“Existen dos clases de hombres: aquellos que duermen y sueñan de noche y aquellos que sueñan despiertos y de día… esos son peligrosos, porque no cederán hasta ver sus sueños convertidos en realidad”. La cita es del aventurero, arqueólogo, espía, soldado y escritor británico Thomas Edward Lawrence, quien pasó a la historia como Lawrence de Arabia y de cuya muerte se cumplieron 81 años esta semana.
La legendaria figura de Lawrence trascendió por sus aventuras en Medio Oriente en favor de la lucha de las tribus árabes contra la dominación turca, lo que sin embargo terminó por favorecer los intereses británicos en la región.
Lawrence creyó honestamente en la causa árabe pero fue engañado por su gobierno, como quedó en evidencia en la conferencia de paz de Versalles de 1919, donde denunció la política expansionista británica al igual que el economista John Maynard Keynes.
Hijo de un rico terrateniente anglo-irlandés y de una institutriz escocesa, Lawrence nació en Tremadoc, Caernarvonshire, en el norte de Gales, el jueves 16 de agosto de 1888 y estudió en la Universidad de Oxford.
Durante el verano de 1909 recorrió Siria a pie y al año siguiente comenzó a estudiar árabe en la ciudad siria de Jebail.
En 1912 se unió a una expedición arqueológica a la antigua ciudad hitita de Karkemis –en la actualidad Kargamis, en Turquía– organizada por el Museo Británico y más tarde viajó hasta el Sinaí, en donde aprendió árabe. Describió sus experiencias en la obra El desierto de Zin (1915).
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, Lawrence se incorporó al Servicio de Inteligencia Militar británico establecido en El Cairo.
Su legendaria carrera comenzó en 1916 cuando el rey de la región de Hejaz –o Al Hijaz, en el noroeste de lo que hoy es Arabia Saudita– Husayn ibn Alí, emir de La Meca, proclamó una revuelta árabe contra el Imperio Otomano a cambio de garantías británicas para expandir el reino.
Lawrence, oficial de informaciones británico de 28 años, se convirtió en el enlace entre el ejército británico, entonces involucrado en su propia lucha contra el Imperio Otomano, y el príncipe árabe Faisal –posteriormente el rey Faysal I de Irak–, hijo de Husayn, que encabezaba una fuerza rebelde en Hejaz.
Lawrence ya dominaba el idioma árabe y sentía una admiración romántica por los árabes.
Frágil y de apariencia juvenil, se unió a la insurrección árabe contra el dominio turco y llegó a ser un héroe sin comparación.
Después de vestir con ropas beduinas, los rebeldes lo aceptaron como uno de ellos y pronto, como explicó en su libro Los siete pilares de la sabiduría (1926), transformó un grupo de hombres pertenecientes a tribus diversas en una fuerza guerrillera eficaz.
Lawrence se convirtió en el estratega principal de todo el ejército rebelde. Durante un tiempo consiguió que los jefes árabes, pendientes de sus propios intereses, compartieran su visión de una nación árabe unificada y persuadió a los comandantes británicos para que lo apoyaran.
Lawrence y Faysal lograron derrotar a los turcos tras múltiples operaciones en el desierto que culminaron con la toma de Damasco. Ambos entraron triunfalmente en la capital siria en 1918 antes de la llegada de las tropas británicas.
Las buenas intenciones de Lawrence inspiraron a sus hombres para compartir sus problemas, y él mismo luchó incluso después de ser forzado por los soldados turcos. Al menos, eso dijo él. Ocurre que la veracidad de sus memorias, una mezcla extraña y poética de glorificación y degradación personal, sigue siendo dudosa.
Lo que es incuestionable es su papel crucial en la expulsión de los turcos de Siria y del oeste de Arabia.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, en 1918, fue uno de los impulsores de la creación de los reinos de Hejaz, Irak y Transjordania.
Lawrence rechazó una medalla del rey Jorge V, pero durante un breve período prestó servicios al por entonces ministro de colonias británico Winston Churchill como consejero de asuntos árabes.
El militar inglés participó en la Conferencia de Paz de París de 1919, pero sus esfuerzos en favor de la independencia del pueblo árabe no dieron ningún fruto.
Desde 1921 hasta 1922 estuvo asignado a la división de Medio Oriente de la Oficina Colonial británica, pero dimitió para alistarse en la Fuerzas Aéreas Reales (RAF) con el seudónimo de John Hume Ross –para mantenerse en el anonimato– y fue destinado a la Escuela de Fotografía de la RAF, de Farnborough. Pero la prensa reveló la verdadera identidad de Lawrence y la RAF temiendo “la mala publicidad”, le dio de baja en el servicio activo.
En febrero de 1923 se incorporó al Cuerpo de Tanques Reales con el nombre de T. E. Shaw –por su amistad con George Bernard Shaw–.
Mientras tanto, Husayn reinó sobre el Hejaz hasta 1924, cuando Saud conquistó la región y lo obligó a exiliarse en Chipre. Sin embargo, sus hijos Faisal y Abdalá se convirtieron en reyes. Faisal en Irak y Abdalá en lo que hoy es Jordania, donde la dinastía Hachemita de los Husayn aún gobierna a través del rey Abdalá II.
En 1925 Lawrence consiguió ser transferido a la fuerza aérea –luego de amenazar con suicidarse al ser su petición rechazada reiteradamente–, donde sirvió como mecánico en varios destinos en su país y en la India –Karachi y Miranshah, que ahora forman parte de Pakistán– durante los restantes diez años de su vida; a la vez publicó obras literarias como la mencionada Los siete pilares de la sabiduría (1926), una narración de sus aventuras arábigas, Revuelta en el desierto (1927), una versión abreviada de su obra anterior y The Mint (1928). También realizó una traducción para Estados Unidos de La Odisea de Homero.
Con todo, Lawrence vivió esta época sumido en la depresión, debida según su propia confesión a que a un hombre que “había amado mucho más las cosas que a las personas” la fama le resultaba sumamente incómoda; en todas partes se lo homenajeaba y se lo trataba como lo que era, una leyenda, sin embargo él lo único que quería era pasar desapercibido.
La vida de este combatiente del desierto, cuyas hazañas se difundieron entre sus contemporáneos bañadas de romanticismo, tuvo un prosaico final.
El 13 de mayo de 1935, poco después de licenciarse en la RAF, Lawrence viajó en motocicleta hasta la oficina de correos de Bovington a enviar un telegrama a su amigo Henry Williamson.
A la vuelta, cerca ya de su casa de Clouds Hill, condado de Dorset, se vio obligado a realizar una brusca maniobra con su moto marca Brough –de la que era un auténtico admirador–, que conducía a gran velocidad, al cruzarse con dos niños en bicicleta y un auto que circulaba en sentido contrario. Lawrence frenó bruscamente y salió despedido, golpeándose la cabeza en su caída.
Como resultado del accidente estuvo seis días en coma y falleció el domingo 19 de mayo de 1935. De este modo se extinguió una de las figuras políticas y militares más controvertidas, complejas e interesantes que haya surgido en la historia inglesa.
Fue enterrado en el cementerio de Moreton. Allí, en un lugar alejado y tranquilo, los restos del infatigable aventurero descansan a la sombra de un cedro blanco.