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Las semejanzas entre la Peste Negra ocurrida en la Edad Media y el coronavirus

Las rebeliones campesinas en el medioevo junto a las pandemias modificaron en parte las estructuras feudales pero no las relaciones de poder que, con otras formas, perpetuó el capitalismo y que pueden verse hoy perfectamente ante la crisis provocada por el covid-19

Hacia fines del siglo XIV, se produjo una serie de rebeliones campesinas en Europa. Una de ellas fue la famosa Revuelta de los Ciompi en Florencia (Italia); otras no menos importantes fueron las llamadas Revueltas campesinas de 1381, en Inglaterra, también conocidas como la “Rebelión de Wat Tyler” (que era el nombre de uno de sus líderes) o también como “El gran levantamiento”.

Esa rebelión llevó a los campesinos a las puertas de Londres y a poner en juego a la cabeza del propio rey inglés, Ricardo II, quien quiso costear la guerra contra la nobleza francesa que llevaba adelante la Corona con el esfuerzo de los desposeídos de su país, que no era otra que la conocida como La guerra de los cien años (1337-1453).

Una caravana de campesinos nacida en Essex fue sumando rebeldes y se unió a Wat Tyler, un personaje que luego se convertirá en un luchador legendario.

La contienda había sido exitosa hasta cuando a las puertas de Londres el rey dijo que no les cobraría a los empobrecidos campesinos al tiempo que traicionaba a los líderes de la rebelión, quienes terminarían ejecutados.

A pesar de sus dimensiones, la rebelión terminó, como tantas otras jacqueries (nombre francés que se le dio a las revueltas campesinas medievales que comenzaron al noroeste de París), en robo de cereal para saciar el hambre y luego fue sofocada con represión y muertes; de todos modos, el levantamiento caló un poco más profundo al atacar y clavar una daga en el cuerpo corrupto y debilitado del sistema feudal.

En el seno de la marcha de los rebeldes, un cura llamado John Ball, ligado a los campesinos les hizo una incisiva pregunta. Dijo: “Cuando Adán araba la tierra y Eva hilaba, ¿quién era entonces el señor feudal, el caballero?”.

Nadie pudo responder y entonces la frase fue más poderosa que la rebelión de miles de hombres y mujeres enfurecidos porque desestructuró la base de la ideología feudal. El señor feudal, el caballero, era un invento.

Los tres órdenes

Como es sabido, en términos generales el feudalismo fue un sistema económico, social y cultural que tuvo lugar durante la Edad Media.

Algunos autores como el historiador Jacques LeGoff apuntan que estaba basado en el trabajo de la tierra que pertenecía a un señor feudal, dueño del territorio y el castillo y también de una escuadra de caballeros rentados que presionaban a los habitantes de ese dominio a pagar su renta.

El campesino tenía derecho sobre su familia y sobre cómo iba a desarrollar sus actividades pero tenía la obligación de pagar una renta en bienes, o más tarde con dinero, y también tenía que brindar servicios al señor, incluso marchar a la guerra con él si fuese necesario para defender los territorios y el honor.

El señor feudal tenía una serie de derechos sobre las personas (jurídicos y políticos) además del derecho a cobrar por el uso de espacios públicos como el cruce de ríos o el uso de bosques, que servían para hacer leña y cazar animales.

La coacción y la violencia, sin embargo, no eran los únicos elementos que tenían los señores y sus caballeros para obtener el sometimiento de los campesinos.

Tampoco se debe pensar que los que trabajaban la tierra fueran tontos; de hecho, infinidad de veces se levantaron en contra de sus señores cuando el hambre los acorralaba.

Hubo un relato que ayudó al sometimiento de la familia campesina, una ideología llamada “de los tres órdenes”, servida por una institución aliada a los poderosos, la Iglesia Católica, que a partir de sus funcionarios, gestó la idea de un orden social que sostenía que Dios había creado a los hombres y a las mujeres con determinadas funciones.

En primer término estaban los oratores, es decir los sacerdotes, sobre todo la alta curia eclesiástica que se salvaba del trabajo cotidiano porque debía rezarle a Dios para proteger a su pueblo del pecado.

En segundo lugar, estaban los bellatores, señores feudales y caballeros que con sus espadas “defendían” al pueblo de Dios de cualquier enemigo. Y por último, los laboratores, la plebe que castigada por Dios estaba condenada a trabajar la tierra para sostener a los otros dos por sus servicios.

En este sentido deben leerse las palabras del cura John Ball, que cuestionaba el rol de los nobles en la sociedad e incluso agregaba: “Desde el principio todos los hombres por naturaleza fueron creados iguales, y nuestra esclavitud o servidumbre se produjo por la injusta opresión de hombres malvados.

Ya que si Dios hubiera creado esclavos desde el principio, él habría designado quién debía ser esclavo y quién libre. Y por lo tanto os exhorto a ver que el momento ha llegado, otorgado por Dios, en el cual podéis (y vais a) liberaros del yugo de la esclavitud y recuperaréis vuestra libertad”.

El sermón del cura Ball atacó la ideología feudal y algunos historiadores como Christopher Hill afirman que fue el inicio de la debacle de ese sistema.

La Peste de 1348 como disparador

Las rebeliones de la segunda mitad del siglo XIV no surgieron de la nada sino que tuvieron un importante antecedente en la gran epidemia que se inició en Europa en 1348 y en dos años liquidó entre un cuarto y un tercio –es difícil precisar cuánta gente murió pero se estima que murieron 25 millones de personas– de la población europea tras haber hecho estragos en Asia.

La Peste negra, muerte negra o peste bubónica –porque formaba una inflamación en las inglés, cuellos o axilas– llegó al Viejo continente por el intercambio comercial que se había reiniciado a través del Mediterráneo y por la que se culpó a las ratas y sus pulgas.

Lo cierto es que las condiciones higiénicas no eran las mejores, más bien todo lo contrario porque la limpieza no era una conducta bien vista. Desde el año mil, la situación económica europea había mejorado y había permitido el renacimiento del intercambio comercial de las ciudades o burgos.

Pero ese crecimiento se fue agotando hacia fines del siglo XIII, cuando las cosechas dejaron de dar excedentes, volvieron escenas de hambre y las guerras.

La llamada Guerra de los Cien Años fue una disputa entre distintas dinastías monárquicas por la Corona del Reino de Francia e implicó a varios reyes y generaciones.

Esto trajo complicaciones económicas porque arrastraban hombres a las batallas y dejaban sin recursos humanos para trabajar los campos, que además solían arruinarse porque muchos de los enfrentamientos tenían lugar allí.

Por supuesto, la guerra y la peste sacrificaron en primera instancia a los pobres que dejaron sus vidas en los campos de batalla o fueron quienes menos pudieron hacer frente a las enfermedades y al hambre.

Sin embargo, a la larga también afectaron a los señores feudales que se quedaron sin gente de trabajo en sus dominios.

Las rebeliones, entonces, también deben explicarse en el reconocimiento que tuvieron los campesinos y campesinas de que su trabajo valía mucho, y que ya renegaban del sometimiento a la servidumbre feudal.

Ideologías vivas

La pandemia que atravesamos hoy también pone en peligro nuestras vidas y propone nuevos desafíos hacia el futuro además de algunas reflexiones. Si se miran estos hechos ocurridos durante la Edad Media vemos claramente que la higiene y la producción agrícola en otras manos que no fueran sólo las del señor feudal podrían haber salvado miles de vidas de aquella Peste negra.

Tampoco deja de sorprender el comportamiento de campesinos medievales por permitir el avasallamiento de derechos que, incluso, llegó a prácticas tales como la ius primae noctis, es decir el derecho del señor feudal a pasar la primera noche de matrimonio con la novia campesina que iba a casarse.

La pregunta es cómo nos verán en el futuro porque está claro que la cuarentena nos quitó el velo de las llamadas funciones esenciales. Los profesionales de la salud, empleados de supermercados o almacenes, choferes de colectivos, entre otros, salen se exponen para intentar salvar vidas o para mantener en funcionamiento al sistema.

También está claro que la cuarentena, al obligar a los trabajadores y trabajadoras a permanecer en sus casas, va a afectar a la economía. Frente a esto y parafraseando al cura John Ball podríamos preguntarnos: ¿A qué se dedican los ricos? Hasta ahora nos habían querido convencer que habían hecho  su fortuna porque son personas excepcionales que lograron éxito en base a trabajo y esfuerzo.

La ideología del capitalismo justifica por qué hay ricos y pobres. ¿Alguien todavía sigue creyendo en esto que ya viene siendo puesto en duda desde hace más de 150 años?

¿No será hora de que los ricos paguen para que las manos que hacen realmente mover al motor de la economía y de la sociedad, puedan seguir viviendo?

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