Hace cuatro años, para esta misma época, en un campo propiedad de un senador de un departamento del sur provincial, se reunieron dirigentes radicales y el gobernador electo para, con la excusa de un buen asado, hacer una primera aproximación sobre la integración del futuro gabinete provincial. Quienes estuvieron en el encuentro quizás ya no recuerden qué tan rica estaba la carne a la parrilla, o los detalles de la conversación.
Lo que ninguno olvida es la sorpresa al ver la compañía con la que se presentó Antonio Bonfatti. A lo largo de la tertulia campera no hubo mención al asunto, pero los que estaban allí se fueron con la convicción de que Rubén Galassi sería el ministro de Gobierno. No se habían equivocado.
Miguel Lifschitz dijo esta semana que ya eligió a su ministro de Gobierno, que lo tiene en la cabeza. Sabe que oficializar el nombre es como agitar la bandera de largada, poner a andar el futuro gobierno.
Desde 2007 el cargo de ministro de Gobierno de Santa Fe equivale a un jefe de Gabinete.
Es el funcionario político por excelencia, el que lleva el pulso de la gestión, sostiene los equilibrios internos y oficia al mismo tiempo de filtro y de última trinchera antes del gobernador.
Bandera de largada
Será socialista y de mi confianza, fueron todas las señales que dio Lifschitz sobre su elegido. Ese primer recorte no da muchas alternativas. Un nombre posible, siempre en el terreno de especulaciones, es el de Eduardo Di Pollina. Reelecto como diputado, es un histórico operador político del socialismo y referente de un sector interno del partido (gran parte de lo que era el giustinianismo).
La capacidad de articulación política que mostró los 4 años que presidió la Cámara de Diputados le da credenciales como posible ministro. Consultado para este artículo, dijo no haber hablado nada con Lifschitz del tema. No hay que descartar otros nombres de funcionarios provinciales que no están en primera línea y lo acompañaron en su paso por la Municipalidad. Como sea, no tiene sentido avanzar en especulaciones.
Acelera la transición
Hasta ahora Lifschitz mantiene encuentros con Bonfatti. Intentado convenir el adecuado tono de la transición dentro de lo esperable: el que se va exige que no le contaminen el tramo final de su mandato con asuntos que corresponden al sucesor; y el que llega pretende ganar tiempo, evitar sorpresas y que se tenga en cuenta su opinión.
Por lo demás, está pidiendo información en cada ministerio y se reúne con funcionarios de distintas jerarquías que lo ponen el tanto de asuntos que estarán cerrados el 10 de diciembre y otros que serán herencia.
A quienes no envió señales son los socios del Frente. “Nos ve y se escapa”, ironiza un legislador radical cuando se le pregunta. Sobre el futuro gabinete hay expectativas lógicas de cambio: de las 19 personas que hoy se sientan a las reuniones de gabinete provincial, 14 son socialistas y 5 radicales. No fue la composición original, pero así termina.
Los radicales son el principal desafío. Según fuentes de la UCR, existe consenso en que haya una participación equilibrada entre los tres grandes sectores internos.
La agencia de apuestas
Casi de incógnito, el senador y ex precandidato presidencial Ernesto Sanz presidió una cena en el centro Asturiano de Rosario con referentes de los tres grupos que se reparten la vida interna del partido.
A la mesa se sentaron, además de Sanz, Mario Barletta y José Corral por el grupo Escarapela; Santiago Mascheroni y Julián Galdeano por MAR y Felipe Michlig y Eduardo Galaretto por NEO.
Se analizó el resultado de las Paso y, fundamentalmente, Sanz se llevó el compromiso de que la UCR santafesina repartirá la boleta presidencial de Mauricio Macri, sin perjuicio de que promueva la boleta corta de legisladores del Frente Progresista.
En síntesis, la oferta de Sanz a los radicales santafesinos es una apuesta de bajo riesgo por Macri. Si pierde, él se va a su casa y la UCR santafesina sigue refugiada en el Frente Progresista; si da el batacazo, entonces hay promesa de futuro prominente para todos. Cualquier parecido con una agencia de apuestas es pura realidad.
Por el lado del socialismo, la encerrona en la que quedó en las Paso obliga a abrir el juego: la militancia votará por Margarita Stolbizer pero el mensaje de campaña priorizará que la gente respalde las listas que encabezan Hermes Binner a senador y Hugo Marcucci a diputado, más allá del candidato presidencial de su preferencia.
Frente vs. PRO, capítulo II
Lo que está en juego es el voto opositor al gobierno nacional. Si se tiene en cuenta que Omar Perotti, como referente provincial, y Daniel Scioli sacaron prácticamente los mismos votos en las Paso, se deduce que se está ante un electorado consolidado que tiene piso y saldrá a buscar su techo en octubre. No es esa porción la que motiva la disputa Frente Progresista vs. PRO, sino el heterogéneo espectro opositor que, a la luz de los resultados de agosto, lo copó Mauricio Macri y, efecto arrastre mediante, potenció las chances de Carlos Reutemann y Ana Laura Martínez, contraviniendo todas las encuestas que, midiendo candidato contra candidato, ubican al Lole tercero y a Perotti y Binner disputando el primer lugar. Un escenario que la elección presidencial dinamitó.
Esto explica que Omar Perotti camine sin sobresaltos la provincia (aunque dedicado a conseguir mayor ventaja sobre el PRO), mientras que Reutemann y el gobierno provincial cruzan misiles por las inundaciones de hoy y de ayer.
El Lole ya percibió la amenaza de que los radicales, trabajando cual topos, le hagan desaparecer parte de los votos que en las Paso le llegaron vía arrastre de la boleta de Macri.
Ese es el principal nicho de la disputa del capítulo santafesino de la elección nacional.
No hay que olvidar que además tercia un incómodo contendiente: el Frente Renovador.
Sergio Massa parece tener en claro los peligros que se ciernen sobre su candidatura: si los primeros días de agosto ya tiró sobre la mesa de campaña el uso de las fuerzas armadas para combatir el narcotráfico y la baja de la edad de imputabilidad a los 14 años, qué esperar para octubre.
El de Tigre teme que la elección se polarice entre Scioli como candidato del gobierno y un Macri presentado como el único capaz de forzar el balotaje. De ahí que dobla la apuesta sobre una agenda de derecha sin matices, justo el perfil que Macri quiere suavizar para que sus votos no sean sólo amarillos.
El Frente para la Victoria se la juega por liquidar el pleito electoral en primera vuelta para evitar riesgos, pero todos saben que saltar del 38% de las Paso al 45 en octubre es poco probable (ni siquiera si sumara todos los votos de De la Sota). Por eso el objetivo es la segunda opción constitucional para evitar un balotaje: conseguir diez puntos de diferencia con el segundo.