Acuñadas en la década del 90 y famosas por ser vuelto en casas de comida rápida en esa época, las monedas de un centavo siguen teniendo curso legal, es decir que aún pueden utilizarse, pese a que ya no son tenidas en cuenta en las transacciones diarias por su casi nulo valor.
Aquellas personas que crecieron durante la gestión del presidente Carlos Saúl Menem, entre 1989 y 1999, seguramente tuvieron contacto con esas pequeñas piezas metálicas que comenzaron a circular el 10 de abril de 1992, cuando regía el «uno a uno» (un peso = un dólar) por la Ley de Convertibilidad.
Generalmente, las monedas de un centavo eran vuelto en lugares donde los valores de los productos eran de una determinada cantidad de pesos con 99 centavos, especialmente las casas de comida rápida.
Existen dos variantes de la moneda: una acuñado en una mezcla de cobre y aluminio y otra hecha en cobre, estaño y zinc, ambas con la frase «En Unión y Libertad» rodeada por ramas de laurel unidas.
A casi 26 años de su «nacimiento», pese a que para el Banco Central se trata de una de las monedas de curso legal, la inflación sufrida ha hecho que prácticamente haya desaparecido de circulación y sea tan sólo una evocación del pasado.
En la actualidad, un centavo de peso argentino equivale a 0,0005 de dólar.
Sin embargo, aunque con una moneda de un centavo no puede comprarse nada, hay quienes logran incrementar su valor al venderlas: en los populares sitios de ventas online se las puede conseguir por montos que rondan entre los 25 y los 50 pesos.
Ese valor puede llegar a la exorbitante suma de 300 pesos si se trata de metales con errores de acuñación y que fueron descartados por no estar aptos para su uso legal.
Incluso puede obtenerse un beneficio si se las funde: el kilo de cobre se cotiza alrededor de 45 pesos, el cual se puede lograr con 500 monedas de un centavo –pesan dos gramos cada una–, es decir cinco pesos.
La inflación y la devaluación acumuladas desde 1992 sepultó a la moneda de un centavo, que quedó como un recuerdo de viejas épocas.