Considerada una de las voces más sobresalientes de la música popular cordobesa, Mery Murúa llegará a Rosario para presentar su disco Sal. El material, el tercero de su cosecha, permite disfrutar de la hermosa, dulce y potente voz de Murúa así como también del talento de los instrumentistas que la acompañan, entre ellos, el rosarino Franco Luciani. El material, como el resto de su repertorio, contiene variedad de sonoridades que hacen pie en el folclore pero que dialogan con el rock, pop, tango y hasta ostenta una versión flamenca de “Luna de Tartagal”.
La presentación será este sábado, a partir de las 21.30, en El Aserradero, de Montevideo al 1500
“La música es una manifestación genuina de los pueblos. Toda la música latinoamericana me suena familiar. Nunca siento que estoy abordando algo que no me pertenece”, confesó Murúa a El Ciudadano.
Nacida en Cruz del Eje, la vocalista tiene una vasta trayectoria que incluye su participación en festivales y conciertos, compartiendo escenarios con músicos como Juan Falú, Mono Izarrualde y Francesca Ancarolla, entre otros. Además, supo participar de los proyectos colectivos Palabración de la tierra junto a Paola Bernal, Juan Iñaki y José Luis Aguirre y del documental La 40, filmado a lo largo de la ruta 40.
La presentación de Sal, disco que fue grabado durante un concierto íntimo en la Estación Mitre de Córdoba, contará en Rosario con la presencia especial de la rafaelina Victoria Birchner y la rosarina Sandra Corizzo, dos de las voces referenciales de la provincia de Santa Fe.
Con estas artistas, así como con otros exponentes de la música popular de la región, Murúa mantiene estrecha relación. “El espíritu de compartir es el leit motiv de nuestro andar”, definió.
“Hay una construcción colectiva, una forma de hacer música de ahora. Tiene que ver con el cambio que se generó cuando la industria discográfica cayó abruptamente y, de repente, los mecanismos para difundir y grabar cambiaron. Si no se arma un colectivo cultural es muy difícil hacerlo”, graficó la artista, para quien la gran cantidad de propuestas que circulan por las redes son una muy buena señal. “Entre más personas elijan el arte para comunicarse, vamos a tener un mundo mejor, porque el arte es una herramienta de salvación de la humanidad”, graficó.
La carrera de Murúa está íntimamente ligada al folclore, que ella define como “algo que está en constante movimiento; una masa de arcilla que se va modelando según quien la trabaje”. “Nosotros somos, en este tiempo, hacedores de esta forma de concebir el arte que hoy tiene esta forma y mañana va a tener otra. Lo importante es que la identidad no se pierda. Que uno siempre sepa que hay un lugar, una música abierta, en la que puede volcar lo que quiere decir”, analizó.
—Tu último disco, “Sal”, reúne versiones de clásicos y temas inéditos ¿Cuál es el concepto que lo recorre?
—Este disco representa un homenaje a las mujeres de las que aprendí a cantar, de las que heredé este modo de decir. A mi madre, mis abuelas, mis tías. Vengo de un matriarcado bastante fuerte. Son canciones que aprendí de sus voces. “Te recuerdo Amanda”, “Resolana”, “Que seas vos”, “Río rebelde” y “Luna de Tartagal”, son canciones de ese tiempo. Después hay composiciones mías que tienen que ver con representar de dónde vengo. “Sal”, el tema que da nombre al disco, representa el paisaje árido de las Salinas Grandes: mi abuela vivía del lado de La Rioja, y del lado de Córdoba, nací yo. Entonces, ese punto es donde se unen o se separan los dos mundos en los que crecí. También hay dos canciones que le escribí a mi hija, en las que me pongo como un eslabón de una cadena que va a continuar con mis hijos, en este caso, mi hija mujer.
—¿Sentís que hay una línea femenina pisando fuerte en la música popular?
—Sí. De todos modos, si uno se pone a ver, las mujeres siempre fuimos gestoras de la música popular. Lo que quizás no pasó nunca es la visibilidad que lograron ahora esas mujeres a nivel masivo con figuras como Liliana Herrero, La Bruja Salguero y Mercedes (Sosa), que fue precursora de la mujer en el canto. Hay mayor visibilidad, quizá no en los festivales o en los encuentros más comerciales pero sí en otras formas de vincularse.
—¿Y cuál es tu postura frente a ese “no lugar” de la mujer en los festivales?
—Nunca se le dio lugar y estaría buenísimo que se le dé, pero la verdad es que yo invertiría más tiempo en generar nuevos espacios que en cambiarle las cosas a un festival que ya tiene 50 años. Crear una nueva forma es menos desalentador, no confrontar; prefiero utilizar esa energía en crear nuevos espacios.
—En tu repertorio tenés una lograda reversión de “El Arriero”. ¿Cómo te posicionás para redescubrir clásicos?
—En general, soy muy intuitiva. La versión de “El Arriero” salió en la ruta: estábamos haciendo un documental sobre la ruta 40. Tocaba el cajón en ritmo de landó y el paisaje me llevó a “El Arriero”, lo tocamos en ese tiempo y quedó. Después, con “Luna de Tartagal”, me pasó que siempre que la escuché me sonó a flamenco, pero nunca me animé a hacerla de ese modo. Más tarde, cuando se lo propuse a Alma Mora, que es un grupo de flamenco de acá (de Córdoba), les interesó y quedó.
—¿Estás trabajando en algo nuevo?
—Acabo de grabar un disco, es un homenaje a los 10 años que hace que toco con Horacio Burgos (guitarrista). Fue la excusa perfecta para hacer el disco que siempre quisimos: de guitarra y voz. Hicimos temas que quedaron afuera de otros discos. Por eso se llama Añejo, porque son canciones que están añejadas hace ya varios años.