A fines de junio el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) publicó datos económicos del primer trimestre del año. Uno de los más relevantes es que la población más pobre recibe apenas el 1,2% de los ingresos, mientras que el sector más rico concentra el 31,2%. Pero además, al desagregar los datos por sexo, el informe revela que en el sector de menores ingresos, las mujeres duplican a los hombres, mientras que en el de mayores ingresos se da la situación opuesta. “Existen dos componentes que explican esta situación: uno estructural, que indica que las mujeres se insertaron en el mercado de trabajo y el patriarcado las llevó a asumir tareas se servicios; y otro coyuntural, que hace que en momentos de crisis como el actual eso se profundice”, consideró la economista Sol González de Cap.
El informe de evolución de la distribución del ingreso, basado en la Encuesta Permanente de Hogares publicado la semana pasada por el Indec en relación al primer trimestre del año, revela que en el sector de la sociedad que percibe menores ingresos las mujeres más que duplican a los varones. En Argentina, hay 524.821 varones y 1.194.655 mujeres con un ingreso que ronda los 2.600 pesos.
Según el mismo informe, en el otro extremo se encuentran los ciudadanos y ciudadanas que más ingresos concentran. Lo revelador es que en este extremo de la tabla los datos son inversamente proporcionales. Entre las personas cuyos ingresos superan los 67 mil pesos, los varones son 1.127.787 y las mujeres 591.434.
Y hay otro dato: dentro de la población sin ingresos, los varones son 5.099.544 y las mujeres 5.912.921.
Para la economista Natalia Pérez Barreda, “las mujeres tenemos posiciones en el mundo del trabajo y en la distribución del ingreso en la economía en la que siempre estamos en desventaja. Somos las mujeres las que tenemos una tasa de desocupación un 20% mayor que los varones, porque históricamente hemos sido relegadas en el mercado de trabajo. Esto ocurre básicamente porque estamos a cargo de las tareas de cuidado y, por lo tanto, no tenemos trabajos remunerados porque estamos cuidando a nuestras familias, a nuestros hogares; o no trabajamos porque tenemos menor posibilidad de acceso al mundo laboral”.
“Y por supuesto que eso se reproduce en el otro extremo, donde son los varones los que tienen mejores remuneraciones, mejores puestos de trabajo, y eso también se ve en otras estadísticas: los ingresos de los varones en promedio superan un 20% a los de las mujeres justamente por esta desigualdad estructural que hay entre mujeres y varones en el mundo laboral. Esto también se refleja en los índices de pobreza: siete de cada diez hogares pobres están a cargo de mujeres”, agregó Pérez Barreda.
La economista Sol González de Cap consideró: “La coyuntura actual es de crisis. Son épocas donde los ingresos familiares caen y las mujeres se vuelcan al mercado de trabajo para compensar esa pérdida de poder adquisitivo familiar. Las mujeres que ingresan al mercado de trabajo en un contexto de crisis lo hacen en áreas precarizadas, informales, lo que se llama «la parte de atrás» del mercado de trabajo. Y si desagregás esos datos se observa que el tipo de empleo que tienen son generalmente trabajos informales, changas, en negro o ultraprecarizados. Y eso implica que muchas veces no tienen ni siquiera un ingreso fijo mensual. Ese es uno de los motivos por los que en los contextos de crisis se dice siempre que hay una feminización de la pobreza o que, de alguna forma, las mujeres terminan cargando más el peso de la crisis que los varones”.
González de Cap reconoce además un componente estructural: “Las mujeres generalmente están insertadas en las áreas peor remuneradas de la economía, que son la educación, donde hay casi un 60 por ciento de mujeres, la salud, y los sectores de servicios. Esos son los tres sectores de la economía donde hay mayor participación femenina. En cambio los varones están más concentrados en los sectores industriales, en áreas primarias, en áreas financieras o bancarias, en todos los sectores que tienen mejor remunerados a los trabajadores”.
Por eso la brecha, que en sus extremos aparece espejada: son más las mujeres que menos ganan, son menos las mujeres que más ganan.
El informe del Indec también desagrega parte de esa información por tipo de ingreso: laborales (que provienen como remuneración por un trabajo) y no laborales (que provienen de algún tipo de subsidio). Para todos los niveles de ingresos, los salarios de las mujeres siempre tienen un componente de ingreso no laboral mayor que el de que los de los varones. Y además, a medida que los ingresos son menores, el componente no laboral se hace mayor.
En el segmento de la sociedad que menos ingresos tiene, una mujer gana, en promedio 2.566 pesos y un varón 2.717. Ese dinero proviene, en el caso de las mujeres, en un 57,5% de ingresos no laborales, mientras que el que proviene del resultado de algún tipo de actividad laboral representa el 42,5%. En el caso de los varones, el ingreso está compuesto en un 24,5% por ingresos no laborales, y en un 75,5% por ingresos laborales.
La relación se mantiene más o menos en esa proporción en otros segmentos de bajos ingresos, y disminuye (aunque todavía existe) en el 30% de la población que más ingresos percibe.