Por Daniela Barreiro | El Ciudadano & la gente
Una amistad sin tiempo ni condiciones. Así definió siempre el conductor radial y televisivo local Alberto J. Llorente su relación con Sandro. “Yo lo conocí en el año 61, cuando recién comenzaba. Él estaba dando unas pruebas en una agencia de Buenos Aires a la que yo había ido a contratar un grupo que se llamaba Jackie y Los Ciclones, que en ese momento eran número uno. Entonces me dijeron: «Si querés llevarte a Jackie…cuesta tanto, pero también tenés que llevarte a éste». Era Sandro. No lo conocía nadie. En ese entonces, a esos números los llamábamos «tuercas». Sandro estaba con un conjunto que tampoco conocía nadie. Después, como al año, empezó a ser Sandro y Los de Fuego con los que recorrimos todo el país”. Así contaba Llorente a este diario, hace algunos años, cómo había nacido su amistad con el Gitano, una unión que a tono profesional nunca necesitó de firmas ni papeles, porque siempre la palabra tuvo valor.
A poco de ingresar al Salón de los Pasos Perdidos para despedir al amigo querido, Llorente mantuvo una charla con El Ciudadano en la que, con la anarquía que permiten la memoria y la conmoción del momento, repasó anécdotas entrañables.
“Nos conocíamos desde hace 40 años, fue en la época en la que no era popular, y continuamos una profunda amistad cuando se trasformó en Sandro y Los de Fuego. Mantuvimos una relación de muchos años al margen de él ser Sandro y yo AJ. Teníamos una relación personal que no tenía que ver con lo empresarial. Siempre seguimos con la amistad, el iba a mi casa y yo a la suya, de hecho, la perra que vive en su casa de Banfield es hija de la mía. Cuando venía a Rosario, siempre lo traía yo, y cuando salía de gira, a veces lo acompañaba. Hemos vivido giras maravillosas juntos, hablábamos mucho, me contaba sus cosas. Podría decir que viví toda su vida muy de cerca”, recordó Llorente.
El conductor rosarino comenzó su travesía junto a Sandro cuando este último se acercó a Rosario para probar suerte con la música y fue a partir de ahí que nació una relación laboral y personal. “Cultivamos una hermosa amistad que duró hasta hoy, que la muerte nos separa”, graficó AJ.
“Además –agregó–, quiero recalcar que nunca firmé un contrato con él, porque siempre fue un tipo de palabra, con códigos. Un bonachón, humilde, que ayudaba a quienes lo necesitaban. Era un tipo que se despojaba de Sandro, en la intimidad era una persona común que siempre tenía una broma a flor de labio. Sandro era en el escenario, cuando bajaba pasaba a ser un ser humano como todos. Eso es lo más importante en la vida de un artista, porque hay muchos que siguen siendo artistas hasta con sus seres queridos. Él no”.
Sandro acostumbraba visitar Rosario en cada oportunidad que se le presentaba, de hecho, todos sus discos contaron con una presentación oficial en la ciudad e incluso solía quedarse un tiempo para disfrutar de sus amigos locales. “Roberto venía siempre a Rosario porque empezó acá, arrancó su carrera en Rosario conmigo”, aseguró Llorente al tiempo que recordó: “El te invitaba a comer y estabas cinco horas escuchando sus maravillosas historias, me llamaba por teléfono y estábamos más de tres horas hablando. Recuerdo que un día empezó a hablarme a las 10 de la noche, eran la 1.30 de la madrugada y le digo: «Roberto, ¿y si nos vamos a dormir?». Y me dijo que no, que le pase con Alejandra, mi hija. Era terrible, un tipo al que le encantaba hablar”.
Sandro fue sin duda uno de los referentes de la música popular, su voz generó en mucha gente un fanatismo inigualable que lo transformó en un astro y en un indiscutido referente musical. Llorente, desde un lugar de privilegio por la amistad que mantenía con el Gitano, aseguró: “La música popular pierde un ídolo, otro no hay, fue único en su forma de ser, de cantar y de componer. Hay similitudes entre otros cantante pero él era único, fabricó un estilo propio, hizo sus propios temas, era arreglador, era músico, era todo. Hablaba mucho de lo que le pasaba en la vida, transmitía mucho en sus canciones”.
Además, el conductor local recordó una de sus últimas visitas al astro: “Lo visité en el Instituto del Diagnóstico antes de que se lo llevaran a Mendoza, estaba mal, hacía un año que estaba mal. Yo tenía claro que algo así iba a pasar, sabía todo el proceso de la enfermedad y sabía que era una cosa terminal. Nos dejó alegremente impresionados que superó el trasplante. Yo de medicina no conozco, no sé y no puedo opinar, a lo mejor era el único camino viable para que pudiera seguir viviendo, pero yo lo veía muy deteriorado, no lo veía como para un transplante. Creía que no estaba adecuado su cuerpo a recibir los órganos, lo veía medio flojito. Encima estaba con una enfermedad que, para mí, no aguantaba la operación. Pero superó la operación y nació la esperanza, fue como un milagro. Sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, empezamos a pensar que no, que no iba a poder. Por eso, los médicos nunca sacaron de sus partes lo del «estado crítico»”.
“Este es un momento que esperábamos pero no queríamos recibirlo, uno siempre mantiene viva la esperanza. Pero él, pobre, ya estaba sufriendo demasiado”, continúo Llorente dejando entrever una cierta paz. “Sandro quería vivir –agregó–, por eso se sometió a todo esto, y los que lo queríamos también esperábamos que lo superara. Pero en lo personal, sabía que era terminal”.
Recordando con alegría a quien supo compartir muchos shows y giras con él, el popular AJ ríe mientras recuerda aquellas travesuras, chistes y momentos de afecto que compartió con el astro. “Tengo miles de anécdotas pero hay una que siempre recordamos: una vez estábamos comiendo en un hotel céntrico de Rosario, después de una función. Me empezó a bajar la presión, me sentía muy mal, me tiraron al piso y siguieron comiendo. En un momento entró la médica que venía a atenderme y, mientras yo estaba prácticamente desmayado en el piso, empezó a gritar: «Sandro, Sandro». Entonces él le dice: «¡Qué Sandro!, por favor atienda a mi amigo»”.