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Las víctimas K y la urgencia de un vice

De la Sota rompió un pacto con Cristina.

José Manuel de la Sota subestimó a Cristina de Kirchner: rompió un pacto sellado según el cual la vice cordobesa la ocuparía un K. Como represalia, la presidenta ordenó retirar candidatos y apoyo al PJ cordobés; avisó, además, que será prescindente en la campaña.

En Olivos reina la certeza de que sin ese respaldo De la Sota no vencerá a Luis Juez. Cristina de Kirchner desistió, sin embargo, de anotar un candidato propio como le sugirieron sus operadores el fin de semana pasado. Si lo hacía, la derrota del PJ cordobés se suponía inevitable.

No quiso pagar ese costo. El martes abortó la operación pero autorizó, para que no queden dudas sobre el “no acompañamiento” a De la Sota, que se ordene a los kirchneristas que se retiren de la boleta encabezada por el exgobernador cordobés.

Patrocinar una cuarta lista, además de empujar al PJ a un fracaso –que implicaría perder el control de la tercera provincia argentina–, la exponía a un papelón electoral propio. Un candidato K puro apenas podría, con suerte y viento de cola, superar los 10 puntos.

Mañana la presidenta pisará Córdoba para inaugurar, en Villa María, un aeropuerto que homenajea a su esposo fallecido. En otro contexto, hubiese sido el primer aval a De la Sota. Tras la ruptura, avisó que no quiere ver ahí al candidato ni a Juan Schiaretti.

De la Sota rifará a solas su suerte. El gobierno, se jura y perjura, nada hará para que gane. ¿Hará lo contrario? Juez, la semana pasada, en el Senado, le hizo un favor monumental: firmó un dictamen que permitirá reelegir a Mercedes Marcó del Pont al frente del Central.

Sobre Juan Carlos Mazzón, que defendió la postura delasotista –ratificó el argumento de que Alicia Pregno era K, cuando fue, durante la 125, una ferviente anti K– caen críticas. Un desafío de ese volumen, dentro de Casa Rosada, no es un dato menor.

El episodio cordobés estrena una categoría política: la de “viudo” de Cristina de Kirchner. El traje le calza, a la perfección, a De la Sota pero Daniel Filmus, en Capital, y Agustín Rossi, en Santa Fe, sin la brutalidad de lo ocurrido en Córdoba, se aproximan a ese rango.

Filmus fue un candidato forzado y ahora es víctima de esa rebeldía: hace 20 días, a desgano, la presidenta lo nominó. Recién ayer, a menos de un mes de la primera vuelta, tuvo un spot en TV: una animación en el “prime time” que Marcelo Tinelli le ofrece a la popular.

Entre tanto, la fórmula K perdió presencia en la zona sur de la ciudad: está, aseguran cerca de Filmus, 40 a 20 en relación con Mauricio Macri. “Está muy instalado que Cristina no lo quiere”, admite el dirigente que es, además, candidato. Eso dificulta el teórico plan de generar empatía entre los votantes de ambos.

La presidenta mide 10 puntos más que Filmus. Los teóricos K interpretan que si ella abraza al candidato puede lograr una transferencia de votos que lo acerque a la victoria. Hasta ahora, hizo todo lo contrario. Tiene, igual, tiempo para hacerlo.

Filmus explica, en reserva, que su discurso –sobre la seguridad, los piquetes y el caso Schoklender– son un relato para seducir a los macristas decepcionados en la segunda vuelta. Los ultras, encabezados por La Cámpora, le exigen que haga cristinismo explícito.

Subyace, como una maldición, un viejo teorema atribuido a Alberto Fernández –que en todo caso acogió Néstor Kirchner– sobre la conveniencia de que la Capital la gobierne un opositor porque sus conflictos, de ser el intendente propio, repercuten en la Casa Rosada.

La obstinación de Olivos, en 2007, a favor de Filmus y en contra de Jorge Telerman facilitó la victoria de Macri, alimentó las presunciones sobre un plan oscurantista para no ganar la Capital. Pudo ser, también, el modo de vestir de genialidad un error táctico.

Con Cristina de Kirchner la cuestión es más simple: la presidenta, que centraliza al extremo las decisiones, quiere despegarse de cualquier foto que refleje una derrota. De la Sota, Filmus y Rossi son candidatos a posar ante ese flash. Son potenciales manchas venenosas.

La participación intensa de la presidenta en esas batallas puede implicar, antes que la derrota de los candidatos, un tropiezo personalizado de Cristina de Kirchner. Capital vota el 10 de julio (balotaje el 31) y Santa Fe el 24; Córdoba, el 7 de agosto. La secuencia podría ser traumática.

Rossi rema contra esa resistencia. Carlos Zannini y Julio de Vido, por etapas, apostaron por Rafael Bielsa guiados por una antigua sentencia de Kirchner según la cual el Chivo no debía ser el candidato. Rossi desafió el mandato y sufre, todavía, las consecuencias.

Otras osadías sumaron malestar. Rossi habilitó una colectora juvenil que obtuvo, en la primaria, más de 50 mil votos y colocó dos diputados “a salir”. Una herejía sentar ese precedente: el modus operandi K es imponer, a lapicerazos, a sus cuadros sub 40.

El efecto de la irrupción de Hermes Binner como candidato presidencial es incierto: la elección santafesina se nacionaliza y, frente a ese proceso, la presidenta pondrá en juego sus indicadores de adhesión que en esa provincia están por encima del 40 por ciento.

Contracara

El pánico a la derrota –o las derrotas– tiene una contracara. ¿Y si al final sus “viudos” triunfan incluso a pesar de su falta de respaldo explícito? Rossi, Filmus y De la Sota, ganadores en sus provincias, se instalarán como ofertas para la sucesión de 2015.

Esa galería, a los ojos del kirchnerismo furioso, es tétrica: la pueblan, en la instantánea actual, Juan Manuel Urtubey, Daniel Scioli y Jorge Capitanich. En baja, también puede anotarse a Sergio Massa. Salvo el chaqueño, los demás son ajenos, distantes o arrastran historias de destrato.

Si, vencedores, se acoplaran Filmus, Rossi y De la Sota –algunos o todos, es indistinto–, los continuadores del modelo nac&pop más allá de 2015 serían, casi en totalidad, soldados de un ejército de ajenos o maltratados por los K.

El vice de Cristina de Kirchner adquiere, frente a esa eventualidad, una urgencia esencial: el compañero de la fórmula presidencial debe ser portador de los dones de garante y heredero.

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