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Las catacumbas de Roma entregan otro singular tesoro

Las imágenes más antiguas de los apóstoles cristianos conocidas hasta ahora fueron descubiertas en los cimientos de un edificio de los años 50, gris y nada vistoso, a pocas cuadras de la basílica de San Pablo Extramuros en Roma, en los restos de lo que fueron las catacumbas de Santa Tecla.

El sensacional descubrimiento fue anunciado ayer por el encargado de trabajos públicos del municipio de Roma, Fabrizio Bisconti, y la directora de la restauración, Barbara Mazzei, reportó la agencia italiana de noticias Ansa.

Las preciosas pinturas datan de finales del siglo IV y fueron encargadas probablemente por una noble romana del Tardío Imperio que, a pesar del temor generalizado de las persecuciones religiosas, quiso que su tumba fuera decorada para protegerla en el más allá por Pedro, Pablo, Andrés y Juan.

“Son de hecho las primera imágenes conocidas de los apóstoles. Pedro aparece en algunas ilustraciones ya desde mediados del siglo IV, con características fisonómicas similares, pero nunca solo”, subrayó Bisconti, en tanto las de Andrés y Juan son absolutamente las representaciones pictóricas más antiguas halladas.

En junio de 2009 el diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, había anticipado el hallazgo de la imagen más antigua de San Pablo, pero desde entonces, y durante un año entero, los responsables de la búsqueda mantuvieron la reserva más absoluta.

Monseñor Gianfranco Ravasi, presidente de la Comisión Pontificia de Arqueología Sagrada –que financió las búsquedas en las catacumbas romanas– justificó esta confidencialidad con erudición, citando un artículo de la Encyclopedie francesa.

“Para los descubrimientos existe un tiempo de maduración, antes del cual las búsquedas parecen infructuosas. Una verdad aguarda, antes de florecer, que se reúnan todos sus elementos”, dijo.

Mazzei señaló que para el largo trabajo del equipo que coordinó “hicieron falta mucha paciencia y mucho cansancio”, y subrayó que tras el primer año de trabajo los restauradores abandonaron los métodos tradicionales y optaron por una sofisticada tecnología de láser.

“Esto nunca había sido intentado hasta ahora en un ambiente de catacumbas, estrecho y extremadamente húmedo”, explicó y agregó que gracias al láser “fue posible separar la espesa capa de caliza que cubría los íconos”, llevando lentamente a la luz la imagen de los cuatro apóstoles.

Se trata de retratos paleocristianos, en forma de clípeos (rostros engarzados en un marco redondo), que presentan las características típicas de la iconografía de la Iglesia primitiva: Pedro con mirada concreta, cabello y barba blanca, Pablo con los rasgos típicos del pensador espiritual. El aspecto de Andrés es desaliñado e impetuoso, mientras Juan, de acuerdo con la tradición, fue pintado como el más joven de los apóstoles.

El cubículo que servía de tumba para la noble que comisionó los retratos se encuentra en la galería final de una catacumba en la que hay pinturas de episodios del Antiguo Testamento: el ciclo de Jonás y Daniel en la fosa de los leones.

Sobre la toma misma, entre las figuras de Pedro y de Pablo, la mujer dispuso su propia imagen, acompañada por la de su hija, protegidas para siempre por los apóstoles principales de una religión que en ese entonces era poco más de un culto nacido en la periferia del Imperio Romano.

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