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Las voces de América latina suenan fuerte en los foros

La crisis financiera que tiene epicentro en Estados Unidos y Europa hace girar los ojos del mundo hacia los países en desarrollo.

La crisis financiera internacional que tiene epicentro en Estados Unidos y Europa hace girar los ojos del mundo hacia los países en desarrollo y de ese modo las voces de América latina resuenan con fuerza en los foros internacionales, como ocurrió esta semana en la Asamblea General de la ONU.

“No es por falta de recursos financieros que los líderes de los países desarrollados todavía no encontraron una solución para la crisis. Es, permítanme decirlo, por falta de recursos políticos y de claridad de ideas”, recriminó la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en el primer discurso de un jefe de Estado ante la Asamblea número 66 de las Naciones Unidas.

La mandataria brasileña marcó así uno de los ejes en los que coincidirían la mayoría de los presidentes latinoamericanos.

A ese planteo le sumó el reclamo para regular y controlar el sistema financiero internacional, al que definió como una “fuente inagotable de inestabilidad”.

Rousseff también exigió una vez más la reforma de los organismos multilaterales de crédito para aumentar la participación de los “países emergentes”.

Claro que a ese pedido reiterado por parte de los países de América latina, la presidenta de Brasil le sumó un argumento extra: las naciones del Sur del globo son hoy las “principales responsables del crecimiento de la economía mundial”.

Rousseff advirtió que mientras se destruyen millones de empleos en Europa y Estados Unidos su país muestra casi “pleno empleo”.

Y mostró la vuelta de campana que está registrando el mundo al ofrecer “ayuda” a los países desarrollados.

A su turno, Cristina Fernández de Kirchner hizo eje en un argumento que viene siendo objeto de una sorda batalla en los foros internacionales y en el que la Argentina plantó bandera.

La presidenta argentina rechazó los planteos por una regulación en el precio de los productos primarios, propuesta que vienen meneando los países centrales desde que estalló la crisis financiera global en el cuadrante noroeste del mundo.

La jefa del Estado advirtió, como Rousseff, que lo que se debe regular es el mercado financiero global y el flujo mundial de capitales, que a partir de la década del 70 comenzó a derribar todo tipo de barreras.

Cristina advirtió que hoy los flujos especulativos pueden ir hacia los “commodities” -uno de los ejes de la recuperación de las economías de América del Sur-, pero que si no se regula a esos capitales, mañana pasarán a generar burbujas de precios incluso en “las pastillas de menta”.

Los países más pequeños de la región, como Paraguay y Bolivia, también cuestionaron -con palabras aún más duras- las políticas económicas y financieras de los países centrales.

Y abundaron sobre la necesidad de proteger las riquezas naturales con las que cuenta América latina.

Otros fueron los ejes elegidos por los presidentes Sebastián Piñera (Chile), Juan Manuel Santos (Colombia) y Felipe Calderón (México), representantes de fuerzas políticas que pueden caracterizarse como de centroderecha.

Piñera advirtió sobre la necesidad de preservar la “libertad” y de volcar a la región hacia el desarrollo de la ciencias y la tecnología.

Calderón y Santos, al igual que el peruano Ollanta Humala se refirieron a la cuestión del narcotráfico y se comprometieron a combatirlo.

Resultó de todos modos interesante comprobar cómo se despliegan los equilibrios en la región en distintos temas.

Así, si bien muestran estilos distintos a los de otros gobiernos de la región, Santos y Piñera se ocuparon de destacar el rol que cumple en América latina la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).

De hecho, Santos resaltó ante sus pares de todo el mundo las gestiones de “buenos oficios” que realizó en 2010 el ex presidente Néstor Kirchner “para el acercamiento entre Colombia y Venezuela” y destacó que “su gestión fue altamente efectiva”.

“Ese fue un gran legado que dejó a la región”, señaló Santos, en un nuevo guiño hacia el gobierno argentino.

Sobre la cuestión del impulso al ingreso de Palestina a la ONU, la voz de Brasil y la Argentina fue coincidente en el apoyo.

Colombia, más alineada con los Estados Unidos en cuestiones de seguridad internacional, imitó el rechazo expresado por Barack Obama.

Más divergencias surgieron con la histórica aspiración de Brasil de integrar el Consejo de Seguridad de la ONU.

La Argentina y México cuestionaron la posibilidad de ampliación de miembros permanentes del Consejo y abogaron por la eliminación del poder de veto en ese foro.

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