Por María Alvado / Télam
Una de las consecuencias de la vigencia de estereotipos que construyen a las personas con discapacidad como asexuadas es que una parte de la sociedad sigue considerando como “imposible” la existencia de identidades LGBTIQ+ al interior de este colectivo, cuya agenda militante reserva un lugar cada vez más destacado a la lucha por el “derecho al deseo” junto con la búsqueda de formas más inclusivas de participación política.
“El orgullo no sólo marcha, también rueda”, podía leerse en los volantes que la cineasta, comunicadora y usuaria de sillas de ruedas Rosario Perazolo (25 años), repartió durante la última Marcha del Orgullo LGBTIQ+ en la ciudad de Córdoba, donde vive.
Al recrear diferentes portadas de un diario ficticio denominado “¿Y lxs discas?”, las distintas versiones del folleto incluyen una foto de personas con discapacidad (PCD) en alguna situación amorosa o erótica, junto a alguno de estos titulares: “Sin lisiadxs no hay orgullo”; “Si tu orgullo es capacitista, no sirve” y “¿Cómo te atreves a besar a la lisiada?”.
“Con esta intervención quise, por un lado, recordar que en la marcha no participa solo gente caminando para generar conciencia sobre la necesidad de incluir a la gente en silla de ruedas; y, por otro, cuestionar esto de que la militancia o activismo implica siempre «poner el cuerpo en la calle» o hacerlo de una manera «capacitista» o normativa”, dijo Perazolo.
La expresión “capacitista” se aplica a toda sociedad, espacio, objeto o práctica que sólo está pensada para las personas sin discapacidad, cuyas habilidades son consideradas la norma universal, dejando a quienes no encajen en ese modelo solo el camino de la adaptación o la exclusión.
“Pero hay otras formas de habitar la política que no tiene que ver con esos estándares normativos: salir a marchar en una silla de ruedas o seguir una consigna política aún estando acostada en una cama, también es activismo”, dijo.
Surgida tras la Marcha del Orgullo de la Ciudad de Buenos Aires de 2019, la organización “Orgullo Disca” toma prestado del colectivo de la diversidad este sentimiento de autoafirmación.
“(El fundador de la Comunidad Homosexual Argentina) Carlos Jáuregui planteaba que en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política; y las PCD (personas con discapacidad) decimos que en una sociedad que nos educa para el capacitismo, para una discapacidad puertas adentro y oprimida, el orgullo también es una respuesta política”, dijo Guadalupe Bargiela (21), activista, tallerista y estudiante de derecho con discapacidad visual.
“Y si bien cuando hablamos «orgullo» lo planteamos en términos de discapacidad, por supuesto que implícitamente está referido también a las identidades sexuales disidentes, porque es un concepto apropiado de los compañeros y compañeras LGBTIQ+ y la idea no es desapropiarlo, sino tomarlo como bandera de lucha. Entendemos que la discapacidad, como la diversidad sexual, es una identidad política, un territorio desde donde plantarse como trinchera y resistencia”, agregó.
Bargiela también cuestionó el capacitismo del que está teñida fundamentalmente la militancia política partidaria, y que no sólo afecta a las personas con discapacidad sino también a otros grupos como las personas adultas mayores.
Y explicó que la organización Orgullo Disca se reconoce como “hija y emergente” del mítico Frente de Lisiados Peronistas (1971-1976), el cual sigue siendo hoy una experiencia irrepetible en cuanto a organización política partidaria de personas con discapacidad.
Por su parte, el escritor, artista plástico, editor literario y docente Ayito Cabrera (21) planteó la dificultad que, según entiende, existe para “nombrar, no dejar afuera y tener en cuenta” a integrantes de ambos colectivos, que, como él, encarnan la interseccionalidad de ser al mismo tiempo una persona LGBTIQ+ –en su caso, una masculinidad trans– que tiene una discapacidad –en su caso, motora–.
“Por ahí me invitan a dar una charla (como activista de la diversidad sexual) o a marchar pero no tienen en cuenta la accesibilidad, y entonces resulta –por ejemplo– que el centro cultural donde tengo que ir, no tiene un baño accesible, lo que muestra que este tema no está en la agenda. Entonces el desafío es empezar a construir desde otro lado y proponer: «¿Podemos pensar un baño accesible, una marcha accesible?»”, contó el joven al frente de la Editorial Lesbotransfemidisca Tolomoche, que editó su libro “Corpografías”.
“Por otro lado, se está hablando muchísimo del derecho a la sexualidad o al deseo, pero dentro del colectivo de discapacidad estamos lejos de eso si no somos parte de la producción cultural. Si no hay protagonistas con discapacidad en las series, en las publicidades, en el cine; va a ser difícil construirnos como personas deseantes y deseadas, si ni siquiera participamos de los imaginarios de la gente y el jorobado de Notredame es el único protagonista que al final se queda solo”, agregó.
A su turno, Perazolo reflexionó que “la discapacidad y la diversidad sexual son dos temas que se enfrentan” en más de una forma.
“Por un lado, se cree que las PCD no tienen sexualidad, no tienen deseo, que no se pueden enamorar y que nadie se puede enamorar de ellas; y, por otro, se cree que las PCD no pueden elegir o discernir quién les gusta, a quién desean, quién amar y de qué forma hacerlo o cómo manifestarlo”, dijo.
“Imaginate si ya es difícil para alguien sin discapacidad vivir libremente su sexualidad en términos de elecciones sexuales o identidad de género, para alguien con discapacidad que tiene su derecho a decidir o de autonomía está totalmente condicionado, mucho más”, agregó.
Por su parte, Ayito planteó que no basta con que la persona con discapacidad reafirme la autonomía de su deseo. “Yo –dijo– puedo ser una persona deseante, pero qué pasa con el después, porque si te chocás con alguien que le gustás pero no lo puede admitir, volvemos a la imposibilidad… Como nos han educado para que nos guste alguien hegemónico es necesario reeducar el deseo y hacernos la pregunta de por qué no te gusta alguien no hegemónico”.
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