Mauricio Macri y Miguel Lifschitz iniciaron la era del deshielo de una relación que por momentos toma caminos inesperados, como pasó en diciembre pasado durante la persecución de los tres prófugos de General Alvear o la reciente crisis a partir del tema seguridad pública.
La reunión del lunes pasado fue el último intento por reencausar esa relación entre los únicos dos que pueden reencausarla. Hubo pase de facturas, pero también un acuerdo tácito: apostarán a una relación personal sin intermediarios. Será la relación que se pueda, pero será personal.
Lifschitz toma de forma personal los temas más sensibles. Él mismo negoció el convenio para la llegada de fuerzas federales con la ministra Bullrich, primero en persona y después por teléfono y mail. A veces ese nivel de involucramiento tiene costos: cuando esa mesa de negociación estalló por los aires, Bullrich apuntó bien arriba, no a un ministro o secretario.
Esa obsesión por despejar el camino de intermediarios, también corre para los propios. En la última semana convocó reuniones con legisladores nacionales, provinciales, jefes comunales y plana mayor de la Policía. A todos les dejó en claro que los ministros de Seguridad y Justicia tienen todo su respaldo, pero que él en persona está al frente del tema.
Algunas noticias de los últimos días son resultado directo de las conversaciones que el gobernador mantuvo con el ministro del Interior Rogelio Frigerio y que fueron coronadas con el cara a cara del lunes con el presidente.
El propio Lifschitz comunicó que Nación asumirá el déficit de la Caja de Jubilaciones de Santa Fe, un reclamo que lleva años y que en 2016 se proyecta en 2.000 millones de pesos. Otro tanto con la demorada negociación que ordenó la Corte nacional tras condenar los descuentos de coparticipación para financiar Ansés: entre 35 y 50 mil millones de pesos que se cancelarán con bonos del Tesoro e infraestructura. Más todavía: se aceitó el aval de Nación para la emisión de u$s 500 millones para obra pública.
Sin embargo el tema crucial del encuentro con el presidente era seguridad pública. Y también ahí Frigerio y el presidente desmalezaron el oscuro sendero al que llevó las cosas Patricia Bullrich. El mensaje para la ministra fue tan claro que el viernes, en la primera reunión del Comité conjunto, se desarropó de toda beligerancia verbal, puso empeño para ubicar en igualdad de condiciones a fuerzas provinciales y federales, a contextualizar las dificultades de Santa Fe como un problema que afecta a todo el país y pasó de exigir la virtual intervención al trabajo en conjunto.
Horas después de salir del despacho presidencial, el gobernador dio señales de lo que le tocó ceder. Si bien la decisión ya estaba tomada, mandó acelerar la adhesión de Santa Fe a la ley de blanqueo y el miércoles dijo ser optimista con el devenir de la economía del país.
También el silencio dice cosas a los gritos. Santa Fe, que fue la que más batalló en contra del tarifazo del gas para las industrias, estuvo ausente para la audiencia pública que se desarrolla por estos días. Todo quedó reducido a la participación formal del defensor del Pueblo.
La principal queja del presidente a Lifschitz fue por el posicionamiento crítico del gobierno de Santa Fe a las políticas nacionales.
De regreso a la provincia, Lifschitz impartió instrucciones sobre el asunto. Mientras perduren los nuevos términos de la relación, el gobierno provincial desdibujará su rol de fuerza política opositora.
Las decisiones que Lifschitz toma obedecen a la órbita del gobierno provincial pero no necesariamente implican el posicionamiento del Partido Socialista. Quizás eso explique que mientras Casa Rosada aprovechaba los problemas de seguridad de la provincia para disciplinar a Lifschitz, el domingo a la noche, pocas horas antes de la reunión entre ambos mandatarios Jorge Lanata en Canal 13 se ocupaba de los mandobles al ex gobernador Bonfatti con la misma rigurosidad con la que denunciaba la bóveda secreta en la casa de Cristina Fernández.
El intento de disciplinamiento del socialismo no es exclusivo de Macri. Al igual que en 2010 y 2011 cuando estaba en discusión el tipo de oposición que se armaría enfrente del kirchnerismo y Hermes Binner se proyectó como candidato a presidente aglutinando en un espacio de centroizquierda pero diferente al del oficialismo, en 2016 se está reordenando todo el mapa político a partir de la llegada de Mauricio Macri al gobierno nacional y el desplazamiento del PJ de provincia de Buenos Aires.
En ese escenario, el Partido Socialista está en inferiores condiciones a las de 2011. Entre otras cuestiones porque los frentes electorales de los que participó no perduraron. Además perdió la banca de senador y ocupa apenas cuatro de diputados, con lo cual su gravitación en el Congreso nacional (y por ende su capacidad de negociación con el gobierno) es ínfima.
Sin embargo sigue en el radar del gobierno por otros motivos. Uno porque, ya se dijo, gobierna Santa Fe. La otra por su condición de socio de los radicales en la provincia y aspira a serlo de una parte, aunque minoritaria, de la UCR nacional.
Ahí entra a tallar la figura de Antonio Bonfatti. Como presidente del partido rechaza integrarse a Cambiemos en primer lugar y al Frente Renovador de Sergio Massa después. Esta última opción es la que no descarta Miguel Lifschitz. Y por lo visto tampoco Margarita Stolbizer, que todas las semanas se reúne con los viejos aliados de Progresistas, pero al mismo tiempo acuerda estrategias parlamentarias con Massa y tiene trato preferencial con la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.
La prioridad de Bonfatti y el grueso del Partido Socialista es recrear Progresistas como espacio con expectativas de acumulación modesta pero útil para jugar a nivel nacional donde espacios minoritarios como estos no queden invisibilizados y a merced de un destino que definen otros.
Esta alternativa está sujeta a las ambigüedades de Stolbizer (avisó que tomará una decisión en marzo de 2017) y de Libres del Sur, como a los próximos pasos que den aquellos sectores de la UCR que el año pasado objetaron la alianza de derecha con el PRO pero ahora evalúan sumarse a la mesa de Cambiemos en provincia de Buenos Aires.