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Lifschitz, el hombre del consenso

Por Luis Novaresio, especial para El Ciudadano

Miguel Lifschitz, metódico y previsor como buen ingeniero, ya empezó a recoger sus pertenencias personales de las oficinas de la Municipalidad de Rosario y prepara su estrategia para ser candidato a gobernador en 2015. Aunque repita ante quien quiera escucharlo que la Casa Gris no lo desvela, sus asesores inseparables saben que les esperan cuatro años de largos y recurrentes viajes por todo el territorio de la provincia para afianzar el proyecto “Miguel Gobernador”. Un hombre de confianza del todavía intendente bromea diciendo que ya tiene cargadas las actualizaciones del GPS con todas las rutas que unen Gato Colorado con Venado Tuerto y grafica: “Estoy averiguando por precios con rebajas para compradores frecuentes de neumáticos de autos”.

El dos veces alcalde de la ciudad decidió que su banca en el Senado de la provincia sea la plataforma de varios proyectos: su candidatura futura, su participación activa en el Partido Socialista herido profundamente en este 2011 y, por qué no, la recuperación de algunos hábitos de su vida personal postergados en ocho años de gestión ejecutiva. “Me parece que va a ser más fácil que sea candidato que las otras dos cosas”, insiste en tono jocoso el mismo hombre de confianza. Es que, a la par de la proyección de la figura de Hermes Binner como estandarte del partido de la rosa a nivel nacional, la división de esa misma agrupación en Santa Fe hace todavía temer fracturas entre los más pesimistas.

“De acá a fin de año no va a pasar nada. Estamos en stand by alineados con lo que fue la candidatura de Hermes a nivel nacional. Pero cuando empiece 2012 se va a venir la discusión de los mandatos partidarios. Todos tenemos que renovar”, diagnosticó Lifschitz en una mesa de amigos. Nadie se atreve a pensar lo que puede pasar si Rubén Giustiniani pretende mantener la presidencia partidaria. La derrota frente a Antonio Bonfatti debería haber arrastrado toda aspiración interna. Eso, sin embargo, no es seguro. De ahí que algunos seguidores del senador nacional ven en Miguel Lifschitz a un candidato para que sea el mandamás del PS y no sólo el jefe del partido en Santa Fe como hasta ahora. “Con Miguel la relación no es óptima pero él sería un trago menos amargo que una avalancha pura de binnerismo en la conducción partidaria”, explicó una giustinianista.

El intendente de Rosario cree que haber sometido al partido a una interna fue un error de proporciones. Acuerdista por naturaleza, valora que la sangría de la contienda sólo trajo pérdidas y cierta zozobra en el resultado de la elección a gobernador. “Tuvimos suerte de que a Miguel del Sel no le alcanzó porque detrás de él no hay nada. El PRO no existe ni en estructura ni en proyecto. De hecho, creo que el fenómeno ya fue. Pero el susto estuvo a la vuelta de la esquina”, dijo Lifschitz en una tenida de debate con sus secretarios de gestión. Allí mismo volvió a mostrar diferencias con Hermes Binner, con quien no acuerda (en privado, es cierto) en los modos de conducción. Cree que el gobernador es poco proclive a aceptar otros criterios que no sean los suyos y que eso, si se quiere construir a largo plazo, no ayuda.

De hecho, propone que el socialismo sea la ambulancia que pase a recoger a los heridos de la Unión Cívica Radical. En Santa Fe y a nivel nacional. En lo local, con la única excepción de Jorge Boasso, al que desconsidera agriamente, apuesta a la unión. Insiste en que debe trabajarse para mantener el Frente Progresista. ¿Mario Barletta? “Confío en que juegue para los mesurados”, diagnosticó el intendente. ¿El ARI de Javkin y Comi? “A Pablo lo contamos. Vamos a ver qué hace el resto en el Concejo Municipal y en el Congreso de la provincia”, sentencia la mano derecha de Lifschitz. Y en lo que hace al Frente Amplio que postuló a Binner y Morandini es de los que estima que la discusión interna de los radicales que ya empezó puede, en una inevitable diáspora, acercarles valiosos dirigentes de muchas provincias en donde el PS no tiene estructura.

Por cuatro años locos

El todavía intendente local tiene decidido que va a vivir en algún hotel de la capital provincial dos o tres días por semana. Su casa, su hogar, sigue en Rosario. Pero, ¿qué proyectos tiene en mente Miguel Lifschitz desde su representación parlamentaria en Santa Fe? Policía municipal de proximidad y autonomía de ciudades y comunas. El senador electo por nuestro departamento cree que no va haber reforma de la Constitución provincial. Su pesimismo va de la mano del mapa político dominado por el peronismo en la Legislatura y porque ausculta que no es un tema que se haya instalado en el interés de la gente. Por eso cree que una ley de autonomías municipales es prioritaria. De la mano de ella, propondrá una fuerza de seguridad local en manos de los intendentes a través de la reforma de la ley orgánica de municipios en la que trabaja como anteproyecto.

Es cauteloso para analizar los dos próximos bienios en la política nacional. En algún momento se lo había calificado como el más kirchnerista de todos los socialistas, al punto de provocar ciertos recelos. Eran los tiempos en que su vínculo con Binner se había enfriado y Lifschitz recurría al teléfono de la Casa Rosada para ganar alguna ayuda para la ciudad. Hoy está convencido de que el abrumador triunfo de Cristina Fernández es todo activo en el capital de la presidenta, a la que se le abren dos horizontes: “O pasa a la historia como la mujer del consenso nacional o se ciega con el 54 por ciento de los votos y arrasa con lo que no sea dogmáticamente homogéneo. Espero que sea lo primero. Pero ella es inescrutable”, dijo esta semana el intendente rosarino ante muy pocos. Y agregó: “Yo, en cualquier caso, tengo mucho que hacer viajando por toda la provincia”. Allí aflora otra vez su proyecto para la gobernación. Si es cierto que la idea no lo desvela, si su cargo por los próximos cuatro años va a ser representar al departamento con cabecera en la ciudad más importante de la provincia, ¿por qué tanto afán paseandero por la bota santafesina?

Mientras le aliviana el camino a su sucesora proponiendo a diestra y siniestra aumentos de tasas, servicios y tributos locales sin temor a que la buena imagen con la que se va se empañe pariendo estos impuestazos (¿de dónde sale un 60 por ciento?, ¿sólo hay aumentos en carpeta y nada de recortes en gastos superfluos como los de propaganda de la función?), se lo escucha reflexionar en privado: “No me enloquece ser gobernador. Si la oportunidad se construye con consenso y con solidez, no la voy a dejar escapar. Pero no a todo o nada”, dijo Miguel Lifschitz mientras calculaba si era necesario un vehículo más grande que el suyo para transportar sus efectos personales de la Municipalidad a su casa en estos 45 días finales de gestión. Su precisión midiendo lugares físicos ha sido siempre muy similar y efectiva a la que tiene a la hora de propiciar espacios políticos personales en la política santafesina.

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