Las sospechas envuelven al fútbol argentino de hoy en día desde su máximo estamento hasta el último de los rincones. Los hinchas prácticamente no creen en nada y nadie; y los acontecimientos vergonzosos se suceden en cataratas. Todos están bajo la lupa y nadie parece exento.
En ese contexto, parece ser que Saúl Laverni estuvo en el lugar y momento equivocado. Más allá de sus cualidades y actitudes como árbitro, muchas veces discutidas, el pobrísimo partido que le tocó tener en el Banfield-Godoy Cruz no es ni más ni menos como muchos de otros que se han visto en nuestras canchas.
Esta no pretende ser una columna en defensa de Laverni ni mucho menos. Pero el mundo que rodea al fútbol pedía a gritos alguna decisión, alguna intervención que dejara una huella. Y Laverni cayó como anillo al dedo. Entonces el poder de la ley cayó sobre él y ya no estará más en una cancha hasta el próximo torneo, si es que tiene la suerte de volver y no corre el mismo camino que Brazenas (tras la “final” Vélez-Huracán que consagró al Fortín no volvió a dirigir nunca más).
Mientras tanto, muchos otros con actuaciones iguales o peores que la de Laverni, quien admitió sus errores de manera pública y pidió las disculpas del caso, el último sábado siguen dirigiendo como si nada. Caso Patricio Loustau, árbitro joven de muchísimo futuro pero que tras un muy flojo superclásico Boca-River no sólo no fue parado como venía siendo costumbre entre sus colegas tras una floja actuación sino que fue premiado controlando al puntero Vélez ante Gimnasia. Justo es decirlo que lo hizo de manera correcta, pero el epicentro de la cuestión fue manejada de diferentes maneras. O Pablo Lunati, que tras un error en Olimpo-Independiente arbitró un encuentro “caliente” por el descenso como River-San Lorenzo.
Por todo esto es que lo de Saúl Laverni parece más un “castigo” para el afuera, enviando un mensaje de decir “acá estamos, tomamos decisiones a los reclamos generales”, que por convicción propiamente dicha. Es de ahí que Laverni parece haber estado en el lugar equivocado, en el momento indebido. Algo que lo transformó en un chivo expiatorio del calamitoso momento que atraviesan todos los estamentos del fútbol argentino.