La Semana del Orgullo rosarina está plagada de actividades y la comunidad LGBT se prepara para la marcha, este sábado, que reivindica la diversidad y la igualdad de derechos.
La comunidad disidente no está exenta de la particular situación electoral que atraviesa el país, en medio del crecimiento de los discursos de odio, ataques a referentes del colectivo LGBT y el crecimiento de las derechas alternativas. Los organizadores de la tradicional movilización analizaron en diálogo con El Ciudadano la coyuntura de las disidencias sexuales.
Manuel López, militante político de la diversidad, de Patria Grande y de la organización Orgullo Rosario, integra la coordinadora de la diversidad, responsable de la organización de la Marcha del Orgullo. El joven entiende que Argentina se encuentra inmersa en un “clima de época muy complejo. Hemos tenido grandes avances, pero tenemos que buscar otras estrategias”.
La movilización será este sábado 7 de octubre en la Plaza Libertad (Mitre y Pasco) desde las 13, con la tradicional Feria Orgullosa, donde decenas de artesanos y emprendedores venderán sus productos, amenizada por un espectáculo de artistas disidentes emergentes. La marcha dará comienzo desde las 17 para dirigirse al Monumento a la Bandera, donde un escenario los esperará para la lectura de un documento único elaborado por las más de 30 organizaciones LGBT+ de la ciudad. Durante toda la jornada, habrá baños, puestos de hidratación y asistencia médica para los miles de asistentes que se acercarán al evento.
—¿Cómo se llega a este clima tan complejo? ¿Cómo se observa esto desde la óptica de la militancia por los derechos de la diversidad sexual?
—Estamos en una situación muy jodida. Con el tiempo se fue demostrando que la lucha por los derechos de nuestro colectivo no se puede separar jamás de la lucha de los derechos humanos y la ampliación de derechos de toda nuestra sociedad. Si nuestra sociedad está retrocediendo, nosotros vamos a retroceder porque somos parte y una parte muy vulnerada también en sus derechos. Lo vimos en pandemia y las condiciones de vida en las que estamos, con medio país bajo la línea de pobreza y nuestras compañeras trans viviendo en condiciones indignas en algunos casos. Ahí hay una falencia muy grande todavía. Es muy difícil también, cuando hablamos las deudas de la democracia, decir de qué democracia. Hay algunos ejemplos bien palpables, como la población travesti trans, que recién fueron ciudadanas en 2012 con la Ley de Identidad de Género. Fueron muchos años de democracia en que era masiva, pero todavía había deudas y es un momento ahora en el que tenemos que pensar cómo continúa la democracia. No podemos hacer de cuenta que está todo bárbaro y que sólo por el hecho de ir a votar, alcanza.
—Las personas de 16 años que llegaron a las urnas en agosto pasado tenían 8 cuando Mauricio Macri asumió el poder. Es decir, crecieron sin conocer otra cosa que los dos dígitos de inflación anual. Pero paralelamente, hay expresiones de disidencias sexuales o de género mucho más tempranas que hace 10 años atrás ¿Cómo juega el avance en materia de género, o por lo menos de esta participación democrática de las diversidades, con este escenario de retroceso o incluso de dudas sobre los alcances de la democracia?
—Se abren dos canales. Hubo gente que se integró al circuito democrático en un contexto social y político muy complejo. La política en Argentina siempre fue distinta, intensa, pero la discusión política y la forma de construcción de hegemonía y de discursos, incluso los roles de otros espacios de la vida como puede ser el periodismo y las redes sociales, cambió mucho y de forma muy vertiginosa en el último tiempo. Si viéramos hasta el conflicto del campo y la resolución 125, tuvo un alto nivel de virulencia en términos de la confrontación política. Después se logró canalizar de alguna forma porque, posterior a eso, el mismo gobierno que había pensado que se lo llevaban puesto gana con el 54% de los votos.
Se pudo seguir haciendo política y construyendo un proyecto. Había un acuerdo democrático mínimo por más que esté en las antípodas. Estas generaciones crecen y votan al calor de un escenario donde está ya bastante quebrado el pacto democrático y votan un año después de que, por cuestiones ideológicas, intentan matar a la vicepresidenta. Que exista la posibilidad de asesinar a un vicepresidente de la Nación, y la forma como eso se tradujo en la política argentina, a quienes hemos crecido con otra forma de hacer política nos genera mucho dolor y mucha angustia. Es un clima de época muy complejo para hacer política.
Hemos tenido grandes avances y hemos sido vanguardia en términos internacionales, pero no podemos contentarnos con esas avanzadas ni quedarnos en una cuestión identitaria. Hubo este crecimiento de derechos: el matrimonio igualitario, la Ley de Identidad de Género, durante el gobierno de Alberto conseguimos la Ley del Aborto, el debate sobre el DNI no binario, la visibilización -más allá de críticas que podamos tener sobre su implementación- del cupo laboral travesti trans, la nueva ley de VIH.
En todas esas hay algo en común y es que efectivamente fueron durante gobiernos peronistas, nos guste o no. No quiere decir que fueron con apoyo transversal, ni que todos los peronistas son buenos ni que apoyan la causa. Hoy no tenemos que hablar solo con hechos para convencer a la gente. Tenemos que buscar una estrategia también, porque enojarnos no sirve e ir con el librito de «yo tengo la razón porque fue Cristina la que…» no sirve. No convencemos. Lo que logramos también es más reactividad. Lo que tenemos que tratar es generar empatía con quienes la están pasando mal. No podemos ir con «ah, pero estamos en democracia. Primero hay que valorar la democracia» y porque capaz que quien te está escuchando es tercera generación que vive en un barrio popular sin cloaca, que vive en la mierda literalmente.
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Entonces lo primero que tenemos que aceptar es que la gente tiene razones para enojarse. Porque estamos enojados. El año pasado, el lema de la Marcha del Orgullo fue «estamos hartes», porque queríamos expresar ese hartazgo sin importar las banderas partidarias.
—Milei dijo públicamente no estar en contra de la comunidad LGBT, pero hay sobradas expresiones del sector que lo acompaña donde uno encuentra estas expresiones de odio, de persecución, de rechazo, de violencia ¿Qué es lo que ves a raíz de estos personajes que hoy, si bien ya estaban en la calle, se presentan organizados y a cara lavada?
—Efectivamente hay una reacción conservadora. Podría ser marginal, pero esa reacción tiene que ver con que, por un lado, ese proceso revolucionario, o cuanto menos progresista que vivimos en los últimos años con la última ola del feminismo, se anestesió. Se volvió parte del establishment. Lo mismo pasó en Europa, en Estados Unidos. En el caso de Argentina hay un discurso conservador, en medio de un gobierno que le faltó contundencia.
Cuando un movimiento se anestesia, lo que pasa es que empiezan a no enterarse de lo que pasa por fuera del palacio, de los pasillos. Eso explica cómo cada vez iba empeorando un poquito más la condición en Europa, en Norteamérica, y no se daban cuenta lo que estaba pasando por abajo, en las bases. Estados Unidos es un ejemplo de ello: cómo gana Trump y dónde ganan los demócratas y un establishment progresista triunfando únicamente en las costas, en las grandes ciudades, y todo el resto del país de color conservador. En Argentina hay un poco de eso también.
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Haciendo, si se quiere, una valoración de la gestión actual del gobierno, fue una gestión que despertó muchas esperanzas. Es verdad que no la tuvo fácil, pero le faltó capacidad de reacción, le faltó movilización. Quedó en muchas palabras lindas, en muchos gestos lindos y el problema es que los gestos tienen que ser sustentados en algo, sino queda solo en un zoom, en una foto en que me muestro más progre con el pañuelo verde. Hay una gran desilusión política.
Obviamente queremos que nuestras causas tengan una representación, una visibilidad y una jerarquización institucional porque nuestra demanda es una demanda cultural, pero también es al poder político y al Estado. Que exista un Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad es un paso, pero es recién el punto de partida. Un ministerio pésimamente gestionado como se gestionó en estos cuatro años no sirve de nada. Es más, nos hace retroceder porque le da argumentos a los sectores que se estaban buscando algo para agarrarse para criticar al gobierno actual. Las mujeres y las travas siguen muriendo, no hay política habitacional. Lo más concreto: las marchas, el orgullo, son un espacio fundamental de visibilidad. Es un espacio seguro, de cuidado, que permite a mucha gente vivir con libertad su sexualidad aunque sea un día al año.
—Hace poco tiempo, circuló una gacetilla donde Orgullo Rosario exigía las condiciones de seguridad necesarias para que el colectivo pudiera desarrollarse libremente, tras los escraches en el boliche Mercury y a la asociación civil Las Safinas, y por el desarrollo seguro de la Marcha ¿Cómo se llega a esta nueva edición?
—El lema de la Marcha del Orgullo de este año es “Libertad es memoria y orgullo, violencia antiderechos nunca más”. Estamos trabajando desde principios de este año con activismos políticos, culturales y de salud entre las 30 organizaciones que integran la coordinadora, concibiendo nuestro activismo desde el cariño.
No hay razones para creer que va a haber expresiones de violencia o de odio durante el desarrollo de la marcha. A partir de que el año pasado fuimos más de 60 mil personas, no le tenemos miedo a nada. No creemos que las pintadas con esvásticas que se hicieron en el boliche sean expresiones consecuentes u organizadas de una ideología homofóbica o fascista. Lo que sí es preocupante es que no haya todavía un fiscal asignado para la causa, siendo que ya pasó más de un mes y están en disposición de la justicia las grabaciones de las cámaras del lugar.
Las organizaciones que trabajamos en los distintos territorios y ámbitos de la ciudad venimos denunciando la falta de políticas públicas integrales destinadas a mejorar la vida concreta de las disidencias sexuales. Además, el año pasado la coordinadora tuvo que financiar un 25% de los costos de la marcha. Este año, sustentamos el 50% de la marcha, y eso es por un corrimiento del Estado. Creemos que todavía falta mucho en el ámbito municipal. Rosario ha sido pionera en normativa y en políticas de inclusión y creo que un poco se quedó dormida en los laureles. Con la provincia lamentablemente venimos mal. Cuesta mucho el diálogo y la articulación. Hay un aporte a la marcha, pero cuesta realmente. Creo que es un gobierno que no supo cómo construir y dialogar con el activismo, no supo hacer políticas públicas que contengan las necesidades y las urgencias de nuestro colectivo.