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“Lo que sucedió fue una masacre, una película de terror”

Una vez al mes, casi una decena de sobrevivientes se reúnen. Nicolás dice que es como un “grupo de autoayuda”, que todos quedaron con secuelas físicas, pero las emocionales son muy parecidas.

Nicolás Spoto tiene 28 años, vive en Rosario, es ingeniero agrónomo y becario del Conicet. Es uno de los sobrevivientes de la tragedia de Monticas, aquel choque frontal entre dos colectivos a 3 kilómetros de la llamada Curva de la muerte de Pérez que se llevó 13 vidas y dejó decenas de heridos –algunos de gravedad–. Exactamente un año atrás, cuando como todos los días tomó el micro de la Metropolitana para ir a Zavalla, no imaginó cómo ese fatídico hecho cambiaría su vida y la de muchas otras personas. Tiene once clavos en la columna vertebral. Si bien la médula no se comprometió, los médicos le dijeron que entre su actual condición y la cuadriplejia hay un delgado hilo que las separa.

La vida de Nicolás no había cambiado demasiado después de recibirse. Viajaba a la Facultad de Agronomía casi siempre en el mismo coche conducido por el chofer que murió, a quien recordó como uno de los más responsables a la hora de manejar: “No usaba el celular, no se excedía en la velocidad y era muy atento con todos”.

Como una paradoja, antes de la tragedia el joven profesional hizo varias denuncias en la Comisión Nacional de regulación de Transporte (CNRT) por las graves deficiencias de los micros interurbanos. Pero aseguró que “nunca paso nada” ni tuvo descargos por parte del organismo.

Justamente, el colectivo en el que viajaba fue al que se le reventó la rueda y se desvió de carril e impactó de frente con el Monticas.

 

Encallados

Después del choque frontal los dos ómnibus terminaron encallados en un zanjón de casi dos metros de profundidad. “Un zanjón ilegal porque ahí no hay banquina y, según dicen, lo hizo el dueño del campo porque se le inundaba”, señaló.

“Siempre cuento que yo veía panzas, una arriba de la otra. No veía ni cabezas ni piernas, como una montaña de gente sin forma y sin ropa. Había sangre por todas partes, como si la gente se hubiera explotado.  Veía todo en cámara lenta, pensé muchas cosas. Yo había quedado enganchado entre los asientos, cuando trato de incorporarme lo primero que veo es una zapatilla con un pie adentro. Hubo gritos y después silencio a los que les siguieron nuevos gritos y gemidos”, recordó.

 

Un chequeo a sí mismo

Nicolás se levantó, se tocó los ojos, las manos, las piernas. “Me hice un chequeo a mí mismo. Era el único que podía caminar en el colectivo. Había gente que estaba atrapada en medio de la gente y algunos me empezaron a llamar para que los ayude”, cuenta.

Intentó ayudar a una mujer que le gritaba. Tenía la parte de la cadera mirando para adelante y el resto del cuerpo para atrás.

“Me pedía desesperada: ‘Flaco, sacáme a este hombre que tengo arriba’. Para llegar a ella tuve que pasar por encima de dos personas que estaban en el piso que estaban bravísimas. Una era una chica que siento que grita, como que se queja y yo la doy vuelta, le saco los pelos de la cara y la quise incorporar, pero el brazo mismo no tenía forma. No sabía de dónde agarrarla, y me decía ‘No siento el cuerpo, me duele todo’. Le dije que la ayuda venía en camino, que se quedara tranquila, que los Bomberos ya habían llegado”, rememora.

Cuando llegó hasta la mujer que le gritaba pudo sacarle al hombre que estaba encima de ella.

“Fue tremendo, el hombre no tenía cara, la cara era todo un hueco de donde salía sangre. No pude seguir, me asusté mucho, traté de buscar la salida y me fui para atrás pero en la puerta había un nene tirado, que me dijeron que sobrevivió. Estaba como dormidito en las escaleras. Yo no tenía fuerzas para correrlo ni hacer nada”, relató con tristeza.

En medio de lo que recuerda como una “masacre, una película de terror”, el muchacho buscó el martillo para romper los vidrios de las ventanas. Pero no pudo sacarlos porque estaban enrollados con alambres y otros con precintos.

 

La vida debe continuar

Después de someterse a una operación en la que trabajaron cuatro cirujanos, Nicolás hace quinesiología e hidroterapia para recuperar el mayor rango de movimiento posible antes de llegar a “la meseta, ese momento en el cual ya no avanzás más en la recuperación”.

“Mi carrera implica a veces tener que subirte a un caballo o a un tractor que vibra y los médicos me dicen que la actividad que tengo que hacer es limitada. Ahora no me puedo subir a los colectivos porque tienen muchos traqueteos y movimientos a los que mi cuerpo todavía no está preparado para soportar porque tengo todos los músculos debilitados y los ligamentos ya no trabajan más”, cuenta.

Una vez al mes, casi una decena de sobrevivientes se reúnen. Nicolás dice que es como un “grupo de autoayuda”, que todos quedaron con secuelas físicas, pero las emocionales son muy parecidas.

Todos quedaron con pánico a subirse a un colectivo, pensando que en cualquier momento puede ocurrirles lo mismo.

“Cerca de esta fecha nos ponemos más sensibles. Queremos Justicia pero también sabemos que no existe porque los familiares de las víctimas de calle Salta todavía la están reclamando”, concluye el joven ingeniero, que además dijo que desde el gobierno provincial sólo le dieron a los sobrevivientes una ayuda de 3 mil pesos, aunque dice que desde el área de Atención a la Vícitima les brindaron contención.

“A veces necesitamos eso, una llamada para ver cómo estamos, como si fuera una caricia”, señala, no sin antes hacer hincapié en que “es el Estado provincial el responsable de haber controlado el funcionamiento de las empresas de colectivos. Sabemos que estuvieron casi un año en hacerle una pericia a una rueda que todo el mundo lo sabe que estaba recapada y todavía está analizándose. Ya de por sí el colectivo era una carcaza vieja, ni siquiera tenía cinturón de seguridad”, finalizó.

 

A un año, aún no hay imputaados

A un año del choque aún no hay imputados en la causa judicial. De todas formas, se aguarda que el próximo mes se formalicen las primeras acusaciones por lesiones graves culposas y homicidio culposo.
Las movilizaciones que sobrevinieron a la tragedia influyeron para que el gobierno provincial avance en medidas tendientes a mejorar la seguridad del transporte público de pasajeros. Pero no parece haber sucedido lo mismo con el fuerte reclamo en demanda de Justicia por lo ocurrido.
Es que la causa hasta el momento no tiene personas sospechadas por tener responsabilidades directas. En ese marco, desde Fiscalía dejaron trascender esta semana que el próximo mes habrá imputaciones por homicidio culposo y lesiones graves culposas.

 

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