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Las exhortaciones de Francisco y un Gloria a todo ritmo

Dos sentencias, dos exhortaciones, sobresalen de entre todas las que conmovieron a los jóvenes reunidos en Río de Janeiro: “vayan y hagan discípulos…” y “no tengan miedo”. En una humanidad que en buena parte está alejada del orden espiritual y que con frecuencia cuestiona y condena a la espiritualidad, o cuanto menos se burla de ella y de quienes la viven, el pedido papal no parece ser tarea fácil. No es fácil en estos días en que se exalta al becerro de Oro, entendido por tal las riquezas, el poder mal usado, la gloria, el fútil placer confundido con la genuina felicidad, y la exaltación de lo mundano, ir entre la gente hablando de ese Dios de Moisés, o de ese Ungido, Jesús, que proclamó al amor como la única energía (porque más allá del sentimiento el amor se transforma en una energía poderosa) capaz de salvar a la persona y a la sociedad. No es fácil, no,  pero no es imposible y, además, debe ser un compromiso. Un compromiso que debe ir más allá de cualquier creencia o no creencia, porque sin amor cualquier ser humano y la propia humanidad están perdidos.

Francisco, no más comenzar su pontificado, ha conmovido al mundo. Puede decirse que es un Papa extraordinario para un tiempo extraordinario que no sólo vive la Iglesia, sino la humanidad. Tiempos difíciles, signados por intolerancias, enfrentamientos, injusticias de toda índole y naturaleza, ira, violencia física y moral, corrupción y tantos males por todos conocidos que afectan  al ser humano de nuestros días. Suele decirse, al describir este panorama, que estas situaciones el hombre las padeció siempre. Es cierto, pero hay algo que se calla: las riquezas materiales  acumuladas en el mundo, el conocimiento y la tecnología alcanzados son de tal magnitud como jamás las hubo ¿Por qué entonces tanto sufrimiento, tanto desamparo, tanta soledad incluso en compañía? Por la negación de la verdad y, recordando a ese Pilatos dudoso, cabe la pregunta: ¿Cuál es la verdad? Para el creyente la verdad es Dios y su ley. Pero para todos podría resumirse la respuesta diciendo que la verdad es el amor.

Y así como es difícil para el creyente salir a “hacer lío” y hablar de Dios, también es difícil para todos los idealistas salir a hablar del amor. No parece el amor gozar de buena presencia entre tantos agentes del odio. Sin embargo, y paradójicamente, aun los que odian lloran en algún momento por amor. Por el amor, por ejemplo, a un ser cercano y querido que se fue. Y esta circunstancia es la que permite, aun en estos tiempos difíciles, de corazones endurecidos, abrigar la esperanza de la conversión del hombre y  de la humanidad hacia un mundo digno de ser vivido por todos.

Sí, Francisco ha venido a ser un Papa extraordinario. Un Papa, incluso, que empieza a despertar admiración en mujeres y hombres de otra creencias, e incluso en ateo o agnósticos. Un Papa que quiere sacudir a una Iglesia Católica maculada en ciertos aspectos, apoltronada en  otros, con una “Buena Noticia” que muchos de sus líderes no han sabido difundir porque se van por las ramas de lo absurdo mientras llora el corazón humano.

“Vayan y hagan discípulos” “No tengan miedo”. No se lo ha dicho sólo a los jóvenes, sino a la propia Iglesia humana. Para cumplir con esto que pide un Papa extraordinario que quiere transformarlo todo, se necesita una Iglesia extraordinaria, que salga de un molde que no le ha sido útil ni a Dios ni al hombre. Tal vez se necesite una Iglesia que le ponga más ritmo, más sonido de tambores al mensaje crístico. Tal como sucedió ayer en la misa del Papa cuando se cantó el Gloria.

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