Por Ezequiel Nant
Presidente de Asociación Civil La Fábrica y miembro del Centro de Estudios Sociales e Investigación Histórica de Villa Gobernador Gálvez.
En 20 años el consumo de la carne de vaca se contrajo un 27%, mientras que el de pollo creció un 75%. Hoy nos encontramos en la cuenta regresiva. Nunca los argentinos consumimos tan poca carne de vaca.
El año pasado, consumimos 46,1 kilos per cápita, un punto arriba de los 45,2 de pollo (ver). Y esta tendencia parece profundizarse con pronósticos que calculan un consumo de 35 kilos de carne vacuna per cápita anuales.
¿Qué es lo que estamos perdiendo que comemos menos carne? El filósofo Carlos Astrada, en los años 40-50 (El Mito Gaucho, Cruz del Sur, Buenos Aires, 1948), reconoce en el Martín Fierro la “raíz, estilo y proyección del hombre argentino”: en los años coloniales y con posterioridad a la Revolución de Mayo, el gaucho recorría la pampa libre. Con sus propias herramientas cazaba el cimarrón, lo cuereaba, comía el asado y vendía el cuero. Gauchos, negros, e indios, jugaron un rol fundamental en la gesta emancipadora por la independencia de España. Pero a diferencia de Estados Unidos, donde se repartieron las tierras a la población, aquí nada de eso pasó. Al gaucho lo traicionaron, le robaron su ranchito, su libertad y lo condenaron a combatir en la frontera, en las fratricidas campañas del desierto. Durante el proceso de guerras civiles la oligarquía fue apropiándose de miles y miles de hectáreas, el ganado cimarrón y el control del Estado.
El de hoy es un capítulo más del despojo. Los terratenientes cumplen el sueño de despojar al argentino del consumo de carne vacuna. Un retrato de esta clase: “De acuerdo al censo nacional 2018, son 6.140 terratenientes que tienen el 51% del territorio argentino, que a través del sistema de arrendamiento se quedan con unos 10 mil millones de dólares por año” (dinero que obtienen apropiándose del sobreprecio de los productos agropecuarios) (Luciano Orellano “Argentina sangra por las barrancas del Paraná” Editorial Ágora 2021). Esa clase se pregunta “¿por qué los negritos comen asado?”. Ellos conocen bien, desde siempre, las fiestas y las costumbres de Europa y les parece una aberración que semejante manjar, los platos más preciados del mundo, de vacas criadas a pasto, sea un plato recurrente de los cabecitas negras.
Mientras en el imaginario social se sigue manteniendo el asado, las empanadas y el puchero como nuestras comidas típicas, la cruda realidad se impone con fuerza de sentencia: lo que determina es el bolsillo del trabajador.
Hace tiempo que en la mayoría de las casas de menores recursos el pollo superó a la carne de vaca. En el 40,6% de la población que está bajo la línea de pobreza la carne de vaca casi no se ve (ver Indec). Las tres millones de personas, que viven en la indigencia, casi no consumen carne de ningún tipo.
La caída del poder adquisitivo de los trabajadores se estima en un 44% desde agosto del 2013 hasta agosto del 2021 (ver Forbes). La emisión monetaria para pagar vencimientos de deuda y la especulación financiera, y su correspondiente devaluación de la moneda, ha sido la principal causa de la pérdida del poder adquisitivo.
Este es un camino que el gobierno de Alberto Fernández definió profundizar con el cierre del pretendido “acuerdo” con el FMI, a partir del cual se van a seguir licuando los salarios para pagar una estafa de la gestión de Mauricio Macri.
El cuento chino y la concentración
La otra cara de la moneda es la que tiene a los terratenientes eufóricos. La fuerte demanda china cambió el ciclo agropecuario nacional, aceleró la primarización de la economía argentina produciendo récord de cosecha y exportación. En 2021, a pesar de las restricciones a la exportación, China se llevó casi 1 de cada 5 kilos de carne de vaca que produjo el país (424.380 toneladas) (ver).
La exportación de carne vacuna en el año 2020, en medio de la pandemia del covid-19, fue de 917 mil toneladas, acercándose al máximo nacional que fue en 1924 de 981 mil toneladas. Entre el 2015 y el 2020 creció la exportación un 345% en volumen y un 206%en valores. Santa Fe aportó un 44% de esas exportaciones.
Junto a los terratenientes hay diez empresas, en su mayoría extranjeras y nucleadas en el consorcio ABC, que concentran el 90% del negocio de la exportación de carne. Son parte de los sectores concentrados que impulsan la ampliación de la frontera agropecuaria con las quemas, la disminución de las producciones regionales y la desaparición de 70 millones de hectáreas de bosques.
Para seguir en ese camino, llevaron al Congreso Nacional el proyecto de ley de “Régimen de fomento al desarrollo agroindustrial federal, inclusivo, sustentable y exportador”.
En Argentina, la Revolución de Mayo quedó inconclusa. Esta herida sigue abierta. Mientras la tierra, principal medio de producción, siga siendo propiedad del latifundio, la voz del gaucho seguirá retumbando en nuestros corazones, impulsándonos a continuar nuestras tareas patrióticas y democráticas pendientes. Necesitamos cambiar el rumbo para cambiar la historia, recuperar y democratizar la tierra en función de los intereses nacionales unida a la necesidad del desarrollo industrial, recuperar la soberanía sobre el río Paraná.