Superluna a la coincidencia de la Luna llena o Luna nueva con su máximo acercamiento a la Tierra, el perigeo. Entonces, además de redonda se la puede ver más brillante y más grande: esto es lo que ocurrirá por última vez en 2019 este jueves 21, la fecha que se toma como fin del verano e inicio del otoño. Y el momento para apreciarla será desde su salida en el horizonte a las 19.52 hora local, hasta las 7.20, horario de puesta. Las diferencias del tamaño aparente entre una Superluna y una Luna llena normal puede llegar a ser de hasta un 14%, y las diferencias de brillo son en torno a un 30% en casos extremos, con una media del 15%.
El acercamiento y alejamiento de la Luna a la Tierra ocurre por la órbita del satélite, que describe una elipse. Quien acuñó el término en 1979, el astrólogo Richard Nolle, sostiene que tres días después del fenómeno, en la Tierra pueden ocurrir desastres naturales como terremotos y actividades volcánicas debido a la mayor fuerza gravitacional de la Luna. Sin embargo, numerosos científicos y organizaciones sostienen que esos no se producen.
Nada de esto ha ocurrido nunca con las anteriores superlunas llenas como la de 1993 o la superluna llena de 1975, pero la de 2011 tuvo lugar poco después del terremoto y tsunami de Japón, al igual que la de 1939 que tuvo lugar unos días antes del terremoto de Chillán.
Leyendas que se esparcieron sobre todo durante la Edad Media aseguraban que en la fase de la Luna llena la gente se enloquecía por los haces lunares que el satélite dirigía hacia la tierra. Aunque estas teorías se descartaron hace mucho tiempo, muchas veces en la actualidad se sigue utilizando las palabra “lunático” como sinónimo de demente.
Con todo, la Superluna de este jueves, será la tercera Luna llena en lo que va del año, y tiene la especial coincidencia de darse con el equinoccio (cambio de estación), algo que no sucede desde 1981.
Se llama, además, “Superluna de gusano”, por ser la Luna llena de marzo que marca el inicio de la primavera en el Hemisferio Norte, donde los campesinos de principios del siglo pasado les pusieron nombres: la presente marca el comienzo del deshielo, que libera gusanos en la tierra. Pero también es la Luna de cuervo, porque aumenta los cantos de esas aves por la misma razón –final del invierno– y también Luna de azúcar, ya que se inicia la temporada del jarabe de arce, que se elabora con la savia de ese árbol y es una receta de las tribus nativas de Norteamérica muy anterior a la llegada de los colonizadores.