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Las técnicas del placer en el baile contemporáneo

Post-nacional y hedonista, la cultura electrónica se ha expandido como un virus por todo el planeta. Multitudes “colocadas” bailando al ritmo de la música electrónica en Miami, Tokio, Buenos Aires, Berlín, México, Londres, Río de Janeiro, Gante. Techno, house, trance, hardcore, tech-house, drum´n´bass, gabber, para mencionar algunos, forman parte de los géneros que ponen en movimiento a millares de cuerpos.

Post-nacional y hedonista, la cultura electrónica se ha expandido como un virus por todo el planeta. Multitudes “colocadas” bailando al ritmo de la música electrónica en Miami, Tokio, Buenos Aires, Berlín, México, Londres, Río de Janeiro, Gante. Techno, house, trance, hardcore, tech-house, drum´n´bass, gabber, para mencionar algunos, forman parte de los géneros que ponen en movimiento a millares de cuerpos.

Sin dudas, éste ha sido un fenómeno socio-cultural de gran relevancia en el tránsito del siglo XX al XXI. La postal aérea del millón de bailarines del Love Parade, alrededor de la columna de la Victoria en el Tiergarten de Berlín, tal vez sea una de las imágenes más emblemáticas. Son muchos. Bailan “colocados”, seguramente con éxtasis.

Es esa cultura de baile contemporánea. Los flujos de sonidos que despliega la música electrónica en festivales y clubes en su encuentro con el uso de sustancias estimulantes aplicadas a la sonoridad, el movimiento corporal y la expansión de la sensibilidad, constituye una suerte de intersección de dos técnicas del placer: la música y las drogas.

Ambas tienen una larga historia y una relación de “afinidad electiva” que cada tanto se recrea. La escena electrónica introduce un nuevo impulso y renueva esa relación con énfasis particulares. Resulta interesante pensar el baile como parte de la problemática de la comunicación, ya que nos vuelve a poner frente a las interacciones “cuerpo a cuerpo” en un contexto en el que, por momentos, todo parece devenir imagen y virtualidad.

Elías Canetti considera que uno de los mayores temores del ser humano es ser tocado por lo desconocido. Ese temor fue fundando las distancias que los hombres trazan con su alrededor y la “aversión” al contacto no desaparece simplemente al mezclarnos con gente: “Solamente inmerso en la masa puede el hombre liberarse de este temor a ser tocado. Es la única situación en la que este temor se convierte en su contrario”. En alguna medida, la rave y la fiesta electrónica se constituyen en la inversión de ese temor, aunque sin duda no sólo porque hay personas aglomeradas. Se trata, además, de una forma de masa festiva cuya meta es la fiesta y su articulación está dada por el ritmo.

Química y electrónica

En esta situación, se modelan formas de comunicación e interacción con particularidades: que consista en una escena vinculada al baile y al consumo de una sustancia como el éxtasis no puede tratarse como un detalle menor. Se trata de una convergencia entre música y sustancias que, en parte, pone a ciertos saberes en cuestión: no se encuentran con el característico paisaje de sujetos con vidas arruinadas. Al contrario, la están pasando bien. Esto no quiere decir que lo hagan sin riesgos, pero contradice el relato típico.

La 3-4 metilendioximetanfetamina o MDMA es la sustancia de la droga que se conoce como éxtasis, en forma de pastillas y también en polvo. Según la caracterización del filósofo Antonio Escohotado, el efecto que produce la MDMA …tiende a evocar disposiciones de amor y benevolencia. Incluso cuando lo que se experimenta es cualquier ánimo emparentado con la tristeza, esos sentimientos afloran en formas tan cálidas y abiertas a inspección que producen el alivio de una sinceridad torrencial.

Las miradas deterministas y simplistas suelen tratar la droga de un modo unilateral y prácticamente como la causa de la “cultura de la música electrónica”. Sin embargo, esto dista de ser así. El éxtasis existe desde antes y sería adecuado decir que desde antes de ser éxtasis. Se trata de una sustancia de las denominadas drogas de diseño y fue sintetizada por primera vez en 1912 en los laboratorios Merck de Darmstadt (Alemania). Quedó archivada cuando estalló la Primera Guerra Mundial. La reaparición ocurrió en la década de los 60: en primer lugar, logró sintetizarla Gordon Alles; luego, el químico Alexander Shulgin, en California. La década ofició como un momento muy propicio a la experimentación sensorial y la búsqueda espiritual a través del consumo de sustancias psicodélicas (como el LSD). Alexander Shulgin probaba los efectos sobre sí mismo. En 1965, logró sintetizar la MDMA. Según su experiencia, no era una droga típicamente psicodélica, pero tenía sus rasgos, aunque no era visual o alucinatoria.

Hacia 1977, Shulgin le hizo conocer el tema al psicólogo Leo Zoff, que la distribuyó entre los colegas y planteó posibles usos terapéuticos. En el contexto de la comunidad psi, el nombre que recibió la droga fue Adán. Los psicólogos no hacían publicaciones referidas a la sustancia para mantenerla en reserva. Planteaban estudiar sus efectos y potenciales para la expansión de la vida psíquica, los aportes a la mejora de las relaciones personales, el desplazamiento de bloqueos y traumas subjetivos, etcétera. Habían aprendido de la mala experiencia con el LSD y la política de “extensión masiva” que terminó en la prohibición en 1966.

Sin embargo, para principios de la década del ochenta –y vinculado a la corriente terapéutica–, el Boston Group comenzó a fabricar MDMA y a venderla con “manuales de vuelo” que enseñaban el modo de usarla. Aunque todavía no era una droga aplicada al baile, en Inglaterra se prohibió ya en 1977. La DEA solicitó recién hacia 1984 que fuera incluida en la categoría I de la ley de Sustancias Ilegales. Lo logró en 1985 y así quedó incorporada a la cruzada neoconservadora contra las drogas como política para el mundo occidental. Aunque es presentada en los discursos oficiales como un peligro que acecha, el eje central suele ser la dimensión legal.

La peligrosidad del éxtasis es sumamente debatida, como también su capacidad de generar adicción. La ilegalidad de la sustancia implica un riesgo y por esto no es sencillo saber qué realmente es lo que se está consumiendo. Pero su carácter ilegal no parece una razón suficiente para comprender su inscripción en el baile contemporáneo social. La MDMA comenzó a ofrecerse en “fiestas de éxtasis” –sobre todo en discos y bares gay– como una droga feliz e ideal para bailar. En Texas se distribuyeron millares de dosis y al poco tiempo la droga arribó al ambiente de los negros gay en Nueva York y Chicago. Así, finalmente, fue que llegó ser lo que es en la actualidad: éxtasis.

* Doctor en Ciencias Sociales. Profesor de Teorías y Prácticas de la Comunicación I, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Fragmento de “Química y electrónica. Las técnicas del placer en el baile contemporáneo”

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