“Creo enteramente que el mundo se puede cambiar de todas las maneras y que las canciones sirven para ello”. La afirmación es de Marta Gómez, la cantautora colombiana que llegará esta noche a Rosario para, en el marco de una gira nacional, presentar en directo El corazón y el sombrero, un álbum donde musicaliza, desde una diversidad de ritmos latinoamericanos, una docena de poemas de Federico García Lorca. Las entradas para el concierto que se realizará a las 20.30 en la Alianza Francesa (San Luis 846) se encuentran a la venta en el teatro del espacio cultural francoargentino local.
Viaje por Latinoamérica a través de las sonoridades de sus ritmos nativos, en esta placa, Gómez tributa al poeta granadino asesinado por el franquismo. “Este tributo fue muy espontáneo y con mucha libertad como para animarme a hacerlo”, aseguró la trovadora caleña. Y en ese sentido añadió: “Fue Lorca el que me dictó esos ritmos y me permitió traerlo a Sudamérica gracias a una sonoridad natural que de ningún modo puede interpretarse como un acto de rebeldía”.
El repertorio lo integran las zambas “El naranjo seco” y “Murió al amanecer”, la milonga “Tierra, tan solo”, el carnavalito “Es verdad”, el vallenato “Cancioncilla del primer deseo”, el aguabajo “Canción de cuna para Mercedes muerta” y las cuecas “Gacela del amor desesperado” y “Canción de la muerte pequeña”.
La propuesta se completa con el festejo “Casida de las palomas oscuras”, la puya “Arbolé, Arbolé…”, los aires flamencos de “La soleá” y “Granada”, la balada “Y después” y el aporte del cantautor español Javier Ruibal para el tema “Por tu amor me duele el aire” donde combinó “Es verdad” y “Adelina de paseo”.
El singular y bello homenaje se generó, según la propia cantante, en 2005, durante su última visita a la Argentina cuando en una gira por Tucumán, “nos propusieron a Julio Santillán (guitarrista tucumano de reconocido tránsito en Europa y Estados Unidos) y a mí llevar a canciones las obras de Jorge Luis Borges y Federico García Lorca”.
“Entonces, me salieron siete canciones y, como me quedé fascinada, me dije que quería tener todo ese material en un mismo disco”, sostuvo la cantante, acerca de la génesis de El corazón y el sombrero, pero enseguida confió: “Ahora no me atrevería a encararlo”.
La ligazón de Marta con el universo sonoro argentino tiene que ver con su propia historia de cantautora, “ya que en Colombia no se escuchaba música local y no tenía un cancionero en el cual identificarme, así que mis referencias principales eran de Argentina y Chile”, repasó.
Con la misma tendencia, reveló su gusto por Mercedes Sosa (“la principal cantora”, subrayó), la influencia de grupos pop españoles como Mecano y Presuntos Implicados (“me marcaron por su modo de narrar historias”, apuntó), el inevitable aporte cubano de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés y hasta las voces modernas de Charly García, Fito Páez, Jorge Drexler y Lila Downs.
Desde esa impronta menos ligada a la tradición de la canción de autor, anunció: “Gracias a encontrarme con el productor y pianista Juan Andrés Ospina, un amigo de infancia que es un músico maravilloso, me permití darle un avance y otro color a mi sonoridad”.
Esos barnices podrán apreciarse esta noche en Rosario antes de seguir recorriendo el país para, este sábado, presentarse en Córdoba, el 23 en Tucumán, un día después en Salta, el 27 en San Juan y el 28 en Mendoza.
En esos conciertos, también sumará piezas de su anterior álbum, Musiquita, y de un próximo disco que se llamará Este instante, que ya está casi todo grabado.
Sobre ese futuro cercano, apuntó: “La canción de protesta puede cansar un poco, por eso estamos involucrando cosas del folclore y con mucho Caribe”.
“De ese modo –abundó como fórmula– los conciertos se vuelven alegres por los ritmos, pero sigo creyendo que se puede cambiar la realidad a través de las letras”.
En esa veta, dijo sin vueltas: “Me interesa poder contar las cosas de la gente que no tiene voz”. Y como una manera de corporizar esos sonidos contó: “Desde la fundación Agua Dulce trato de ayudar donando parte de mi dinero y me uní a una organización guatemalteca que se llama Camino Seguro y que trabaja con las personas que trabajan en el basurero más grande de la ciudad”.