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Les imputaron asociación ilícita a la banda de los «Cerrajeros»

Los seis hombres detenidos bajo sospecha de integrar la banda de los Cerrajeros quedaron tras las rejas con prisión preventiva y recién en una próxima audiencia les achacarán cada uno de los 44 golpes que la Fiscalía Regional les endilga.

Los seis detenidos bajo sospecha de conformar la banda de Los Cerrajeros, señalada por al menos 44 entraderas cometidas en Rosario y sus alrededores, fueron imputados de ser parte de una asociación ilícita –dos de ellos en calidad de jefes– ayer por la mañana. A su vez en los próximos días serán acusados por cada uno de los robos que les achacan que, según un vocero del caso, “sumarían penas en expectativa superiores a los 150 años”. En la audiencia se conocieron detalles sobre la forma en que operaba el grupo y la manera en que fueron descubiertos por los investigadores. Por pedido de la Fiscalía Regional y disposición de la jueza Hebe Marcogliese todos quedaron con prisión preventiva.

Los Cerrajeros cayeron por un pequeño error: uno de los “che pibe” del grupo se quedó con el celular de una víctima y le dio uso diario. Los investigadores encontraron, por el número de pin, que el teléfono estaba en uso y ordenaron que fuera intervenido. Así, luego de 7 meses de grabaciones y escuchas, las fiscales de Investigación y Juicio Georgina Pairola y Viviana O’Connell lograron desencriptar lo que, consideran, fue la operatoria de una banda que ingresaba a casas coquetas “de clase media alta”, amenazaba y, en algunos casos, torturaba a las víctimas para que les entregaran objetos chicos, pero de mucho valor. “Entraban entre 2 y 4 personas, con mochilas o una bandolera –un bolso pequeño–. Cuando los asaltados les ofrecían que se llevaran televisores o autos ellos les respondían que no eran rateros; eran ladrones profesionales que buscaban la plata grande, la caja fuerte”, señalaron las investigadoras en diálogo con El Ciudadano al término de la audiencia. De acuerdo con la explicación que brindaron las fiscales, la banda tenía dos patas: una en Rosario, comandada por Claudio C., un hombre que asegura ser empresario zapatero; y otra en provincia de Buenos Aires, que estaba a cargo de Juan Alberto V., un muchacho que cumplió una pena de 9 años en la cárcel de Morón, por robo calificado y privación ilegítima de la libertad. Los dos jefes son amigos desde hace muchos años, aunque las pesquisa aún no pudo establecer desde cuándo. El rosarino, según la acusación, se ocupaba de la logística; elegía zonas para que operara la banda, administraba las armas, alquilaba casas para que fuesen utilizadas como centro de operaciones, manejaba autos y controlaba los perímetros, mientras sus compinches se colaban en las viviendas.

Juan Alberto V. ingresaba al domicilio y hacía el trabajo sucio, sostiene la Fiscalía. “Era el más violento, la persona que mandaba. Portaba el arma, se encargaba de la comunicación con el exterior y le indicaba a cada uno de sus cómplices el trabajo que debía realizar”, señalaron las investigadoras. También seleccionaba a sus cómplices y se ocupaba de que llegaran en tiempo y forma desde el conurbano bonaerense. Los detenidos Eugenio S. y Pablo S., además de otros dos o tres muchachos que aún están prófugos, son los sospechosos de secundar a Juan Alberto V.

Entre los subordinados fuera del núcleo violento de la banda, las pesquisas relataron el rol de Pablo S., apodado Cerrajero. Es, al decir de las fiscales, quien dominaba el rudimentario método por el cual los ladrones se colaban en las casas. Pablo trabajaba sobre cerraduras sin picaporte “de las que se suelen cerrar sin llave”, con una lámina doble de plástico flexible que introducía entre las aberturas y hacía que el pestillo se moviera hacia atrás, provocando que la puerta se abriera de par en par.

Los Cerrajeros no buscaban casas vacías, atacaban en momentos en los que podían encontrar a sus moradores. Solían operar a la mañana temprano, a la hora del almuerzo o por las noches; pero nunca de madrugada. Su forma de obtener el botín era mediante amenazas y torturas. Tomaban a los blancos más sensibles –mujeres o niños pequeños– y amedrentaban a sus parientes para que entregaran alhajas y dinero en efectivo. De acuerdo con las investigadoras, solían amenazar con quemarlos con planchas –en dos ocasiones incluso lo hicieron– o cortarles los dedos con cuchillos de cocina.

De acuerdo con la investigación, la banda también tenía dos “che pibe”. Eran Nicolás H. y Nicolás C. –el hijo del jefe rosarino–; ellos se ocupaban de todas las tareas menores y, en algunas ocasiones, manejaban los autos que utilizaba el grupo. “La banda se encerraba en una casa y sólo salía para los robos. Los más chicos hacían los mandados; iban al supermercado, lavaban los autos, conseguían drogas y buscaban a las chicas –prostitutas– para sus compañeros”, explicaron las fiscales. Durante los 14 allanamientos del fin de semana pasado, uniformados encontraron 7 armas (la mitad de las incautadas a la banda) en la casa de Nicolás H., que está ubicada en Cerrito al 5200, a pocos metros de la vivienda del jefe rosarino, por lo que suponen que también se ocupaba del acopio.

Las fiscales le solicitaron a la jueza Hebe Marcogliese que los acusados quedaran detenidos con preventiva. Los defensores no se opusieron y la magistrada lo aceptó. Todos seguirán presos hasta el 2 de septiembre; con excepción de Nicolás H., cuya preventiva se vencerá el 14 de octubre. La situación procesal de este muchacho está por verse, ya que comenzó a trabajar con los Cerrajeros cuando tenía menos de 18 años, por lo que su suerte, en principio, será definida en el fuerode menores.

Ruedas de reconocimiento

En la audiencia quedó pendiente la imputación por los robos. Las fiscales, en acuerdo con los abogados defensores, decidieron que la lectura probatoria por cada uno de los hechos –detalle por detalle– se desarrolle en un próximo cónclave, luego de que Claudio C., uno de los dos cabecillas, se descompusiera y no pudiera continuar escuchando las acusaciones en su contra. Por otra parte, de acuerdo con las fiscales, en los próximos días comenzarán con las aproximadamente 400 ruedas de reconocimiento a las que serán sometidos los acusados. “Vamos a separar por módulos. Tenemos 44 hechos y en cada casa había entre 2 y 3 víctimas que están en condiciones de reconocer a los ladrones; a eso hay que multiplicarlo por los 6 posibles autores”, cerraron.

Por otra parte, según explicaron las funcionarias, hasta ayer no conocían con certeza la situación prontuarial de Pablo S., el hombre que abría las puertas. Según su informe de reincidencia, no cuenta con antecedentes condenatorios; sin embargo, desde la Justicia porteña aseguran que ya fue penado con 14 años de cárcel por tentativa de homicidio criminis causa, robo calificado y privación ilegítima de la libertad y tenencia de arma de guerra.

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