Por Mg. Claudio Luis Tomas
Observatorio del Sur – Universidad nacional de Rosario
Pareciera, pero no es. La realidad, una vez más, ha superado a la ficción: que la tercera parte de la humanidad se encuentre bajo confinamiento obligatorio es una distopía.
Y se sigue aguardando que los líderes mundiales y regionales mencionen la idea que subyace a estas reflexiones: no es el virus, es la crisis civilizatoria socio-ambiental la que ha generado este nuevo principio de incertidumbre, con principio aunque sin final.
Claro, se continúa con una visión tecno-lógica a la que, en forma excluyente, se le asigna la capacidad de aportar a la solución a estos días aciagos. No hay párrafos, y no es una cuestión semántica, para lo que está en el centro de la actual crisis: la supervivencia de la especie. Lejos de las concepciones apocalípticas, el hecho de que quienes toman las decisiones omitan tamaña premisa no es casual, es parte del circo beat al que creen que se puede jugar por siempre.
La voz de la tierra muestra que la pausa en el sistema basado en el extractivismo/productivismo/consumismo es el camino hacia una verdadera sustentabilidad: la brutal reducción de los gases de efecto invernadero será la más espectacular desde la revolución industrial.
Como señaló Paul Krugman, Premio Nobel de Economía: “¿Para qué sirve aumentar el PBI si te mata?”(1). No hay binarismos posibles, es la salud socio-ambiental lo que se juega.
Mientras tanto, el juego geopolítico, cual TEG, corre vertiginosamente hacia la búsqueda de la vacuna sin mencionar las condiciones que posibilitaron la coyuntura pandémica.
Se ha identificado ostensiblemente que la destrucción de los hábitats naturales, con la deforestación, el tráfico de fauna a escala global, el cambio climático global y la urbanización producto de la globalización depredadora fueron construyendo las condiciones de posibilidad para el actual escenario. Y se obstinan en omitirlas.
La transformación verdadera se construirá cuando comprendamos que además de ser interdependientes, somos eco-dependientes, cual precisa observación de la investigadora del Conicet Maristella Svampa(2): lejos del juego de palabras, se encuentra el crucial cambio filosófico que debería asistirnos como civilización.
La Conferencia de Naciones Unidas para el Desarrollo (Unctad) propuso liberar 2,5 billones de dólares para programas sanitarios y de emergencia en los países en desarrollo, “solicitando abstenciones de pago de servicio de la deuda pública externa para liberar recursos”(3). Éste puede ser el camino para la reformulación de las relaciones norte-sur a partir de un pacto global socio-ambiental de radicalidad democrática, en perspectivas de un nuevo orden internacional.
La política internacional de los que diseñaron el actual orden mundial tienen la histórica oportunidad de reparar y aceptar, haciendo, otro mundo. Otro mundo donde quepan todos los ambientes.