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Le faltan los brazos, es periodista y escribió un libro para contar lo que vivió

Sufrió esa disminución física luego de un accidente en Capital Federal. Ese episodio no lo detuvo para seguir. Presentó la publicación hace dos semanas en el Centro de Expresiones Contemporáneas. En el texto relata cómo desarrolló herramientas para su readaptación corporal y la búsqueda de empleo

«Cuando me llamaste levanté el celular con la boca. Lo llevé hasta el brazo izquierdo, que es el más largo que tengo (mide 12 centímetros) y desde que te contesté lo estoy sosteniendo entre mi oreja y la parte de mi brazo», explicó Leandro Gil sobre cómo atendió el llamado de este medio para la entrevista. Esa es la forma en que toma el teléfono cada vez que alguien busca comunicarse con él. Como consecuencia de un accidente en el subte de Buenos Aires que tuvo en 2008 perdió sus dos brazos. Ese episodio no lo detuvo para seguir y llegar a escribir su primer libro; «Las vías de la herida». Lo presentó hace dos semanas en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC). Allí relata cómo desarrolló herramientas para su readaptación corporal y la búsqueda de empleo. También contó cómo fue atravesando «barreras sociales», sobre el nacimiento de su hija y los prejuicios.

El día D

Leandro vive en Buenos Aires, en el barrio de Caballito. Nació dos veces. El 26 de enero de 1986 y hace 11 años, el 16 de febrero de 2008, cuando sufrió un accidente a los 22 años y perdió sus dos brazos en una estación de subte, cuando volvía a su casa. No quiso dar detalles de cómo fue. «Lo cuento en el libro», dice.

A raíz del accidente estuvo internado durante un mes en un hospital. Le amputaron los brazos. Estuvo varios días en coma, pero logró despertarse. De la noche a la mañana su vida fue otra. «Fue un proceso paulatino, tanto emocional como físico. Tuve que cambiar el chip mental. Fueron varias etapas. Al principio fue todo muy complejo. Necesité el apoyo de mis amigos y de mi familia. Fueron meses de mucho dolor, angustia y llanto», recordó.

Volver a empezar

Lejos de tirar la toalla, Leandro comenzó a desarrollar herramientas de equipamiento caseras. «Uso como brazalete un tensiómetro reformulado para comer y le agrego un palillo de batería para poder usar la computadora», explicó.

Leandro no tenía más sus brazos. Y al poco tiempo comenzó a notar que su cuerpo estaba cambiando. «Empecé a levantar la pierna un poco más alto. Después de la separación con la mamá de mi hija, me fui a vivir solo. Me quería bañar y me caía, me acalambraba. Cuando me quería cocinar me quemaba. Lloré mucho, pero entre todas esas frustraciones me levanté y seguí adelante. Fue la primera vez que me enfrenté con la discapacidad en soledad. Y mi cuerpo hizo como una reaparición para resolverlo», cuenta.

Leandro usa el celular con la nariz. En sus presentaciones y charlas siempre les hace hacer un ejercicio a los asistentes. Les pregunta «si todos tienen nariz y celular». A partir de esa premisa, comienza una especie de juego. «Tenemos previamente preparado un código QR que permite el ingreso a un grupo de Whatsapp que compartimos en ese momento y la consigna es que escriban lo que significa para ellos el concepto de inclusión, con la nariz. Es muy gracioso porque no les sale. Después les doy algunos tips», explica.

Patear por un trabajo

Leandro es hoy periodista. Trabaja en programas de radio, en la Agencia Nacional de Discapacidad y escribe en el diario La Nación para las secciones Espectáculos y Sociedad.  No fue fácil. La búsqueda de empleo y el descubrimiento de los prejuicios sobre su discapacidad lo llevaron a vivir situaciones que nunca imaginó.

«Viví situaciones de discriminación laboral que nunca me imaginé. En el libro cuento lo que me costó conseguir trabajo. En una oportunidad me tomaron una prueba para corroborar si realmente podía usar la computadora. Fue algo muy similar a un reality show porque me filmaron en presencia de muchas personas. Pasé varias veces por este tipo de situaciones», rememoró -ahora con gracia- el joven.

La llegada de su hija

Su hija Lis tiene 9 años y es su «motor». Le puso ese nombre porque significa «poder, soberanía y lealtad». «Lis fue buscada. Tenía una angustia muy fuerte por lo del accidente y mi pareja, de ese momento, me pregunto de qué manera podía ayudarme. Le dije que quería ser papá y ella me contestó que quería ser mamá. A partir del nacimiento de mi hija, las dolencias pasaron a un segundo plano. Vivo la paternidad en función de que otra persona me necesita y saco fuerzas de donde no las tengo», asegura.

En afán de buscar alternativas para seguir su vida con normalidad, Leandro resurgió de sus propias cenizas y aprendió a valerse por sí mismo: se baña solo, se afeita solo, se cepilla los dientes solo, se viste y se desviste solo. Ya pasaron 11 años de aquel trágico accidente. Leandro es un ejemplo de que la perseverancia está por encima de las adversidades que le presentó la vida. Para Leandro el humor no es su escudo. Es su espada.

Poliamoroso

Actualmente Leandro convive con Agustina y Rocío: ambas son su pareja desde hace un año. Duermen los tres juntos. «Tuve que hacerme cargo de estos sentimientos. Los de afuera pueden pensar que estar en mi lugar es fácil, pero no es tan así. Nos complementamos entre los tres y tenemos una convivencia normal», aseguró.

Sobre el libro

En el libro que presentó Leandro Gil hace dos semanas en el CEC, «Las vías de la herida», cuenta de su fatal accidente y de cómo decidió relatar su historia.

El libro fue publicado de manera autogestiva en diciembre de 2017 por la editorial Milena Caserola, y en su primera tirada se solventó por la colaboración de los lectores que accedieron a ejemplares en preventa a través de la plataforma de financiamiento colectivo Ideame. Al mes siguiente se agotó.

Ahora se lo puede conseguir en el sitio web: www.lasviasdelaherida.com a un precio más accesible. También el material está disponible en formato de audiolibro inclusivo y fue traducido a lengua de señas. En www.leandrogil.com se puede encontrar el primer capítulo redactado en audio con sonidos y efectos especiales.

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