La caída de precios y demanda de materias primas está frenando el crecimiento de América latina, que ahora busca en la inversión en infraestructura –una de sus grandes tareas pendientes– la oportunidad de aumentar su competitividad.
“La normalización de la política (monetaria) de Estados Unidos y la desaceleración de los emergentes, especialmente China, con lo que implica en los precios de los commodities, hace ver más cerca el reto de Latinoamérica de mejorar su competitividad”, afirma Julio Romero, analista de la corredora Corficolombiana.
Según el Foro Económico Mundial, el país con el índice de competitividad global más alto en la región es Chile, con el puesto 34 en el ranking mundial. Lo siguen Panamá (40), Costa Rica (54), México (55) y Brasil (56), y cierran la fila en Latinoamérica Venezuela (134), Paraguay (119), Honduras (111) y Argentina (104).
En un mercado globalizado, “los aranceles están muy bajos y es difícil reducirlos, por lo que hoy la competitividad pasa por disminuir los costos logísticos”, explica Gabriel Pérez, economista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
También una creciente clase media requiere de nuevos equipamientos.
La Cepal estima en 6,2 por ciento del PIB de la región la inversión necesaria en infraestructura durante el período 2012-2020 para cerrar la brecha existente. Una cifra que se divide entre 3,2 por ciento de obra nueva y 3 por ciento de mantenimiento de las existentes en un continente castigado por las catástrofes naturales.
¿Qué falta? “Falta una visión de cuál es la infraestructura que se requiere, porque la que tiene ahora es la misma del período colonial”, es decir, un plan para extraer y sacar del país de forma rápida los recursos naturales, pero no para comunicarse con los vecinos ni para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, afirma Pérez.
Según el analista, la media de inversión actual en infraestructura en la región ronda el 2 por ciento del PIB. Los sectores prioritarios son, según la Cepal, la generación eléctrica y las telecomunicaciones.
La accidentada geografía regional tampoco ha hecho fácil la tarea. En Colombia, por la cordillera de Los Andes, “en muchas ocasiones es más costoso el transporte de un contenedor entre puerto y ciudad que el flete para llevarlo o traerlo desde Asia”, explica Romero.
Existe además una gran desigualdad entre países en esta materia, e incluso al interior de cada uno. En Chile, por ejemplo, de una red vial de 90.000 kilómetros, solo un 23 por ciento de los caminos están pavimentados, principalmente en el centro del país, dejando las zonas extremas más aisladas.
China, el gran jugador
En su reciente visita a la región, el presidente chino Xi Jinping ofreció un fondo de 20.000 millones de dólares destinado a infraestructura, que se suma a los 100.000 millones disponibles en el nuevo Banco de Desarrollo creado por el grupo Brics, y al capital ya existente en organismos como la CAF y el BID.
Una estrategia, la de financiar infraestructura, que China ya practicó en el continente africano, donde Occidente no había penetrado con fuerza.
“África era su primera ronda de aprendizaje”, sostiene Federico Barriga, analista de Economist Intelligence Unit, “ahora ya tienen experiencia y quieren tratar con países más desarrollados”, con un mercado más grande y rico, que además ofrece energía y materias primas.
“No es simplemente queremos comprar, sino también queremos vender”, agrega.
Los niveles de infraestructura latinoamericanos son superados con creces por los países asiáticos con similares niveles de desarrollo, que han destinado mucha inversión en base a ahorros propios. Según la Cepal, Latinoamérica debería invertir aún más, al menos 7,9 por ciento de su PIB hasta 2020, para igualar al este asiático.
Sin embargo, no son solo obras. “Podemos tener buena conexión, pero si mi producto pasa una semana en una aduana sin que se sepa por qué está detenido, puede hacer inoperante la nueva infraestructura”, dice Pérez, para quien urge simplificar y facilitar los trámites burocráticos y logísticos.
Pérez propone coordinarse para bajar costos: “Ese 6,2 por ciento podría ser mucho menor si concentro un gran puerto que atienda la costa oeste, otro en la costa este, y el resto con una buena interconexión ferroviaria, aeroportuaria e incluso fluvial”.
Los expertos coinciden en que la inversión en infraestructura funciona además como un buen estímulo económico en un momento de desaceleración, pero hay consenso en que es sólo el paso previo, y que es necesario acompañar la inversión con otras reformas estructurales que den sentido y uso a las nuevas herramientas.