Un policía de 33 años obtuvo la libertad luego de ser acusado de homicidio con exceso en la legítima defensa de un adolescente que el lunes pasado le robó la billetera y un celular cuando caminaba por la vecina localidad de Granadero Baigorria, según denunció. La víctima recibió un tiro en la parte posterior de la cabeza que salió por la frente cuando huía en moto como acompañante de otro muchacho, y cayó muerto a unos 70 metros del lugar del alegado asalto y a unos 50 metros de un puñado de 8 vainas servidas calibre 9 milímetros. A su vez, el conductor del rodado, quien recibió un plomo en la espalda, quedó imputado de robo calificado y permanecerá con arresto domiciliario durante el proceso.
Cerca de las 19.30 del lunes pasado, el policía Carlos Eduardo I. caminaba por calle Alvear 150 de Granadero Baigorria cuando se acercó una moto con dos ocupantes. El acompañante descendió del rodado y, a punta de pistola –luego de golpear al policía en la cabeza y amenazarlo de muerte– le pidió las pertenencias, reza la acusación. El uniformado, que quedó en el piso, le tiró la billetera con 500 pesos y su celular, botín que levantó el asaltante para subirse a la moto y comenzar a huir. Pero a unos 70 metros de distancia éste recibió un disparo en el cráneo que ingresó por la parte posterior y salió por la frente, tras lo cual cayó al pavimento. Por su parte, el conductor de la moto sufrió una herida de bala en el omóplato que quedó alojada en su cuerpo y escapó, aunque luego fue detenido en el hospital Eva Perón, al que se dirigió a raíz de la herida recibida.
Por su parte, el uniformado, que esperó en el lugar del hecho, fue detenido y ayer fue sometido a una audiencia imputativa, al igual que el joven que acompañaba al adolescente fallecido. En un primer debate, este muchacho, Jonathan S., de 19 años, fue acusado por el fiscal Damián Cimino de robo calificado por el uso de arma de fuego cuya aptitud para el disparo no fue acreditada. En su descargo, el acusado sostuvo que Carlos Miño, de 16 años, le solicitó que lo llevara a un quiosco, a lo que accedió. Jonathan S. refirió que el adolescente se bajó en la esquina donde se produjo el hecho y le dijo: “Esperame acá que compro y vuelvo”. Y agregó que no tenía conocimiento de lo que iba a hacer. “Empecé a escuchar disparos y le dije: qué hiciste. Y me dijo: «Seguí»”. El sospechoso refirió que hizo unos metros y su compinche se desplomó. “Yo seguí porque estaba herido”, concluyó.
Luego de la acusación, se dispuso un arresto domiciliario del acusado por 30 días a raíz de un acuerdo entre la fiscalía y la defensa, a cargo de Adriana Lucero, lo que fue aceptado por el juez José Luis Suárez.
El crimen
Luego fue el turno del policía. El fiscal Cimino lo acusó de homicidio agravado por el uso de arma, tentativa de homicidio agravado y portación de arma atenuada, ya que el uniformado realiza trabajos administrativos y no cuenta con un arma otorgada por la provincia, sino que era de su propiedad y hasta el momento no se acreditó el permiso de portación, aunque en su descargo el imputado sostuvo que le robaron parte de la documentación que llevaba en la billetera, incluida la cédula que acredita la autorización para portar armas. En su planteo, el fiscal refirió que la muerte fue provocada intencionalmente. Sostuvo que luego del atraco el policía se incorporó, sacó su arma, dio la voz de alto y disparó, a lo que agregó que la víctima del homicidio cayó a unos 70 metros del lugar del robo y a la altura de la calle donde estaba el policía, unos 20 metros más adelante, se encontraron 8 vainas servidas 9 milímetros.
En su descargo el acusado afirmó que iba rumbo al velatorio de una familiar, y fue asaltado por los dos jóvenes, lo que coincide con la acusación fiscal, a lo que agregó que al conductor de la moto creyó verle un arma y lo apuntó. Sostuvo que estaba shockeado por el golpe que le dio uno de los ladrones y le dio la voz de alto cuando éste aún juntaba sus pertenencias. Añadió que escuchó detonaciones, por lo que sacó el arma que tenía en la cintura y disparó mientras intentaba permanecer de pie, aunque detalló no recordar cuántos disparos efectuó. Y agregó que los asaltantes también le dispararon.
Los defensores Eduardo Campisciano y Luis Tomasevich plantearon una legítima defensa o, en su caso, un exceso de la misma, a lo que se opuso el fiscal al sostener que no fueron hallados impactos de bala en el lugar del robo. No se secuestraron armas a los ladrones y sólo se hallaron, ya en el asfalto, ocho vainas servidas 9 milímetros coincidentes con el calibre del arma del acusado.
Concluida la exposición y el pedido de prisión preventiva por parte del fiscal –y la libertad por la contraparte–, el juez José Luis Suárez sostuvo no se dan los requisitos de una legítima defensa, ya que al caer la víctima fatal no contaba con armas y las vainas fueron halladas en un solo lugar, a lo que agregó que la agresión ilegítima ya había cesado al momento de iniciar los disparos. De todas maneras, entendió que podría caber una errónea concepción del agente al considerar que continuaba la agresión, en relación con los disparos que dijo haber escuchado, y decidió encuadrar el hecho en un homicidio y tentativa de homicidio agravado por exceso de legítima defensa y dispuso la libertad del policía.