitó que Ariell se retractara de haber contado una situación en la que, luego de violentarla, Cristian Aldana le pidió a su amigo que se la llevara de su casa.

Sobre estas dos demandas aún vigentes, un grupo de Músicxs Unidxs afirmó en un comunicado que “la estrategia de la contradenuncia presentada contra quienes han denunciado situaciones de violencia intenta mantener en la oscuridad sus relatos y revictimiza a lxs denunciantes”, exigiendo que se terminen los hostigamientos contra la denunciante.

La contienda judicial continuará a menos que el director del INAMU decida retirar su demanda civil, ya que ella fue sobreseída en la penal. “El proceso que vivimos dentro de estas instituciones es terriblemente traumático”, apunta, cada vez que insiste en una de sus propuestas a raíz de todo lo vivido: que las figuras de calumnias e injurias no sean posibles para los varones en los casos de violencia de género.

Ante los tres jueces del TOC 25 -Rodolfo Bustos Lambert, Ana Dieta de Herrero y Rodolfo Goerner- el fiscal Guillermo Pérez La Fuente alega con acompañamiento de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM). En un alegato ejemplar con perspectiva de género, recorre todos los intentos de Aldana por dilatar su juicio y demostrar una cosa: que siempre todo se hizo como él quería, cuando él quería y como él quería. “Si esto lo hizo en un año de juicio ante tres jueces y las partes: ¿cómo podemos dudar de que impuso su voluntad ante jovencitas de 13 años?”, concluyó el fiscal, quien pidió 35 años de pena para el imputado.

“Soy el monstruo más grave que viste en tu vida / no te juntes conmigo / soy lo prohibido”. Sobre el final de los alegatos del 2 de julio, el fiscal repitió que Aldana se confesaba en sus letras. Es que durante su declaración indagatoria, el mismo músico había afirmado haberse inspirado en sus relaciones para las canciones que hasta 2016 tocaban ante miles de personas con El Otro Yo.

A pocas audiencias de terminar su juicio y conocerse la sentencia por los delitos que se le imputan, una vez más, las pibas dan vuelta su augurio: salen una vez más juntas, de la mano, con la certeza de que todo ese miedo ya cambió de lado.

10