El sábado a la tarde, un hincha leproso fue al Coloso a ver el partido que Newell´s disputó con Atlético de Tucumán.
El triunfo del local alegró los corazones rojinegros y el de Zapatito también, pero no por mucho tiempo. Es que el joven, de 21 años, fue detenido por la Policía antes de abandonar las instalaciones del club. Le dijeron que su nombre figuraba en la lista de admisión, que este mes se extendió a 80 personas, y que tenía una captura por homicidio.
Ayer, Elías Emanuel B. fue imputado como autor del ataque a tiros que terminó con la vida de Jonathan Alexis Rosales a fines de junio pasado.
La Policía dijo que el sábado, mientras se disputaba el partido entre Newell`s y Atlético de Tucumán, observó por las cámaras de seguridad la presencia del joven en la tribuna del Coloso pese a que figuraba en la lista de 80 personas que tienen restringido el ingreso por orden de la Justicia. Por eso, una vez terminado el encuentro fue apresado y los uniformados lo pusieron al tanto de su situación, que el muchacho aseguró desconocer. Tras una consulta telefónica, el fiscal de Homicidios Florentino Malaponte ordenó su detención y ayer fue imputado por su par Ademar Bianchini.
Durante la audiencia se le achacó ser el autor de los disparos que el 22 de junio pasado terminaron con la vida de Jonathan Alexis Rosales, de 25 años, e hirieron en una pierna a su mujer Brisa Gabriela O., de 18, mientras que la beba de ocho meses de vida que estaba con la pareja resultó ilesa. Ese crimen, que ocurrió en Padre Giaccone al 1400 de barrio Las Flores Este, se enmarcó en una serie de ataques letales vinculados a la sangrienta disputa de la barrabrava leprosa.
Ayer, tras recibir la imputación de homicidio calificado (por la muerte de Rosales) y en grado de tentativa (por las lesiones de su mujer) el juez Héctor Núñez Cartelle dio lugar al pedido de la Fiscalía y dictó el plazo máximo de prisión preventiva para el joven además de ordenar que se le tomen fotografías de su tatuajes.
El defensor del muchacho, Leopoldo Monteil, menospreció la imputación al sostener que todo se basa en el testimonio de Brisa, quien presenció el ataque y fue víctima del mismo, quien en sus dos primeras declaraciones no identificó a ningún agresor, y 15 días después señaló con detalles a Zapatito. Ambas partes coinciden en que Rosales y Zapatito habían sido amigos hasta que algo los distanció, aunque no fueron especificados los motivos.
Para Monteil es por lo menos “curioso” que la testigo no mencione a nadie en las dos primeras entrevistas y luego, tras la declaración de su cuñado, hermano de Rosales —quien dijo que Jonathan le había contado antes de su muerte que estaba amenazado por una facción de la barra de Newell`s y mencionó a Zapatito— la mujer “recuperó la memoria”.
En su declaración, Brisa describió el auto en el que viajaban los dos agresores, y dijo que el conductor era Tubi, una persona que no está detenida y también figura en la lista de admisión del club leproso.
Monteil resaltó que es inverosímil que la mujer haya podido ver al conductor y al tirador, consideró que es obvio que conoce el tatuaje que su cliente tiene en el pecho porque era amigo de Rosales, y dijo que está clara su inocencia, en principio porque se presentó en la cancha sin saber que estaba restringido y mucho menos mencionado en un crimen.
El crimen de Rosales fue uno más de una serie de homicidios que se investigan en el marco de las disputas entre facciones de la barrabrava de Newell´s que los pesquisas vinculan al narcotráfico. Con pocas horas de diferencia fue asesinada también en zona sur Nora Oroño, en la puerta de su casa de Regimiento 11 al 80 bis. La mujer tenía dos hijos de apellido Yosti juntados con dos de las hermanas del Cuatrerito, asesinado a principios de junio.
Los investigadores tampoco descartaron que Rosales haya sido otro capítulo del enfrentamiento entre los bandos del Parque del Mercado y de barrio Municipal, que en los últimos dos meses ya había dejado cinco muertos –Leonel Sánchez, Mariela Miranda, Julio Solaro, María Cristina “La China” Núñez y Nora– junto a una decena de heridos.
Pero la línea principal está pegada a la barra leprosa. De hecho, pocos días después de su asesinato le llegó el turno a Maximiliano La Rocca, quien acompañaba al Cuatrerito cuando lo mataron frente al Coloso y declaró, sin ser muy convincente, que sobrevivió porque los agresores se quedaron sin balas. Los plomos le llegaron igual unas tres semanas después en barrio Belgrano, cuando se bajó a una farmacia de Pellegrini y Camilo Aldao a comprar analgésicos.