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Las mujeres científicas le dedican más horas al trabajo no pago que los hombres

El dato surge de una encuesta hecha por Conicet que comparó el uso del tiempo en el ámbito científico de la provincia. Ellas destinan 3 horas y media diarias promedio a tareas domésticas y de cuidado de familiares. Es el primer estudio del país de este tipo

El trabajo en el sistema científico y tecnológico argentino es considerado de alta demanda. Mujeres y varones forman parte de equipos de investigación, dan clases, piensan políticas públicas, miden avances y resultados en comunidades internacionales y son fuente de consulta. En promedio, una científica de la provincia de Santa Fe dedica cerca de 7 horas al día por esas tareas. Pero el trabajo no termina al salir de la universidad, el laboratorio o el instituto de investigación. Cuando llega a su casa destina otras 3 horas y media a hacer tareas domésticas, cuidar a hijos e hijas y atender a otros familiares dentro y fuera del hogar. Esas tareas, que son pensadas como un acto de amor gratuito, son entendidas por la economía como trabajo no remunerado. No pasa lo mismo con los varones. Los científicos santafesinos cobran más horas pagas y destinan menos tiempo a las otras tareas.

Los datos surgen de la primera encuesta de uso de tiempo del sistema científico y tecnológico santafesino. Fue hecha en los últimos meses por un equipo de investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y de Conicet Rosario a pedido del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Santa Fe. Es el primero del país y midió cómo reparten las horas del día mujeres y varones que trabajan en la UNR, la UNL, la UTN, CONICET, el INTA y el INTI. Estuvo a cargo de Lucía Andreozzi, Patricia Giustiniani, Miriam Geli y Guillermo Peinado junto con un grupo de encuestadoras y encuestadores. Entrevistaron a 480 personas elegidas de manera aleatoria que representaron el 10 por ciento de la población científica de la provincia integrada por 4.743 personas.

Los primeros resultados del estudio fueron presentados este martes en la UNR, con un panel integrado por Andreozzi, Peinado, el rector de la UNR, Franco Bartolacci, la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, Erica Hynes y la secretaria del Área de Género y Sexualidades de la UNR, Florencia Rovetto. Son preliminares y abarcan el 60 por ciento de la encuesta. Entre los resultados más relevantes mostraron cómo reparten las horas del día mujeres y varones que trabajan en ciencia y tecnología. El estudio diferencia universidades de institutos porque la forma de trabajo es distinta.

“En las universidades casi el 60 por ciento tiene cargo simple, no full time. La distribución del tiempo es similar al resto de la población, donde las mujeres duplican a varones en horas de trabajo no pago y cobran por menos horas de trabajo remunerado. En institutos la mayoría son becarios, investigadores y no docentes con carga full time, lo que hace que la carga de trabajo sea pareja entre varones y mujeres”, explicó en diálogo con El Ciudadano, Andreozzi.

Tanto en institutos como en universidades las mujeres dedican un promedio de 3 horas y media a tareas domésticas, cuidado de hijos e hijas y atención de otros familiares dentro y fuera del hogar. Para los varones la carga de trabajo no remunerado varía: destinan 2.20 horas quienes ejercen en universidades y 3 horas quienes trabajan en institutos.

En relación con las horas de trabajo pago la diferencia entre mujeres y varones es cercana a las 2 horas. Mientras una científica en universidades cobra por 6.40 horas de trabajo diario, a un científico le pagan por 8 horas. En institutos es más parejo: mujeres cobran por 7 horas y varones por 6.34.

Políticas públicas

En Argentina hay tres estudios que midieron el uso del tiempo de la población general. En 2005 la investigadora Valeria Esquivel encabezó el grupo que hizo una encuesta en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en 2010 Andreozzi y su equipo encaró una en Rosario y en 2013 fue incluido por única vez un módulo sobre el tema en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec. Los tres midieron a la población en general.

Desde el Ministerio de Ciencia de Santa Fe vieron la necesidad de tener un estudio más específico. “Cuando se diseñan políticas públicas aparece la crítica de que en el Estado muchas veces no hay un diagnóstico previo a la acción. En relación con las tareas de cuidado no teníamos información fidedigna de cómo se distribuyen entre varones, mujeres y otras identidades en el ámbito académico y de la investigación científica. Queríamos ver si las mujeres eran afectadas por el peso del trabajo doméstico no remunerado para diseñar instrumentos que palien esta diferencia”, explicó Erica Hynes.

Para la ministra de Ciencia los resultados servirán a los gobiernos de todos los niveles del Estado para diseñar políticas públicas de igualdad y serán de utilidad para la comunidad científica que tendrá por primera vez un estudio de este tipo.

Lo que no se mide no existe

Desde el primer Ni Una Menos de 2015 los feminismos de la Argentina coparon la agenda pública. El caldo de cultivo que se venía tejiendo desde la vuelta de la democracia en los Encuentros Nacionales de Mujeres (ahora Plurinacionales y Disidentes) saltó a la masividad contra la violencia de género y los femicidios como su máxima expresión. En 2018 el debate de legalización y despenalización del aborto puso en discusión la autonomía de los cuerpos.

La pelea por la igualdad en el ámbito del trabajo también llegó. La frase “Eso que llaman amor es trabajo no pago” de la italiana Silvia Federici se volvió una de las consignas más escuchadas. Es que en promedio, las mujeres en Argentina ganan un 27 por ciento menos que los varones y dedican el doble de tiempo a tareas domésticas y de cuidado que ellos.

Quienes se dedican a las ciencias económicas tienen una premisa: lo que no se mide no existe. “Es una frase tiránica pero es cierto que para pelear por una política pública es importante tener datos”, explicó Andreozzi.

Para la docente e investigadora el tema es no quedarse en los números. “Estas investigaciones tienen que servir para pensar políticas públicas que terminen con la desigualdad. El trabajo no remunerado fue puesto en agenda por los feminismos. Estos datos son actuales y dan cuenta de que las mujeres siguen cuidando más y siguen teniendo menos tiempo para el trabajo pago que los varones. La transformación es lenta y es estructural pero el dato viene a reforzar una premisa que está instalada en la agenda pública pero no en la práctica”, dijo.

Andreozzi opinó que estos estudios sirven también para cuestionar paradigmas. “Cuando la mujer no tiene el secundario completo es más pobre de tiempo que el hombre. Dedica muchas más horas a las tareas de cuidado. Pero cuando tiene el universitario completo vuelve a subir en pobreza de tiempo. Tener un mejor nivel educativo no necesariamente da mejor calidad de vida. En el caso de las mujeres en ciencia, tienen una vida sobrepasada por la exigencia de la carrera que es meritocrática y demandante. Y además suman 3 horas y media de trabajo no remunerado”, explicó.

“Discutir la calidad de vida es pensar en el reparto de tareas. Cuando una mujer sale de trabajar y vuelve a la casa no descansa. Está comprobado que el sistema científico tecnológico es intenso. Los becarios tienen una situación de incertidumbre con sueldo inestable e inseguridad laboral alta. Si a eso se suman 3 horas y media de trabajo extra hay una clara desventaja en ese sistema meritocrático”, agregó.

Medir el tiempo

El estudio de uso de tiempo del sistema científico tecnológico santafesino no fue una tarea fácil. En cada encuesta las personas no fueron pensadas como un número. El equipo de Andreozzi entrenó a estudiantes que contactaron a cada una de las 480 personas y les hicieron entrevistas de 45 minutos que incluían un detalle del día anterior.

“Pareciera que hacer estadística hoy es atender un teléfono y que una máquina te pregunte qué pensás. Nosotros hacemos un trabajo humano. Creemos en un trato personalizado y en que las personas no son un dato. Cuando les hacemos una encuesta hay mucho más que nos dicen sobre cómo vivimos. Todo eso también lo analizamos”, explicó Andreozzi.

Las valoraciones son un ejemplo de toda esa información que aparece en una encuesta y que no se mide en números. En la entrevista les preguntaban a científicos y científicas de qué clase social consideraban que eran. “Aparecieron respuestas muy distintas que hablan de cómo se ven a sí mismos pero también de un momento social, económico y político para hacer ciencia. Muchos hablaban de precarización, clase media en descenso y otras formas de concebirse”, agregó la investigadora y dijo que los resultados de la encuesta de 2010 siguen siendo objeto de análisis y producen nueva información sobre el tema.

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