“Sacado, drogado y loco”. Así dicen que estaba Carlos Roberto Sánchez antes de recibir un tiro en el cuello dentro de su propia casa de zona sur por parte de un vecino que se confesó autor del crimen y reconoció haber entrado a la vivienda de la víctima para interferir en un hecho de violencia de género. Por ese crimen, ocurrido hace dos años, el almacenero confeso fue procesado por el delito de homicidio agravado por empleo y portación de arma de fuego, pero a fines de noviembre, un juez modificó la imputación en la figura de “exceso en la legítima defensa” y lo dejó en libertad, al dictarle una condena de dos años de cárcel que dio como cumplida por el tiempo transcurrido en prisión preventiva.
El hecho tuvo lugar la noche del 17 de octubre de 2009 en una vivienda ubicada en avenida del Rosario al 800 bis y como protagonistas a dos vecinos que ya habían tenido problemas de convivencia y roces por celos en relación a sus mujeres.
Según se desprende del fallo del juez de Sentencia de la 4ª Nominación, Julio Kesuani, ese día existió primero una reyerta entre Sánchez y su concubina, por celos, y luego, la discusión se agudizó con la intervención de un vecino, que apareció con un arma de fuego en la cintura.
“Esa discusión fue aumentando de tono, llegando incluso a que Sánchez rompiera una botella y utilizara los vidrios como un arma para agredir al acusado, y éste teniendo en su poder en forma ilegítima un arma de fuego, ya que no contaba con portación ni tenencia, y creyendo quizás o corriendo peligro su integridad física le efectuó primero un disparo que no impactó y luego otro que dio en el cuello y le produjo la muerte”, sostuvo el juez en su fallo.
Si bien la resolución del juez Kesuani aclara que “la reacción de Ángel C. ante la agresión ilegítima que le hizo Sánchez fue desmedida, excesiva, ya que con esos vidrios lo más que le podría haber causado hubiera sido lesiones en el cuerpo”, el magistrado entendió que el imputado pudo haber pensado que la amenaza contra su persona era mayor.
Con esos argumentos, el juez de Sentencia 4ª adecuó la conducta de Ángel C. en los delitos de homicidio con exceso en la legítima defensa agravado por el empleo de arma de fuego y portación de arma de fuego de uso civil sin la debida autorización y lo condenó a dos años de prisión que dio por compurgada con la prisión preventiva sufrida durante el proceso penal por lo que quedó en libertad.
“Sacado, drogado y loco”
Una semana después del homicidio, Ángel C. se presentó en Tribunales, previo a confesarse autor del disparo letal en un medio de prensa local. En su descargo ante el juez de Instrucción de la 3ª Nominación, Luis María Caterina, el imputado dijo que la víctima era un vecino problemático ya que molestaba a sus animales, le tiraba piedras a su perro y además tomaba y se drogaba.
De acuerdo a su relato sobre el día de los hechos, dijo que salió de su taller (con un arma en la cintura porque “en el barrio hay muchos delincuentes”) y se encontró con la concubina de Sánchez, quien le pidió si podía guardar pertenencias en su casa porque su pareja las estaba tirando a la calle y amenazaba con prender fuego la vivienda, al tiempo que describió su estado como “sacado, drogado y loco”.
En esos momentos salió Sánchez y llevó a su concubina adentro de la vivienda, situación que fue seguida por el imputado, quien dijo que su adversario rompió una botella de vidrio e intentó asestarle puntazos con el arma improvisada en varias oportunidades, sin concretar ninguna lesión.
“No lo quise matar”, dijo durante su confesión Ángel C., que asumió haber descartado el arma en el arroyo Saladillo porque “tenía mucho miedo”. Tras su confesión, el juez de Instrucción dio la orden de liberar a la esposa de Sánchez, que había estado demorada como sospechosa del crimen.