“Desnuda de todo arbitrio, sin relaciones ni influjo, en esta ciudad no hallo medio de proporcionarme los útiles y viáticos precisos para restituirme a mi casa y seguramente quedaré arraigada por la necesidad”, expresó Juana Azurduy en sus últimos tiempos, cuando tras luchar en los principales escenarios de la guerra de Independencia y habiendo sido condecorada, fue despojada de bienes y hasta de una pensión otorgada por Simón Bolívar. Al igual que ésta, la voz de Juana Manso, Camila O’Gorman y otras mujeres se refleja en La historia argentina contada por mujeres. Tomo II. De la anarquía a la batalla de Pavón (1820-1861), de Gilda Manso y Gabriela Margall. Se trata de un trabajo que bucea en la historia del siglo XIX de nuestro país en el que aparece la voz de las mujeres en diferentes escenarios y conflictos. Reclamos, disputas por la moral que debía tener una mujer o sus reflexiones aparecen en estas páginas. En una entrevista con El Ciudadano, Margall expresó sus argumentos sobre la historia de las mujeres argentinas.
El rol de la mujer
En 1820 se disuelve el poder central que había sido generado en mayo de 1825 y había tenido distintas formas (Primera Junta, Junta Grande, Primer Triunvirato, Segundo Triunvirato y Directorio) porque las provincias del interior no se pusieron de acuerdo con Buenos Aires en cómo se iba a organizar el nuevo país que se estaba construyendo. Desde entonces, y hasta la formación de la República Argentina en 1862, los historiadores hablan de construcción del Estado nacional en una sucesión de gobiernos provinciales y nacionales, y de batallas. Sin embargo, poco o casi nada se señaló sobre el papel de la mujer en este pasado de las y los argentinos.
“El proceso revolucionario, la independencia y los intentos por construir un estado unificado no parecen haber afectado el lugar de la mujer en general, si consideramos que el “lugar de la mujer” era la casa, la escena privada y el cuidado de los hijos, siempre tutelada por un hombre, jefe de la familia. Había excepciones, por supuesto, pero no marcaban la regla, sino la excepción: Juana Manso, Juana Manuela Gorriti, Petrona Rosende, Mariquita Sánchez. De hecho, viéndolo desde el punto de vista de la historia de larga duración, el lugar de la mujer empeora a partir de la sanción del Código Civil en 1869”, aclaró Margall sobre el rol de la mujer en la sociedad argentina de mediados del siglo XIX.
Mujer, pobre, negra
“Hubo otros esclavos que dejaron a sus amos y volvieron atormentados por los remordimientos algún tiempo después; entre esos arrepentidos se encontraban mujeres que reaparecieron en casa de sus antiguos dueños al cabo de cinco o seis años con tres o cuatro rapaces a la rastra pidiendo ser reintegrados en la familia y protestando que las habían abandonado sus maridos”, escribió la viajera francesa Lina Beck-Bernard al narrar la situación de los africanos o afrodescendientes cuando se redactó la Constitución nacional de 1853 y el entonces presidente de la Confederación Argentina, Justo José de Urquiza, puso en práctica la ley de libertad total de esclavos. En este caso, Margall y Manso rescatan dos historias olvidadas, la de los negros y otra más soslayada, la de las mujeres negras en nuestra sociedad.
“Esto se daba mucho en las clases bajas porque a la dominación patriarcal se sumaba la pobreza”, explicó Margall haciendo referencia a las pobres que, como relata el texto de la francesa, tenían pocas posibilidades de hacerse un lugar en la sociedad y preferían resignar su libertad para poder vivir con sus hijos.
Otro caso de opresión fueron las parteras, quienes incluso disputaban espacio de poder con los hombres en temas tan delicados como los nacimientos.
“La cabeza me ofrecía dificultades para extraerla y creí poder hacerlo con sólo el auxilio de la mano. Yo conocía al instante que la cabeza era más voluminosa que lo natural”, expresó en un juicio por mala praxis Madama Pascal, la partera que debió someterse a los permisos del marido de la parturienta para actuar. En este caso, las autoras subrayan la popularidad del caso y desarrollan toda la historia de la salud femenina, en particular la maternal. En este análisis queda en evidencia que las comadronas o parteras eran fácilmente acusadas por su condición de mujer y porque pertenecían a los sectores bajos de la sociedad.
Mariquita y Camila
“La mujer representativa de la época, si por eso entendemos a la que se ajustaba a las normas, era la que no tenía un nombre que recordemos porque, precisamente, se ajustaba a la norma social que la ubicaba en la escena privada, obedeciendo a los hombres de la familia y cuidando a los niños. Las que traspasaban esas normas como Encarnación Ezcurra, Mariquita Sánchez, Juana Manso, Camila O’Gorman, Eduarda Mansilla y Juana Manuela Gorriti, entre algunas otras, son la excepción”, aclara Margall. Sin embargo, cabe preguntarse en qué condiciones fueron célebres estas mujeres. En el caso de Camila O’Gorman, quien se enamoró de un cura y huyó con él, hasta los pedidos de clemencia hicieron eje en las características negativas que señalaban que ese hecho fuera cometido por una mujer. María Josefa Ezcurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas expresó al gobernador de Buenos Aires y Restaurador de las leyes: “Debes recordar que es mujer y ha sido indicado por quien sabe más que ella, el camino del mal”.
Debates sobre la mujer
En estos días, el debate sobre la interrupción voluntaria del embarazo, que tiene en el centro a la mujer, ocupó la atención de la sociedad argentina. Sin embargo, sobre los temas referidos a la mujer que se volvieron polémicos en el siglo XIX, las autoras señalan la posibilidad de educación o su falta.
“El gran debate de la primera mitad del siglo XIX es la educación de la mujer: periodistas y escritoras buscaron, desde distintos lugares, defender y promover la educación femenina, algo que era cuestionado por otros sectores porque temían que la mujer educada se rebelara. En la segunda mitad del siglo XIX encontramos dos debates: uno es el cuestionamiento del Código Civil redactado por Vélez Sarsfield, que pone a la mujer casada como un menor de edad sin derechos sobre su patrimonio ni sus hijos y que sólo sería reformado en 1926. El otro debate es llevado adelante por las mujeres anarquistas en la última década del siglo XIX y es la posición de la mujer obrera y la defensa de sus derechos”, explicó Margall.
“En cuanto al tema del aborto, no lo tratamos en particular porque los documentos de la época hablan casi nada de eso (excepto por la mención de fetos aparecidos en el puente Alsina que hacían las anarquistas del diario La Voz de la Mujer). De hecho es muy complejo trabajar sobre sexualidad femenina porque apenas se habla del tema. Cuando pensamos la colección nos preocupamos por tener en los tres volúmenes capítulos que hicieran referencia al control del cuerpo femenino y de la reproducción y a la noción de “honor” que es la que se utiliza para reprimir el deseo de la mujer”, agregó Margall en referencia a los debates del presente.