Hay una impresión singular que surge de la lectura de Te quiero abrazar mucho (Mansalva, 2020), el reciente poemario de la rosarina Lila Siegrist, y es que se trata de un deslizamiento emotivo construido por vibraciones, por estados –de pensamientos, de trayectos, de introspección– que prescinde de nociones utilitarias para el poema y lo conserva libre para potenciar su función artística, su corporización hecha de sentidos y fuerza, casi como si la autora remara –hay mucho río, mucha fluvialidad en este libro– haciendo escándalo con una música inusual apretada entre sus rodillas capaz de generar un cortocircuito que la lleva de la vida individual a la vida colectiva, donde amalgama justamente lo personal con el mundo y parece perseguir una visión total de ese estado de cosas: sus olores, sus texturas, sus grandilocuencias, los rasgos de los trabajos y los días, el ocio cercano, lo que los sentidos perciben, y el viaje, que es como se siente este libro, como un viaje –al decir de (Jacques) Rancière– “eficazmente estético” por políticas, ríos y riachos, ciudades, parques y jardines, danzas, eróticas, paseos, pinturas y un largo etcétera.
Poco queda afuera de este dispositivo heterogéneo donde no existe el yo autorreferencial al modo convencional sino que surge del contexto, en cómo primero siente, la autora, y luego nombra en una suerte de rebelión guerrera desmalezando los diferentes terrenos para proponer su posible naturaleza.
Tal como enlaza las lecturas de crónicas de viaje por América de Alcides D’Orbigny; de dos obras de Marcos Sastre; del Viaje al país de los matreros, de Fray Mocho, o la rescatada Oda al Paraná, de Manuel de Lavardén, entre otras, con los derroteros experimentales del lenguaje en una irrupción constante para nombrar sin pudor y con todos los matices a mano, un poco como “hacer de tripas corazón”, quizás para alcanzar el “abrazar” del título.
Dice en las últimas líneas de “Ceremonia del hombre fluvial”: “…Organizo la pléyade de las palabras que te amarán/ Vení/ Vení, enfundo mis huesos/ Me olvido de haber sido gitana al entrar/ inhóspita en salas de sabiduría”.
Cabeceando unos poemas
Lila Siegrist adjunta a su faceta de poeta, las de artista visual, agitadora cultural, editora; fue funcionaria de distintas gestiones de gobierno y coordinadora de eventos y programas artísticos. En ese sendero de acción pública de Siegrist puede verse cierta curiosidad vital traducida luego en una forma de expresión que va desde performances hasta conversatorios públicos.
Es la misma curiosidad que ahora en Te quiero… hace alquimia con esa mancha difusa de instintos y sentidos, para traspasar lo inefable de la experiencia vida y hacer pública su esencia. Su obra escrita anterior a Te quiero abrazar mucho son los poemarios Vikinga criolla (Yo soy Gilda editora, 2012) y Tracción a sangre (Iván Rosado, 2013), y la novela Destrucción total (Blatt & Ríos, 2014).
¿Y qué empujó en ella el carisma magnético de estos poemas?, Lila apunta: “Es una labor, un trabajo. Los poemas implican una idea, la cual tiene dificultades para existir en el lenguaje. Las dificultades se van rumeando. Como dice mi hijo músico: «estoy cabeceando una canción». Así, son rachas sensibles que se transfiguran al verso, y entran en una métrica alveolar y se traducen en la pantalla o el papel, en el plano, mediante procedimientos siempre singulares”.
Las palabras y la voz
Por momentos de cuño casi surrealista, Te quiero… tiene, sin embargo, un apego estrictamente documental en su modo de producir significado, en su creencia de los plenos poderes de la palabra, porque de su lectura surge que para Siegrist todo puede decirse en el poema en un tono real y vívido pero a través de ese desborde –fuera de borda, como seguramente estará el motor de las embarcaciones desde donde mira y piensa– de frases que exploran una veta tan moderna como radical, tan pródiga de sutilezas y hallazgos, como si desplegara una arqueología de los episodios biográficos que jalonan su vida y obra (obra no solo en el sentido artístico sino en el hacer constante como marca en el orillo de la autora).
Siegrist es una artista-productora que acciona permanentemente y es ese fluir constante lo que también se plasma en estos poemas que funcionan como un canto que invita a abandonarse al placer de las imágenes. ¿Qué le gusta más a Siegrist, las palabras o el sentido que despiertan?, “Las dos cosas, estudio palabras y cómo entran en la voz”, dice.
Escribir con el deseo
Siempre como si buscara algo escondido en su interior, las imágenes desplegadas son intensas fulguraciones de escenas posibles e imposibles, no importa, por donde desfilan la naturaleza y los ánimos, la calma sagrada de un instante y la mirada extasiada o en trance porque todo reverbera en un lenguaje trabajado a modo de –como escribió Marosa Di Giorgio en un poema– “una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”.
Dice en un pasaje de “Semana 2 año II”: “…Por la tarde el sol aparece cobre paisaje que llora azufre, / los árboles cetrinos y bronceada la tierra. / Un perro a mis pies, un escenario perfecto para el fuego, / un flash en mi frente cuando avanza leña a mis fauces. / Confort civilizatorio en olor limpio de junco esterilla. / Allí estamos a salvo por un rato…”.
En los poemas de este libro Siegrist juega, mezcla e introduce elementos de resistencia, desorganización y desvíos en los canales que legitiman su propio sistema de escritura, opera contra cualquier intento de normalización estableciendo tensiones y extrañamientos sin salirse de su circuito.
Hay un sentido anárquico en la construcción de estos poemas desde donde la autora se mueve con percepción abierta, viajera, participativa, dispuesta hasta para los desvíos del camino que se impuso.
¿Siegrist escribió este libro con la memoria o el presente? “Escribo con el deseo, que es el presente en estado activo, como la política. Con la instrumentación del deseo, que viene cargado de bagaje y sesgo en acción”, dice Siegrist. “Es deprimente este bar / pantallas del fantasma blanco / tu look lombrosiano. / Es la hiel misma esta barra, / los tres tomamos tragos, / se rompe un vaso de vidrio bajo mis pies descalzos. / Hoy el héroe de mis noches viste un ambo de Pernas / tipeo desnuda sobre esta pantalla / y sé que no es refinado”, escribe en “La barra”.
Abrazar a la autora
Hay inteligencia e inspiración en los poemas de este libro; suenan como una oda sugestiva con la imprevisibilidad del rayo detrás honrando la imaginación; son poemas bien “pulenta”, refrescantes, para lectores desafectados que se abandonen a la deriva de lo que sople el lenguaje.
Hay coherencia y consistencia, es decir, identidad, es decir, lo que carga una lengua personal, que para Siegrist sería “la exploración, como se resuelve ese trabajo en el lenguaje, y esas operaciones cómo construyen, connotan y limitan una voz autoral”.
En el caso de estos poemas, esas expresiones podrían traducirse en una simple consigna: hacer fluir la capacidad de asombro. Y sí, seguramente también habrá lectores que quieran abrazar a la autora.