El documentalista Darío Arcella estrenará este jueves Nuestro mundo, un largometraje que retrata la vida actual de la comunidad Yshir y las violencias que sufren como resultado de las políticas implementadas por parte de los organismos internacionales encargados de la preservación de la biodiversidad en el planeta.
La película (que estará disponible hasta el miércoles 22 en la plataforma Octubre TV, dentro del canal Construir TV) cierra la Trilogía de la Tierra que abrió Arcella en 2011 con Crónicas de la gran serpiente, que era un recorrido sobre la filosofía de pueblos originarios americanos, y continuó en 2014 con La Ceremonia, un viaje al interior del espíritu y la cultura del pueblo Yshir del Alto Paraguay, localizado en la triple frontera entre ese país, Bolivia y Brasil.
«La primera película de la trilogía trató sobre la filosofía de los pueblos americanos; la segunda sobre la espiritualidad y el vivir en la naturaleza de los Yshir y esta sobre la criminalización de los medios de vida ancestrales que ellos vienen desarrollando desde hace más de 15 mil años, del ataque al sustento a este pueblo nómada», contó Arcella en una primera ubicación sobre los temas que recorre la película que estrena este jueves a las 22.
El pueblo Yshir se desarrolló en América en un área que va del Gran Pantanal do Sul, en Brasil, hasta Formosa, en Argentina, y posee un idioma propio, fuera de los troncos lingüísticos del guaraní o el quechua; son un pueblo nómada que vive de la recolección, la caza y la pesca, que hasta la década del 30 se desplegó en un área de un millón de hectáreas, reducidas a la actualidad a 30 mil producto de la extensión de la frontera agrícola.
Según contó Arcella, el film comenzó como parte de una investigación de doctorado que hizo Mario Blaser, «sobre cómo se deciden las políticas ambientales o de desarrollo que afectan a estos pueblos sin que ellos participen de estas definiciones», dijo. Y amplió: «Así entran en el film organismos como el GEF (Global Enviroment Facilities), que es un fondo internacional con sede en Washington y que depende del Departamento de Estado norteamericano y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (Pnud). El problema es que los programas se van armando, siguiendo determinadas formalidades burocráticas de tipos que no conocen las zonas donde los proyectos, se aplican y después hay una serie de organizaciones no gubernamentales que son las encargadas de ejecutar el proyecto en territorio que manejan unos tiempos de consulta y decisión muy distintos de los tiempos de consulta y análisis de las comunidades. En la medida en que no se respeten estos tiempos de las comunidades los proyectos están destinados al fracaso».
«Alguien definió a la película como «el lado B de las políticas ambientales». En este caso se decidió crear un área de biodiversidad en territorio Yshir y esto les prohíbe pescar y cazar, que son sus sustentos de vida, donde lo hacen desde hace miles de años. Los Yshir tienen una relación con la naturaleza antiquísima, tienen toda una mitología que determina en qué momento hay que cazar y pescar; ellos establecen toda una serie de pactos con la naturaleza desde hace quince o veinte mil años, y este programa que se implementó violenta eso», explicó el realizador. Y consultado sobre si existe entonces una amenaza a la subsistencia de los Yshir apuntó: «Desde mediados de los 80 van perdiendo territorio ante el avance dramático de la frontera agrícola. La película indaga este panorama complejo donde hay un conjunto de razones que confluyen en el despojo de tierras y derechos de esta comunidad y que pone en peligro su existencia como pueblo. Un pueblo sin territorio no puede desarrollarse, además de que ellos tienen una idea de desarrollo que es distinta de la idea de desarrollo del capitalismo occidental».
El interés de Arcella por los Yshir comenzó cuando supo que ellos «viven a su manera desde tiempos inmemoriales», si bien comienzan una cierta relación con la civilización occidental a partir de 1930 «pero es recién desde 1985 que tienen un contacto fluido». «Es un pueblo con mucha vida espiritual propia, no fueron evangelizados, por decirlo de un modo claro. Estos pueblos hacen una construcción de sí mismos muy distinta, con otra relación con la tierra, otro conocimiento de los movimientos celestes, otro conocimiento de las plantas, y la particularidad que tienen sobre otros pueblos originarios es que al haber comenzado su relación con Occidente tan tarde, esto les permitió conservar un estado de desarrollo propio, con una vida en un equilibrio dinámico permanente con el entorno. Mientras que en muchos pueblos originarios el deterioro cultural es importante, en los Yshir su identidad cultural es muy fuerte», explicó.