Por Romina Sarti*
Parafraseando el título del maravilloso libro de Ítalo Calvino, Le città invisibili, hoy reflexionaremos sobre una temática fundamental al momento de pensar la discapacidad con perspectiva en Derechos Humanos: la Accesibilidad. La etimología de dicha palabra remite a la idea de poder acercarse a, llegar a, aproximarse a; por lo que cada antónimo que la atraviese nos remitirá a: excluido de, lejano de, ausente de. La exclusión y expulsión de los espacios públicos (y privados) a todo cuerpo disonante, diverso y disidente (¡blasfemia heteronormativa!), deja entrever como una suerte de herejía fantasmagórica cala en los pivotes de una sociedad cuasi anómica, desvencijando el entramado normativo y su implementación y cumplimiento relativo.
El 15 de marzo se conmemora el “Día Nacional de la Accesibilidad” ya que en 1994 se aprobó la Ley 24.314, cuyo objetivo principal es garantizar la accesibilidad del medio físico a las personas con movilidad reducida. En este contexto, invitamos a conversar a Silvia Graciela Suárez Appáz [1], Licenciada en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Privada de Santa Cruz (Bolivia), Master en Accesibilidad para Smart City, La Ciudad Global, Mención en Accesibilidad Universal en el Medio Físico y DDHH, para que nos guíe por los caminos –muchas veces sinuosos– de la accesibilidad.
–¿Qué es la accesibilidad?
–La definición técnica y globalmente aggiornada, sería que la accesibilidad universal refiere al conjunto de características de las que debe disponer un entorno urbano, edificación, producto, servicio, metodología o medio de comunicación para ser utilizado en condiciones de comodidad, seguridad, igualdad y autonomía por todas las personas.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, en su artículo 9, menciona la accesibilidad como la herramienta necesaria a fin de que las personas con discapacidad puedan vivir en forma independiente y participar plenamente en todos los aspectos de la vida, a través de la accesibilidad se adoptan medidas pertinentes para asegurar el acceso de las personas con discapacidad, en igualdad de condiciones, al entorno físico, el transporte, la información, las comunicaciones y a otros servicios, tanto en zonas urbanas como rurales. Ahora bien, la idea de que la accesibilidad es sólo para personas con discapacidad es un concepto que buscamos tensionar hace años, reproducir este pensamiento sigue siendo un reduccionismo que nos afecta a todes. Es importante entender que la accesibilidad es fundamental para el 10% de la población, necesaria para el 40% y confortable para el 100% de la población. Mientras la accesibilidad sea considerada un «problema de discapacitados» (tremenda definición que he venido escuchando en muchos años de militancia), y no se piense multi, inter, trans disciplinalmente y humanamente, las discusiones serán miopes y los argumentos fragmentados. Dicho esto, entendemos, que la falta de accesibilidad es una vulneración de derechos que nos afecta a todes y que segrega, particularmente, a las personas con discapacidad. Encontramos situaciones problemáticas por existencias de barreras (entiéndase “barrera” como el obstáculo que impide o dificulta la realización de una determinada actividad, afectando de esta manera a la plena integración social de esa persona) en casi todos los espacios de nuestra cotidianidad. Por ello es urgente abarcar el concepto de accesibilidad universal, atravesado por las múltiples identidades políticas que componen la sociedad, para así poder enfocarnos en las verdaderas reivindicaciones, esto a razón de que no quede reducido a la detección (sólo) de barreras arquitectónicas (muchas de ellas representadas por la falta de rampas y construcciones de escaleras). Interseccionalizar el concepto de «Accesibilidad Universal» (y de discapacidad) con perspectivas multi, inter, transdiciplinares, permite salir de los límites de las rampas, revisar el derecho de habitar y garantizar el mayor de los derechos: el acceso a la construcción identitaria. En pocas palabras, entonces, accesibilidad es justicia social.
–¿Cuál es el vínculo con la noción de ciudadanía?
–De un tiempo a esta parte, cuando tengo la oportunidad, en alguna entrevista o charla entre compas, expongo la idea de un “privilegio de hegemonía”, siempre surgen debates, dudas y cuestionamientos sobre la afirmación de que ser una persona hegemónica es, claramente, un privilegio. Para explicarme mejor, ser una persona hegemónica es identificarse con el modelo de cuerpo dominante que ha sido impuesto por la cultura occidental y alude en la actualidad al cuerpo “sano”, estilizado, joven, productivo y blanco.
Voy a formular unas preguntas e invito a las personas que creen cumplir con los estándares de hegemonía a que las respondan:
¿Alguna vez no pudieron subirse a un colectivo público por ser hegemónicos?
¿Alguna vez no pudieron ir a un teatro porque no estaba adaptado para su cuerpo hegemónico?
¿Alguna vez tuvieron que desistir de ir al colegio o entrar a la educación superior por que no eran accesibles para su hegemonía?
¿Alguna vez no pudieron entrar a un probador de ropa por que no era apto para su cuerpo hegemónico?
¿Alguna vez tuvieron que llamar antes a algún lugar para saber si estaba adaptado para que ustedes puedan acceder con su cuerpo hegemónico?
¿Alguna vez les realizaron una esterilización sin su consentimiento por que su cuerpo hegemónico ante la sociedad carece de derechos de concepción?
¿Alguna vez tuvieron miedo de que ante un abarrotamiento de terapia intensiva ustedes pudieran ser la primera opción en ser desconectades porque su cuerpo hegemónico se constituye material de descarte ante el sistema de salud?
¿Alguna vez les negaron o les costó conseguir un trabajo por su cuerpo hegemónico?
El mensaje es contundente, sobrevive quien se adapte a estos términos de lo que se considera correcto, pero ¿Jamás será una primera opción generar un medio adaptado para el buen vivir desde lo horizontal y colectivo con una perspectiva de derechos? Si hablamos tanto de conquistar derechos y cuestionar privilegios ¿Por qué no cuestionar que la hegemonía es un privilegio? Por supuesto que tener un cuerpo hegemónico no es una garantía que vas a poder transitar tu vida tranquilamente, pero sigue siendo un privilegio, y es un privilegio tácito porque no lo interpelamos, no lo hablamos, porque hay un rechazo a entender y aceptar que es un privilegio.
Cuestionar nuestros privilegios nos pone automáticamente del lado del opresor y no de la víctima, y eso convierte a la interpelación en un lugar incomodo de habitar, tremenda decisión ¿no? El concepto de “accesibilidad universal” debe fusionarse con el derecho igualitario de “acceder a la propia experiencia de habitar”. Insisto: es necesario que abandonemos el concepto de accesibilidad reducido a “la rampa” como solución personal y no colectiva.
–¿A qué refiere la idea de ciudades accesibles?, ¿Qué impacto tiene en la vida de personas con discapacidad?
–Para que las ciudades sean espacios justos y democráticos deben evolucionar a la vez que lo hacen las sociedades (sus demandas y conquistas). Es hora de interpelar el concepto que como arquitectas y urbanistas hemos heredado de lo que es una ciudad, y abordar una temática clave para la vida colectiva: los nuevos modelos de ciudad y de vivienda centrados en todas las personas, ciudadades humanizadas. Todas las personas tenemos contacto permanente con la ciudad desde el momento en que nacemos, la ciudad nos intersecciona en cada etapa de nuestro crecimiento, esto queda respaldado revisando el Objetivo 11, Ciudades y comunidades sostenibles, de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. R. Doberti expone que “La palabra Habitar señala hacia algo que es ineludible para los seres humanos. No existe ninguna persona que no habite y no hay momento alguno en que no lo haga: habitamos todos y habitamos siempre”. Es claro que las ciudades son el escenario fundamental para el perfeccionamiento de los derechos humanos y para ello deberemos considerar a la persona como centro de atención [2]. Una ciudad accesible es un espacio para la construcción colectiva, una ciudad en la que se pueda vivir dignamente, reconocerse como parte del todo, con la posibilidad de distribución equitativa de todos sus recursos colectivos. Salir del convencional análisis del micro capital y extendernos en el desarrollo de intervenciones que garanticen la ejecución de los Derechos Humanos de todas las personas. Es un lugar donde todas las personas, con independencia de sus medios económicos, género, raza, discapacidad, edad, identidad sexual, condición migratoria o religión, están legitimadas y empoderadas para beneficiarse plenamente de las oportunidades sociales, económicas, culturales y políticas que ofrecen las ciudades. Mediante la eliminación de barreras innecesarias y la adopción de políticas de desarrollo urbano, inversiones y programas inclusivos, las ciudades deben mejorar los resultados en materia social y económica para todas las personas, y en particular de los grupos sociales vulnerables, históricamente excluidos. La accesibilidad tiene como finalidad sociopolítica poner en disputa todos los espacios negados históricamente a la población vulnerada.
–¿Cómo se construye accesibilidad?
–Durante los próximos treinta y cinco años, las ciudades configurarán casi todos los aspectos del desarrollo global, incluyendo el modo en que se adquieren y ejercen los derechos humanos fundamentales. La exclusión social, la discriminación y la marginalización son los principales obstáculos para la reivindicación de los derechos, el acceso equitativo a las oportunidades y la construcción de accesibilidad. Educar las ciudades y sociedades en la diversidad humana, la inclusión social y la igualdad es cada vez más una prioridad y es clave para un futuro verdaderamente inclusivo y sostenible para todes. Apostar a la construcción actual, limitante de la diversidad, puede y debe modificarse para garantizar derechos a través de políticas públicas de equidad. Aunque las ciudades, como escenario sociopolítico, tienen la posibilidad de acceder a herramientas y pericia a fin de promover inclusión y equidad, la planificación y la gestión pública tienen una gran deuda histórica con los grupos vulnerables y debe hacer frente a muchos retos, en el centro de estas preocupaciones está el problema de que, a pesar que en muchos países en vías de desarrollo existen políticas de inclusión basadas en los DDHH, hay “brecha de implementación” entre la formulación de políticas y la puesta en práctica efectiva y correcta de esas políticas. La accesibilidad es un «tema transversal», que se cruza con todas las áreas de la política social y económica, incluida la educación, el empleo, la protección social y el diseño universal. También es importante reconocer explícitamente que las personas con discapacidad constituyen un grupo heterogéneo en el que las diferencias de género, el estatus socioeconómico y la ubicación geográfica (como la división rural / urbana), son importantes para implementar políticas que les constituyan como personas de derecho.
Hernández Prezzi expone que “La indiferencia es la forma más sutil de discriminación. La negación de la diferencia es una forma de opresión”. Como ciudadanes a pie debemos dar y participar de las batallas cotidianas, por cada uno de los derechos humanos. No podemos hablar de accesibilidad sin reflexionar sobre las barreras, su concepción, tipos y significados; y ya que cualquier obstáculo que encontremos respecto a la acción, al pensamiento o a la dignidad se puede considerar una barrera. La forma en como la sociedad asume las necesidades de las personas que salen del estándar establecido responde a la construcción de ese mismo estándar. Entonces si se desea alcanzar la equidad se debe revalorizar ese estándar. Sin accesibilidad no hay satisfacción del derecho y sin la ejecución de los Derechos Humanos, no existe posibilidad de una sociedad civilizada alguna. Accesibilidad es justicia social.
Silvia se va (aunque sabemos que queda). Queda en las ideas y conceptos por ella compartidos, que zumban y resuenan. Con la acústica de sus letras hace eco, resquebrajando los edificios perentorios de los que emerge hiervabuena. Me recuerda “Odio a los indiferentes”, libro de Gramsci que me regalara mi amiga, Helen
“…Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia…” (Gramsci, 1917)
*Licenciada en Ciencia Política (UNR), docente titular de Problemáticas de la Discapacidad en Tecnicatura de Acompañante Terapéutico y Ciclo de Licenciatura de Acompañante Terapéutico, docente de Sociología de la Discapacidad en la Lic. En Órtesis y Prótesis de la Universidad del Gran Rosario (UGR). IG: romina.sarti
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- [1] A demás de Licenciada en Arquitectura y Urbanismo, Universidad Privada de Santa Cruz (Bolivia), Master en Accesibilidad para Smart City, La Ciudad Global, Mención en Accesibilidad Universal en el Medio Físico y DDHH – Universidad de Jaén (España), Silvia Graciela Suárez Appáz es Becaria en Magister en Género, Sociedad y Políticas – FLACSO, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales SEDE ARGENTINA, Diplomada en Discapacidad como Categoría Social y Política – Universidad de Buenos Aires, Argentina, Especialista en Auditoria Energética e Investigación Científica para Tecnologías Bioclimáticas – Universidad Nacional de Tucumán, Especialista en Metodología BIM Master – Building Modeling Information, Autodesk, Miami, Estados Unidos
- [2] Reivindicamos el “Derecho a la Ciudad”, no es un término nuevo, en 1968 Henri Lefebvre analiza el impacto negativo en la ciudadanía de la ciudad al servicio del desarrollo. La propuesta: “que la ciudadanía vuelva a ser la dueña de esta ciudad”, como expresión máxima de accesibilidad, entendiendo de forma simple el derecho a la ciudad como el derecho humano al “buen vivir” que tenemos todas las personas.