“El disco fue como una autopsia: la de un amor cuando se acaba”. Con estas palabras el músico Iván Noble esbozó una interpretación de La Parte de los Ángeles, su quinto disco de estudio que esta noche, a partir de las 21.30, presentará en el teatro La Comedia (Mitre y Ricardone).
Adelantando parte de lo que sucederá esta noche, el músico habló con El Ciudadano de los procesos personales que desembocaron en este nuevo material; las relaciones humanas, la soledad, el paso del tiempo y la vejez; el presente del rock, y la consolidación solista. Y le restó tiempo para referirse a la resignificación que tomó el tema “Avanti Morocha”, uno de los hits de los Caballeros dela Quema que resurgió como parte del emblema kirchnerista en las últimas elecciones. “Más allá de cualquier consideración de color político, la canción cantada a los gritos en una Plaza de Mayo llena de gente fue emocionante”, dijo.
—En este, tu quinto trabajo solista, aparece una madurez compositiva. Vos lo catalogás como el disco más extrovertido de tu carrera. ¿Qué proceso debiste atravesar para desembocar en un álbum tan confesional?
—En principio un proceso de honestidad personal; yo quiero hacer discos que hablen de mí y que se me parezcan en el momento en que los hago; no tengo más remedio que poner a mirarme en detalle y tratar de poner en canciones lo que me pasa de piel para adentro. Como solista y a los cuarenta años, inevitablemente, las canciones que escribo tienen más que ver con lo que me pasa adentro.
—“Cuentas claras”, el tema que inicia el disco, si bien muestra todo lo malo que viene cuando el amor se acaba, también marca la urgencia de abordar un cambio; de tener que tomar una decisión para estar mejor. La composición suena natural…
—El disco fue como una autopsia: la de un amor cuando se acaba; aunque suene pretencioso. Por supuesto es un disco que no tiene ningún tipo de respuestas al respecto y no quiere ser un trabajo de autoayuda. Yo escribo canciones, no puedo enseñarle a nadie a transitar o solucionar esos momentos, pero sí puedo dar testimonio; sacar una foto que hable de eso y habrá gente que se sienta cerca de ella.
—Las historias son muy reales y parecen poder pasarle a cualquiera…
—Creo que después de determinada edad la gran pregunta que me hago –y lo que me empieza a preocupar– es el tiempo y todo lo que ese tiempo hace con las cosas. Una de las cosas en que el tiempo es más implacable es con las relaciones humanas, con las relaciones que nos interesan y con el amor; al margen de la vejez. Tal vez la primera vejez que conozcamos sea la de los amores que terminan, que se ponen viejos. Eso a los veinte años no lo sentís, ahí no pasa nada, uno es inmortal; después empezás a estar más atento a las señas, y eso lleva a preguntarte por la soledad –qué tipo de soledad elegís, qué tipo de soledad tenés–; quizá son preguntas demasiado existenciales pero en canciones es más simple.
—Con mucha poesía hacés una reflexión sobre el amor. ¿Pensaste en alguien más que en vos mismo?
—No, en la única persona que pensé fue en mí porque estaba haciendo como un disco autodidáctico. Lo que me llama la atención, y de alguna manera celebro, es que gente veinte años más joven que yo le presta mucha atención a las letras y las canta como si las viviera en carne propia; pensé que sería una problemática más adulta.
—Hacés mucho juego melódico y de colores. ¿Qué buscaste a nivel musical?
—De los que hice como solista me parece que es el disco más eléctrico y arriba. Venía de hacer otros acústicos e intimistas pero en este caso me pareció que, si las letras ya tenían mucho de intimidad y nostalgia, no había que sumarle un sonido melancólico porque se iba a transformar en algo muy bajoneante y no era la idea. En ese sentido, la música equilibra mucho a las letras.
—En este momento en que se pone en crisis el rock, donde voces autorizadas comienzan a cuestionarlo, vos te involucrás con el amor y conseguís hacer una apertura.
—Es verdad que el rock hace mucho que no aporta nada nuevo pero no sé si a esta altura esa es la misión. Uno habla siempre de lo mismo y es monotemático no en las canciones sino en la vida. ¿Cuántas cosas importantes hay: tres, cuatro? Sobre eso hay que hablar, hasta que nos salga mejor.
—Hoy, a un tiempo de haber editado el disco, ¿el mensaje se modificó?
—No. En un punto, como los discos son fotos, me parece que lo voy a escuchar dentro de diez años –cuando tal vez no esté haciendo un duelo por una separación–, y lo sentiré absolutamente honesto. La vida sigue pasando, los discos quedan como fotos; y cantarlo hoy, a pesar de que son canciones que tienen uno o dos años, me siguen calzando a la perfección porque muchas de las cosas que digo hoy las siento.
—Contaste con la producción de Mariano Otero, como en el disco anterior.
—La diferencia es que en este caso fue para producir un álbum de rock. Fue un lujo porque todo el plus musical que tiene el disco se lo da un músico con mayúsculas que puede tocar y escuchar tanto rock como jazz, y todo eso suma. Le dimos mucha atención a las voces y coros…
—Y lo tuviste a Fito Páez…
—Fito está cantando una canción que para mí logró embellecerla muchísimo.
—¿Cómo llegaste a él?
—Siempre me gustó laburar con gente que admiro y cuya obra me marcó. Eso me pasó con Fito desde mi adolescencia. Y así como en algún momento canté con Sabina, Serrat, León Gieco, entre otros, siempre pensé en hacerlo con Fito y ahora se dio. Cantó, embelleció la canción y le puso su impronta.
—Corriéndote de la presentación del disco, ¿cómo te sienta que “Avanti Morocha” sea resignificado y utilizado en forma política?
—En principio me sorprende que tantos años después una canción siga sonando tan viva. Más allá de cualquier consideración de color político, la canción cantada a los gritos en una Plaza de Mayo llena de gente fue emocionante. Hay quienes cuando sus canciones se pegan a políticos sienten que algo se dañó; yo no lo siento así, aunque tal vez, si se hubiera pegado a otro personaje, sí me pasaría. Sin ser un artista entre comillas “K”, al tener varias coincidencias no me molesta. Creo que algunas canciones son mágicas y uno nunca va a saber por qué.