Gustavo Galuppo / Especial para El Ciudadano
Histeria es una serie de la cadena Peacock que acaba de estrenarse en Latinoamérica, en enero, a través de Max. En parte es un ejercicio algo nostálgico y tal vez innecesario de cierto cine de los 80, entre el terror y la comedia estudiantil liviana; pero en parte también es otra cosa, de seguro más interesante que esa premisa visible.
Con su progresivo juego de tramas convergentes, la serie, en sus ocho capítulos, logra construir el clima creciente de una locura colectiva que transforma los pormenores de un crimen atroz perpetrado en función de la intolerancia conservadora, en la ocasión de una revuelta general instrumentalizada para perpetuar esa misma violencia.
Desde el comienzo, las vías narrativas que convergen son varias. Por un lado, el disparador: un popular adolescente del pueblo es asesinado en circunstancias que parecen señalar hacia la ejecución ritual de prácticas satánicas. Por el otro, lxs integrantes de una ignota banda de Heavy Metal, típicxs perdedorxs y ninguneadxs del secundario, de modo inocente e imprudente ven en la situación generada por el tema del crimen la oportunidad de encumbrar a su grupo y alcanzar cierta visibilidad subiéndose al carro de la imagen satánica.
Por su parte, una adolescente estrella, harta de la vida pueblerina, revela intereses ocultistas y comienza a movilizar la intención de formar una secta. Pero eso no es todo, la fanática religiosa del pueblo profundiza una suerte de cruzada cristiana contra el mal. Y, en medio de todo, como si fuese poco, supuestos sucesos sobrenaturales comienzan a manifestarse en el pueblo confirmando las desmedidas elucubraciones paranoicas. Apariciones demoníacas proliferan en medio de un ambiente que poco a poco parece ir descarriando hacia el “pánico satánico” y la subsecuente caza de brujas. Todo servido para encontrar a un chivo expiatorio y “liberar” al pueblo del mal.
Una pieza importante falta en ese tablero. El policía del pueblo, bonachón y descreído de las fantasías persecutorias que empiezan a bullir en las mentes bienpensantes y conservadoras de esa Norteamérica de los 80, y que trata a toda costa, mientras investiga el crimen, de lidiar con el desastre que se anuncia y de mantener la cordura y la paz de la comunidad. El policía está interpretado, dando un enorme plus a la serie, por el gran Bruce Campbell, la leyenda del terror de los ochenta, que protagonizó las mejores películas de Sam Raimi en aquella delirante trilogía con su personaje Ash.
El chivo expiatorio, resulta evidente, autoproclamado incluso como tal en su ingenuidad, es Dylan (Emjay Anthony), el tímido líder de la banda heavy, que intenta aprovechar el repentino interés por lo oculto convirtiendo a su banda en una “falsa” banda de rock satánico. Judith (Jessica Treska), es la chica estrella del secundario, que se acercará de modo impensado al perdedor Dylan para utilizarlo y canalizar sus intereses ocultistas y formar una verdadera secta.
También juega allí Faith, hija de la fanática religiosa e involucrada en el secuestro y asesinato del estudiante. Y la comparsa se sigue expandiendo, el sacerdote, la compañera y el compañero de la banda, la madre de Dylan, acechada por la presencia diabólica, y una serie de personajes que expanden los sesgos de intolerancia del pueblo hasta el delirio. El esquema es el ya muchas veces recorrido de “pueblo chico, infierno grande”, y aquí casi es literal, o cuanto menos así pretenden que lo sea desde el fanatismo conservador…
Realmente HYsteria sabe jugar muy bien con todos esos elementos, entre el terror y la comedia estudiantil, en una clara referencia a ese cine (¿algo sobreestimado?) de los 80. Y lo hace con cierta ironía y levedad juguetona que no le quitan peso al verdadero eje del planteo, que es la locura del fanatismo ultraconservador, capaz de generar una situación colectiva de sugestión y violencia inventando y señalando enemigos.
Ese clima del “pánico satánico” parece haberse dado, realmente, en la Norteamérica de esa década, con un delirante terror colectivo a las sectas y a su encarnación popular en “peligrosas” bandas de rock que jugaban con esa imagen diabólica. Pero sin embargo, más allá de ese hecho puntual y en cierto modo anecdótico, Histeria, con su bienvenida levedad, no deja de hablar acerca de una generalización contemporánea, y muy coyuntural en nuestro ámbito, de esa locura de la ultraderecha voraz que fantasea manipuladoramente con enemigos, sean sectas satánicas, extranjerxs, disidencias sexuales, pobres, terroristas, o lo que sea, para generar olas de violencia colectiva, por supuesto irreflexivas y de consecuencias atroces y devastadoras.
No es menor que Histeria, una serie de seguro pequeña y sin muchas pretensiones, aunque solvente y divertida, se estrene sin embargo en este mundo en el que proliferan los discursos energúmenos como los de Trump, Elon Musk y, claro, del mismo Javier Milei.
Hysteria / HBO MAX / 1era. Temporada
Creador: Matthew Scott Kane
Intérpretes: Julie Bowen, Anna Camp, Emjay Anthony, Chiara Aurelia, Garret Dillahunt