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Llegan las reuniones familiares y aparece la pregunta: ¿Quién define qué es familia?

En Santa Fe habilitaron los encuentros de 10 personas y las autoridades usaron una palabra nueva en relación a otras provincias: afectivas. El concepto amplía la noción de lazo sanguíneo mientras que la vuelta de la juntada abre la pregunta sobre quiénes asumen los cuidados

La autorización de los encuentros de hasta 10 personas en una casa llegó a Santa Fe y abrió la discusión sobre si son sólo para familia o si incluye a amistades. En las otras provincias que habilitaron este tipo de juntadas se habla de “reuniones familiares” en general y cada una ha hecho diferenciaciones más o menos estrictas. En Santa Fe, a la hora de comunicarlo, tanto el gobierno provincial como la Municipalidad de Rosario usaron un concepto distinto en relación a otros lugares del país. Dijeron que se trataban de reuniones familiares y afectivas. La idea de afecto llega para ampliar la mirada y abre el juego a los vínculos que no se identifican necesariamente con la idea tradicional de familia. Es que el núcleo familiar es muchas veces el territorio de las violencias y las exclusiones, pero también de la distribución desigual de los cuidados y las tareas. Por eso, ante una nueva medida que nos abre la posibilidad del contacto con las y los demás se abren muchas preguntas. ¿Quién puede definir hoy qué es la familia? ¿Sólo el vínculo sanguíneo lo es? ¿Qué significa la familia para las disidencias sexuales? ¿Hablar sólo de reuniones familiares es excluyente? ¿Cómo será la distribución de tareas en esta vuelta a los encuentros? ¿Quién va a levantar la mesa y lavar los platos? ¿Mujeres y varones nos cuidamos de la misma manera?

Las reuniones fueron implementadas después de la consulta con las y los especialistas sanitarios que dijeron que si se cumple el protocolo de higiene y distanciamiento social el riesgo de contagio es bajo y el beneficio anímico es muy grande. Esto implica que en las juntadas es necesario mantener distancia, no compartir vasos y cubiertos, entrar y salir con barbijo, evitar contacto físico, entre otras medidas.

Hasta ahora, 13 provincias de la Argentina anunciaron la habilitación. La semana pasada las reuniones llegaron a Jujuy, Chubut, Mendoza, San Luis, San Juan, La Pampa, Corrientes, Salta, Catamarca, Entre Ríos, Misiones y Tierra del Fuego. Desde este fin de semana estarán en Santa Fe y en el interior de Córdoba. En todos los casos a estos encuentros se los llamó “familiares”. El uso de una determinada palabra en vez de otra habla de cómo la idea de familia tradicional sigue marcando la agenda de prioridades de los gobiernos, aunque en la implementación aparece la flexibilidad. En general, hablan de familia y amistades o, incluso, reuniones sociales como es el caso de La Pampa. La más estricta en relación al concepto de familia es Mendoza, donde las reuniones están limitadas a grupos familiares de cercanía con primer y segundo grado de consanguinidad. El tinte conservador no llama la atención si se tiene en cuenta que se trata de una provincia en donde está prohibido comprar misoprostol en farmacias.

Familia travesti

Michelle Vargas Lobo es travesti y activista por los derechos del colectivo trans en Rosario. Como muchas travestis y trans se fue de su casa, en la provincia de Chubut, cuando era adolescente y su familia no aceptaba su identidad de género. En Rosario se armó de un núcleo familiar diverso. “Cuando me tuve que ir de mi casa el desarraigo del cordón familiar me costó mucho, fue un gran golpe a nivel emocional. Con el tiempo me di cuenta que la familia se construye y hoy me siento rodeada de un montón de gente que son mi familia, son hermanas, hermanos, sobrinas, sobrinos. El concepto de familia se pone en juego otra vez en esta nueva etapa porque se habilitan las reuniones familiares y no siempre se piensa en qué pasa con las personas que no tenemos una familia o que no consideramos como tal al vínculo sanguíneo. Mi familia son mis amigas, no tengo una biológica. Crecimos juntas, nos encontramos en las esquinas o cuando caíamos detenidas en las comisarías y fuimos armando nuestro círculo de afectos. Si en esta apertura vamos a entender a la familia desde una construcción cultural e ideológica tradicional, ¿cuándo sería el momento en que las personas que no tenemos esa construcción nos podríamos juntar?”, se pregunta.

Para ella es necesario pensar en que en cuarentena se han incrementado las violencias y discriminaciones hacia las mujeres y disidencias sexuales por el contexto de encierro: “En esta cuarentena hay travas que tienen una familia biológica que les da la espalda. Hay adolescentes que están en una construcción de su identidad y que en la familia no las quieren. Y nosotras venimos cumpliendo el rol de darles contención y acompañarlas, de hacerlas sentir que la familia es también la que una elije y no lo que la sociedad o el sistema te marca. Pensemos en una chica que hoy tiene 12 o 13 años, que está en un proceso de buscar la identidad que no es de un día para el otro, que aprovecha los momentos en que se queda sola en la casa para pintarse o usar la ropa de la hermana. En este contexto no puede vivir ese proceso porque hace 70 días está encerrada con una familia que no acepta su identidad”.

Para Michelle que el concepto usado en Santa Fe sea “reunión afectiva” no es secundario. Para ella, la reunión será el lugar del afecto y el amor. “Lo que más extrañé en esta cuarentena son los abrazos, el dar besos. Ahora estamos en una etapa de distanciamiento social y eso no se va a poder hacer, pero ya el hecho de compartir una comida, un vino, una charla nos acerca a lo que era la vida antes de la cuarentena. Para nosotras, las travas y las trans, que somos personas super demostrativas en lo afectivo y para todas las personas que son afectivas esta cuarentena nos dio en el talón. Y la posibilidad de poder encontrarnos de nuevo es reparador», agrega.

Familiares, afectivas y con más cuidados

“Si bien las concepciones de familia siempre están en disputa y van mutando, sabemos desde las perspectivas de género y diversidad que no siempre es el lugar de seguridad ni el lugar amoroso. Vamos construyendo otras formas de arreglos familiares que tienen que ver con las redes de sostén y afecto”, dice Luciano Fabbri sobre la necesidad de ampliar el concepto de reuniones familiares. Es integrante del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, un espacio que piensa y trabaja el lugar de los varones en relación con la perspectiva de género y diversidad.

Para Fabbri, las reuniones familiares y afectivas permiten pensar en el escenario de postpandemia, es decir, en cómo va a ser la vuelta la “normalidad” y en cómo cuidarse y cuidar. En esa tarea, los varones tienen desventaja. “La forma de socializar de los varones implica una incapacidad en el ejercicio del cuidado que nos expone a situaciones de riesgo porque queremos demostrar virilidad, que no somos vulnerables, frágiles, que no necesitamos cuidarnos ni que nos cuiden. Eso impacta en la propia salud, con mayores índices de mortalidad en varones que en mujeres. Ahora bien, la flexibilización de las fases nos pone en la situación de asumir mayores responsabilidades en el cuidado y autocuidado, tomando con responsabilidad las medidas sanitarias”, explica.

Según Fabbri, el desafío no sólo está en el cuidado de la salud sino también en la distribución de las tareas domésticas, que en un 70 por ciento recaen en mujeres y que la cuarentena puso aún más en evidencia. Fabbri opina que para muchos varones la pandemia significó darse cuenta de que había muchas tareas domésticas y de cuidado que antes les resultaban invisibles o indiferentes: “El confinamiento lo puso ante sus ojos. Muchos habrán asumido más responsabilidad y el asunto será qué va a pasar cuando esto se empiece a normalizar. Las reuniones familiares o afectivas son una buena oportunidad para ver si vamos a volver a la vieja normalidad poco equitativa o si este tránsito puede implicar una mayor apropiación de estas tareas”.

En ese ejercicio de mayor responsabilidad Fabbri pone el foco en lo que serán las reuniones entre amigos varones y habla de la importancia de reforzar los cuidados. “Para los varones la ausencia de la feminidad en el espacio grupal es la ausencia de la persona a la que se le delega el cuidado. Las mujeres aparecen como el control que los interpela para que sean más cuidadosos. Su ausencia se representa como un espacio de licencia o impunidad. Aparece el ‘por suerte acá no hay nadie que nos hinche las pelotas con que tenemos que cuidarnos, usar el tapabocas, lavarnos las manos, sacarnos el calzado’. Todo eso que dicen a manera de chiste o ironía respecto a las mujeres, les permite ponerse en un lugar de niños. El encuentro entre varones es libre de esa voz que interpela a cuidarse y que la sienten como una hinchada de pelotas. En el imaginario del reencuentro postpandemia estará esto de ‘al fin estamos libres de esta mirada que nos controla’, que es la vigilancia del Estado y el control femenino de cómo se están cuidando. Esa es una modalidad de complicidad machista que en estos reencuentros estaría bueno empezar desarmar”, agrega.

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