La palabra que nos acompaña este mes en Por Siempre Aquí y Ahora es confianza. Y decididos a profundizar en ella, comencemos por lo básico, que es su significado:
Confianza: esperanza firme que se tiene de alguien o algo. // Seguridad que alguien tiene en sí mismo. // Ánimo, aliento, vigor para obrar.
Desde la visión del couching podríamos decir que la confianza proviene de los juicios que tenemos y cada día salimos a confirmarlos, esos que nos hacen ser más o menos confiados.
Es la misma disciplina que nos pregunta si estamos dispuestos a “abrir o cerrar las puertas de la confianza”, en cada momento, frente a cada hecho, frente a cada persona…
Dentro de las diez cualidades correctas que propone la filosofía budista, una de ellas alude a la confianza: “Confiar en las consecuencias de las acciones kármicas es el punto de vista correcto para la persona de capacidad inferior”.
Por otra parte, hemos escuchado de maestros como Paramhansa Yogananda decirnos que “tanto tu debilidad como tu fuerza son creadas por ti”. Y ahí la gran pregunta es: ¿En qué o quién confío cuando me siento débil? ¿Y en qué o quién confío cuando me siento fuerte? ¿Qué hace que sea una u otra cosa? ¿Que me encuentre en vínculos confiables o en un mundo confiable? ¿Será que hay algo mayor que sustenta la confianza?
Qué tal si para cerrar este abanico de reflexiones recordamos parte de la lección Nº 47 del curso de milagros:
Lección 47: Dios es la fortaleza en la que confío.
Si sólo confías en tus propias fuerzas, tienes todas las razones del mundo para sentirte aprensivo, ansioso y atemorizado. ¿Qué puedes predecir o controlar? ¿Qué hay en ti con lo que puedas contar? ¿Qué te podría capacitar para ser consciente de todas las facetas de un problema, y de resolverlos de tal manera que de ello sólo resultase lo bueno? ¿Qué hay en ti que te permita reconocer la solución correcta, y garantizar su consecución? Por ti mismo no puedes hacer ninguna de esas cosas. Creer que puedes es poner tu confianza en algo que no es digno de ella, y justificar el miedo, la ansiedad, la depresión, la ira y el pesar. ¿Quién puede depositar su fe en la debilidad y sentirse seguro? Por otra parte, ¿quién puede depositar su fe en la fortaleza y sentirse débil? Dios es tu seguridad en toda circunstancia. Su Voz habla por Él en toda situación y en todos los aspectos de cada situación, diciéndote exactamente qué es lo que tienes que hacer para invocar Su fortaleza y Su protección. En esto no hay excepciones porque en Dios no hay excepciones. Y la Voz que habla por Él piensa como Él.
“Dios es la fortaleza en la que confío”. Reconocer tu propia debilidad es un paso necesario para la corrección de tus errores, pero no es suficiente para darte la confianza que necesitas, y a la que tienes derecho. Debes adquirir asimismo la conciencia de que confiar en tu verdadera fortaleza está plenamente justificado en relación con todo y en toda circunstancia.
En la última fase de cada sesión de práctica trata de llegar muy hondo dentro de tu mente a un lugar de verdadera seguridad. Reconocerás que has llegado cuando sientas una profunda sensación de paz, por muy breve que sea. Hay un lugar en ti en el que nada es imposible. Hay un lugar en ti donde mora la fortaleza de Dios.
Repite la idea frecuentemente en el transcurso del día…
Después de este recorrido quizás coincidamos en que el camino del corazón es la forma de la confianza…
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