Publicada por Ediciones Diotima, la novela de Tisera es un texto de búsqueda. Según menciona Gabriela Cabezón Cámara en la contratapa: “en esta novela, Facundo Tisera nos muestra cómo, a veces, buscar una cosa y encontrar otra es un milagro. Es el caso de Manuel, que busca un amor y encuentra su escritura. Una novela hermosa”.
Facundo Tisera nació en Quilmes en 1989. Actualmente vive en Rosario. Es licenciado en Psicología, músico y escritor. Autor del libro de cuentos Nadie sabe que estoy, editorial Treninstantáneo (2022).Vivió en París, donde coordinó talleres de lectura sobre literatura latinoamericana. Desde el 2018 escribe en la sección de cultura de La Izquierda Diario. El laberinto del poeta es su primera novela publicada.
A continuación, un capítulo de su reciente publicación:
XIV
Será inevitable volver una y otra vez a buscar a Isabel. Llegar a su encuentro como al calor en el invierno. Manuel organizará un sistema. Querrá cubrir todos los días y los horarios posibles. La primera semana irá lunes, miércoles y viernes por la mañana. La segunda por la tarde. Alternará días y posiciones en el café. El escueto saloncito no permitirá, sin embargo, más de dos o tres sectores.
Con el tiempo sabrá los códigos internos de los mozos: los números de las mesas, los humores, los gestos de cada uno y conocerá también a la clientela habitual que volverá siempre al mismo lugar, caminando en círculos por la vida, como en un bosque sin referencias: el vendedor de diarios que pedirá su café para llevarse al puesto, la mujer morocha del quinto que bajará a leer novelas policiales mientras fuma en la ventana, el veinteañero de traje que desayunará leyendo el diario antes de irse a trabajar, la pareja de viejitos que almorzarán pasta todos los viernes al mediodía, el relojero de la calle Riobamba que tomará Old Smuggler, sin hielo, a las diez de la mañana.
Notará, además, cómo el café doble (siempre pedirá café doble) le será preparado más concentrado o más liviano según cuál de los dueños ocupe la barra y su cafetera. Sabrá, por otra parte, que los dueños serán dos y al parecer serán primos. El más alto de ellos, un hombre flaco, sin bigote y con el pelo tomado por completo por canas plateadas, será de los que sirven los cafés bien fuertes, como si quisiera dejar en claro la buena calidad de los granos que muelen para prepararlos. El otro, su primo, más petiso pero igualmente alto y con bigote, preparará los cafés con cierto desinterés y los despachará sin rencor ni remordimiento, livianos y a su suerte. Manuel se divertirá al pensar cómo dos personas que preparan el café tan distinto podrían llevar adelante un negocio juntos. No tiene fundamentos para demostrarlo, pero está convencido de que el modo en que un ser humano prepara su café o su mate se vincula directamente con su manera de desenvolverse en la vida. Lo piensa así y es su firme convicción.
Isabel ya no será parte de su presente y Manuel temerá no volver a verla nunca. Cubrirá durante un mes los tres turnos en los siete días de la semana y no tendrá rastros de ella. Optará, incluso, por preguntar a sus compañeros y terminará por darse cuenta de que ninguno sabrá nada de su existencia. No tendrán registro de ninguna Isabel ni de ninguna mujer que corresponda a la descripción física que él dará una y otra vez. Manuel, aun sabiendo la respuesta, gozará en su juego de nombrarla y dar detalles de su persona. Su momento preferido será cuando describa minuciosamente sus labios, su color y cada uno de sus pliegues. Sabrá que, en general, aburrirá a su interlocutor, pero se tratará de un juego personal e íntimo, cerrado para él y para nadie más. Esotérico. Un juego propio que volcará en versos sobre el cuaderno. Manuel buscará a Isabel, porque sabe que debe encontrarla.