Leandro Zanoni es periodista, nació en 1976 y es el fundador y actual director creativo de TercerClick, agencia especializada en nuevos medios. A principios de 2005 inauguró eBlog, posicionado rápidamente como referente dentro de los blogs periodísticos del mundo hispano. eBlog fue finalista de los premios BOB (Best of Blogs) que otorga el diario alemán Deutsche Welle a los mejores blogs del mundo y recibió el Premio Estímulo de TEA 2006 al mejor medio digital.
Zanoni escribe una columna de tecnología para la revista Newsweek y colabora en medios locales e internacionales con artículos de tendencias, nuevos medios e interés general.
Fue director de Datafull Branding en Cuatro Cabezas, al frente de sitios de empresas como Quilmes, YPF y Movistar y editor de Ciudad Internet, del grupo Clarín. Publicó el libro Vivir en los medios, Maradona off the record (Marea, 2006) sobre la relación del ídolo con la prensa. El imperio digital (Ediciones B, 2008) es su segundo libro.
Mañanas o atardeceres on line.
A una velocidad digna de estos tiempos, el está ayudando a cambiar ciertas costumbres informativas. Cada vez son más los lectores que tienen agendado su sitio para dedicarle una mirada que seguramente los transportará a otras ventanas del mundo.
Porque Leandro tiene una percepción aguda e inteligente de esa realidad tan insólita que a veces pasa por los medios. Su sitio va camino de transformarse en uno de esos medios esenciales.
«Escribe habitualmente diversos artículos sobre tecnología, nuevos medios, tendencias e interés general para medios como Clarín, Gatopardo, Planeta Urbano, First, Ciudad Internet, NEO y Valor Sostenible, entre otros. Desde hace tres años es corresponsal desde Buenos Aires para la revista COSAS, de Perú.
«En octubre creo junto a Darío Gallo (revista Noticias) 3.0, Periodismo argentino en blog, la primera asociación de periodistas bloggers que ya cuenta con más de 50 miembros».
Palabras que queman.
Zanoni podría ser un blogger común y corriente, uno de los tantos que un día abren un espacio en el ciberespacio, lo riegan con miradas del mundo y opiniones catárticas, para luego cansarse y bajar la persiana sin aviso, aumentando en número el gran cementerio virtual que no para de multiplicarse. Pero no. De hecho, el ni por asomo se autodefine blogger.
Se quiera o no, se lo odie, ignore o desconozca, esta persona –que por las fuerzas intrínsecas de los blogs devino también en personaje– es leída, copiada, replicada. Es de aquellos que logró con el tiempo y con efectividad que sus posts discurran como virus en las arterias de la web, que se comenten dentro y fuera de las redacciones de los diarios.
Y aunque el mismo despotrica contra la fama 2.0, es también un exponente de un fenómeno en ascenso: el de la “microcelebridad”, el estatus de bloggers, twitteros, facebookeros y demás subespecies de la web 2.0 que con el tiempo se hacen conocidos y sus nombres terminan por resaltar –por méritos propios o ajenos– en un mar de direcciones y olas cargadas de narcisismo “www” y “.com”.
Aunque él no lo diga todos sabemos que va por más.