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Libertad festeja cien años de formar generaciones y ser el epicentro de la vida social de un barrio

En Felipe Moré al 1100 las vidas de miles de personas tienen un denominador común: el amor por la camiseta celeste y la pertenencia de su barrio

Nunca hubieran imaginado este contexto o esperado este marco para un festejo tan anhelado y por el que venían trabajando mes a mes. La cuota de decepción delata en el alma a los interlocutores, pero lo que también queda en evidencia es que el amor por la institución, lejos de mermar, se agiganta, y que aunque la realidad sufrió un giro drástico durante los últimos meses, nada impediría que Libertad festeje sus primeros 100 años de vida.

Desde aquel 2 de octubre de 1920 cuando un grupo de vecinos del barrio Azcuénaga decidió fundarlo, el ir y venir de las circunstancias fue marcando y trasmutando su esencia. Cuentan que el nombre fue elegido por la militancia anarquista de los fundadores, y hoy quizás represente mucho más para todos aquellos chicos y grandes que extrañan recorrer sus rincones tan sólo para pasar un rato entre amigos o para desarrollar una de las tantas actividades y disciplinas que allí se realizan. Libertad es un gigante de la ciudad y es el lugar de reunión de un barrio, el refugio de familias pero también el contexto en el que tantas otras comienzan a formarse. Son las baldosas sobre las que las se forjaron amistades para siempre y se aprendió a dar con generosidad mientras se recibía incondicionalmente. Porque un club es también en gran parte una escuela.

“Teníamos previsto prácticamente un año entero de festejos y actividades, con torneos de las distintas disciplinas en conmemoración al aniversario para cerrarlo con una cena-show, que  lamentablemente la pandemia nos imposibilitó llevar adelante”, explicó Pablo Laporte, presidente del centenario y uno de aquellos que entiende lo que es formarse como dirigente y persona en un club de barrio. Por eso no iban a entregarse tan fácil: “Así que hemos buscado variantes que se ajusten al contexto y vamos a festejar todo el mes aniversario. Comenzaremos el viernes que 2 de octubre, que es el día fundacional del club, con una caravana en autos, motos y bicicletas por el barrio, desde el club hasta Avellaneda y de vuelta hasta Provincias Unidas para finalizar, otra vez, en la puerta del club. Convocamos a los socios, vecinos,  deportistas a que asistan con camisetas, banderas del club, sin bajar de la movilidad que tenga y con el distanciamiento aconsejado”.

“Después tenemos otras actividades que desarrollaremos en los fines de semana posteriores, como un almuerzo en el que venderemos las porciones desde el club y cada uno desde su casa podrá seguir con este espíritu de celebrar el centenario. También estamos preparando un bingo virtual, vía videoconferencia,  para que los socios puedan participar y compartir una actividad con la familia de Libertad”, informó.

Previo a la pandemia, la realidad del club estaba en franca mejoría, siempre apostando a las obras para contener a la familia creciente de asociados: “El club venía muy bien,  por suerte aumentamos la cantidad de socios, pudimos mejorar las instalaciones,  seguir creciendo y estamos convencidos de que  una vez la pandemia sea un triste recuerdo volveremos a recuperar ese sendero”.

“Libertad genera un inmenso sentido de pertenencia para quienes tuvimos la suerte de habitar sus lugares, de criarnos y educarnos dentro del club,  por esto estamos confiados que con el esfuerzo y acompañamiento de todos y todas podremos volver a pensar en el mañana con el mismo entusiasmo”, se ilusionó Pablo, quien también detalla el momento actual, quizás uno de los más complicados de los últimos tiempos: “Obviamente sabemos que la situación pos pandemia será difícil ya que se a caído el cobro de cuotas producto de las dificultades lógicas que también padecen nuestros socios. Hoy estamos recaudando el 25 % de lo que se recaudaba antes de que nos atraviese esta situación y nos hace muy cuesta arriba todo, pero tenemos la certeza de que ya recuperaremos el rumbo”.

Pablo comenzó a trabajar en la dirigencia de la mano de Oscar González, otro de los que lleva a Libertad en la piel. “Nací a una cuadra y a los 6 años ya era socio. Me llevaba mi madre, y allí jugué al básquet, pero también aprendí a jugar al ajedrez y al tenis de mesa ya en la década del 50 cuando se construyó el primer espacio cubierto. Recuerdo la Gran actividad deportiva que había, con basquet, patín, bochas, hockey sobre patines, tenis de mesa, ajedrez, los señores mayores naipes, casino y billar”, relata y las imágenes en blanco y negro ganan la escena para que los más jóvenes puedan imaginar: “Llegó la construcción del escenario, con grandes bailes, y el paso de las mejores orquestas del país”.

Todo un ejemplo de lo que pasa en el club con los hermanos Figueroa: León hace futsal, Jazmín gimnasia artística, Patricio karate y Tomás natación.

 

Y Oscar cuenta que como suele pasar, el compromiso de trabajo y permanencia dentro de una institución no siempre se puede desarrollar con la misma intensidad, pero que los lazos son tan fuertes que siempre se regresa: “Estudio y trabajo me ocuparon horas que me fueron alejando un poco del club, pero mi corazón siempre estuvo latiendo por el celeste llenándome de orgullo, como el ascenso del 65 y los títulos de 71 y 73. Párrafo especial para un grande hacedor de hombres y jugadores como Guillermo Burelli (recientemente fallecido). Mis hijos de muy pequeños empezaron a jugar al básquet en el club y Rubén Bucciarelli me invitó a participar de la subcomisión de básquet. Al poco tiempo fui secretario y luego tuve el honor de presidir la institución”.

“En los clubes de barrio los logros nunca fueron fáciles, siempre se requirió mucha pasión y aportar gran esfuerzo. Pero quiero destacar que durante estos últimos cuarenta años el club no dejó de crecer. Previo a esto estuvo la construcción de la pileta de natación, luego el salón por calle Mendoza, posteriormente en planta alta la cancha de básquet, se pudo climatizar la pileta. El Club Libertad tiene como Asociación Civil sin fines de lucro toda su documentación de acuerdo a lo que la ley exige, lo que permite que se puedan recibir aportes y se pudieron comprar dos terrenos, se lograron hacer nuevo baños y vestuarios en el natatorio”, finalizó Oscar, de 78 años, quien hoy sigue trabajando en el club junto con Pablo, treinteañero.

El cambio de posta y la convivencia de generaciones son otras de las maravillas de los clubes, al igual que su vida democrática y claro, el sonido de una pelota golpeando contra el piso y los inconfundibles gritos de chicos y chicas que le dan vida. Cada uno construye su futuro, elige actividad y disciplina y comienza a recorrer su camino. Si lo sabrán los padres que tienen que acomodarse para seguir a sus hijos en varios deportes diferentes y colaborar en todo sentido para desarrollar un torneo, comprar la indumentaria u organizar un viaje. No hay tiempo mejor invertido. No hay mayor premio que una sonrisa. Y de eso se trata Libertad. En estos tiempos de distancia, es bueno tener cerca estas premisas.

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