Abusos en el rock. Abusos en el universo rockero. Abusos de los músicos contra las chicas que se embelesan por pertenecer –aunque más no sea por cinco minutos– a ese mundo. Generalmente se trata de adolescentes, empujadas por el viento de la curiosidad y la fascinación, por la empatía imaginaria con el apuesto músico que toca o canta “como los dioses”. Manoseos, sexo forzado, consentido en pleno éxtasis de sustancias, los abusos de este tipo parecen ser parte intrínseca de este mundo. Desde sus inicios ocurrió en el rock nacional y en el internacional, y se han escuchado rumores incluso de aquellos menos sospechados de semejante conducta.
Hay algo de cierto y mucho de mito, que alimentaron las mismas groupies, sobre todo en la época dorada de los años 60 y 70, para sentirse parte. No es menos cierto que esas situaciones fueron denunciadas por muchos varones del rock, que aborrecen esos comportamientos e intentan generar conciencia entre sus pares. ¿Tiene algo que ver el rock como expresión artística y sus ámbitos para que estas ignominias se produzcan? En absoluto, lo mismo puede ocurrir en otros espacios y con expresiones de cualquier índole. Pero lo cierto es que el del rock parece ser un escenario propicio, fundamentalmente por el lugar que suponen ocupar algunos músicos; lugares relacionados con la creencia acerca de que tienen cierta ascendencia sobre quienes los admiran, convencidos de que si llegaron hasta la puerta de sus camarines es porque desean entrar. En verdad, hasta puede hacerse cierta diferenciación entre estos abusadores; están los que esperan ser tentados por apariciones como las mencionadas y están los que no esperan nada, sino que van por sus presas apenas olfatean que quieren una remera de la banda o una selfie. Pero en uno u otro caso, los abusadores son siempre eso y ninguna otra cosa, eso es lo que los distingue por sobre cualquier otra actividad o práctica.
Hoy la existencia de las redes sociales ha puesto en evidencia, más que en ninguna otra época, algunas de estas situaciones; las chicas que sufrieron estos ataques se animan a ponerlos en evidencia y contagian a otras que pasaron por lo mismo. Un solo testimonio puede generar dudas –en el medio puede haber un rechazo, se puede actuar por despecho– pero cuando se suman varios, la Justicia debe investigar sin miramientos para frenar los atropellos de este tipo y para correr de la escena a los tipos que tanto ensucian uno de los géneros musicales más maravillosos.
Saltó la Banca
Una nueva hoja de ruta en este tipo de situaciones acaba de abrirse hace apenas unos días. Se trata de una serie de denuncias por abuso contra el cantante y algunos de los integrantes de la banda de rock barrial Salta la Banca, lo que provocó que la agrupación oriunda de Villa Raffo suspendiera un concierto programado para el próximo sábado en el teatro Ópera de La Plata.
Las revelaciones por abuso sexual aparecieron en las redes sociales la pasada semana. Allí se leía el relato de una mujer que rápidamente se viralizó. Hablaba de haber sido víctima de un abuso por parte del cantante de la banda, Santiago Aysine.
Luego se sumaron más relatos de otras chicas que se animaron a denunciar supuestos abusos, también por parte del cantante y de otros integrantes de la banda.
La andanada de posteos en Twitter –que fue la red usada– no paró y empezaron a circular testimonios de mujeres que habrían sido abusadas y acosadas por el cantante y sus compañeros, el guitarrista Juanjo Gaspari y el tecladista Santiago Maggi. También se viralizaron historias de maltrato y conductas violentas de Aysine, como la de Macarena Nutty, una joven que estuvo en 2012 con él, quedó embarazada y asegura que fue presionada para hacerse un aborto.
A raíz de estas denuncias públicas, la banda salió al cruce a través de su página oficial de Facebook. Allí informó sobre la postergación del show programado para este sábado 30 en La Plata.
“Las razones de la suspensión son evidentes: creemos que en el marco de las denuncias públicas que han sido esgrimidas en las redes sociales contra algunos integrantes de Salta la Banca, lo más prudente y respetuoso es no brindar el concierto. Nos oponemos rigurosamente a naturalizar esta situación”, indicaron.
Luego, el grupo emitió un comunicado el pasado 22 de septiembre en el cual fijaba su postura. “Creemos que es central que todos los casos vinculados a la problemática de género sean visibilizados, escuchados y atendidos. Comprendemos y adherimos sin el menor reparo a la posición consistente en atender a los testimonios que refieran a problemáticas relacionadas con las reivindicaciones de género y sus derechos ante la falta de respuestas del principal responsable, el Estado. Eso es más importante que cualquier proyecto musical, individual o colectivo y, por eso, debe estar al frente de las prioridades”, señalaron.
Todos quieren tocar
Las denuncias a los integrantes de Salta la Banca se suman a la de Miguel del Pópolo, el cantante de La Ola que Quería Ser Chau, quien ya fue procesado por abuso luego de una serie de denuncias públicas, también por las redes. Un poco después se agregó la de Martín Marroco, bajista de la banda Sueño de Pescado, a quien los propios compañeros de la banda platense separaron del grupo antes de una presentación en el Estadio Malvinas Argentinas. Una fiscal de San Martín, provincia de Buenos Aires, ya está aprestando los instrumentos procesales para encausar a Marroco.
El caso Aldana
En 2016, Cristian Aldana, cantante de la banda El otro yo, quedó detenido luego de ser denunciado por varias jóvenes por abuso sexual. Hoy Aldana se encuentra detenido en la cárcel de Marcos Paz, procesado por abusar de al menos seis fans menores de edad. El músico sigue negando todas las acusaciones en su contra y culpó a su ex pareja por las supuestas falsas denuncias.
También aquí las denuncias tuvieron la vía de las redes. En un grupo de Facebook llamado “Víctimas de Cristian Aldana”, diferentes jóvenes contaban sus experiencias. Aldana intentó salvar su imagen y demostrar su inocencia, pero siguieron apareciendo casos. En la causa hay testimonios de siete casos de adolescentes de entre 13 y 16 años.