Guillermo Lorente estaba en su estudio de la calle Zeballos cuando sonó el celular con insistencia. Del otro lado de la línea surgió una voz reconocible para cualquier hincha de Newell’s: “Hola, Guillermo, quería ver si lo puedo ver para mostrarle un proyecto que tengo para el club”. Era Marcelo Bielsa. “Cuando usted quiera nos encontramos”, le respondió el presidente, entre la emoción, la sorpresa y la expectativa. “Si usted puede, voy ahora mismo”, dijo Bielsa, quien un rato más tarde estaba cara a cara con Lorente.
Ese día, el presidente de Newell’s tuvo en su escritorio el proyecto de infraestructura deportiva más ambicioso de todo el fútbol argentino. Bielsa le presentó una carpeta con una idea que transitaba la delgada línea de lo pretencioso con lo disparatado, casi un sello personal.
Meticuloso, estudioso, obsesivo hasta límites indebidos, Bielsa había trabajado en un proyecto que intentaba poner a Newell’s en lo más alto. Comparó los mejores complejos deportivos europeos, habló con jugadores leprosos que jugaron en el exterior para pedirle consejos, estudió el plano de Bella Vista hasta exprimirle cada rincón, y finalmente lo plasmó en el papel, con la colaboración de su hermana María Eugenia y su sobrino arquitecto, Pedro Soria.
Lorente no salía de su asombro, le era difícil procesar lo que tenía enfrente. Mucho más con la presencia subyugante de Bielsa. “Para hacer esto se necesitan unos diez millones de dólares. Usted debe conseguir 10 socios que colaboren con un millón cada uno. En realidad nueve, porque yo aportó un millón”, le dijo el Loco.
El proyecto contemplaba un hotel 5 estrellas para las concentraciones y la pretemporada del plantel profesional, otro similar para utilizarlo como pensión de los mejores juveniles de inferiores; la mejora sustancial en el diseño y los elementos del vestuario de primera en Bella Vista; y la creación de un paseo de historia de Newell’s, lugar de transito obligado de los juveniles cada vez que se dirigían a entrenar.
También había innumerables detalles, a lo Bielsa, que pretendía un sector de precalentamiento previo a las prácticas que no sean las canchas, otro donde se hicieran canchitas de fútbol tenis para recreación, una pista que bordeara el predio para que corran los jugadores que se estuvieran recuperando de lesiones, una cancha de césped sintético con la misma medida del Coloso (luego se hizo por gestión de Gerardo Martino), y entre tantas locuras pensó también en poner una cámara hiperbárica en la boca del túnel del Coloso para que el plantel logre una mejor oxigenación antes de salir en cada partido.
Lorente nunca pudo avanzar sobre el proyecto, que incluso volvió a salir a la luz cuando la dirigencia intentó convencer a Marcelo de ser el entrenador de Newell’s en abril de 2011, pero la negativa del Loco volvió a encajonar la carpeta. Pero Bielsa nunca se resignó.
En julio de 2011 asumió en el Athletic de Bilbao, pero su idea de ayudar a Newell’s, o devolverle algo de todo lo que la institución le dio, como él dijo, se mantuvo en su cabeza con la misma obsesión que prepara un partido. Y entonces decidió avanzar, aunque para eso tuvo que resignar gran parte de su idea original.
“Vamos a hacer un hotel en Bella Vista para la concentración del plantel profesional y el dinero lo pongo yo”. Sólo Bielsa sabe por qué eligió esa parte del proyecto para arrancar, pero en pocos meses la obra comenzó a gestarse, sin que trascendiera demasiado, al estilo Bielsa.
La obra estuvo a cargo del estudio que conduce la arquitecta Bielsa, hermana del Loco, y arquitecto Pedro Soria, su hijo, fue quien se puso al hombro el día a día. Y no fue casualidad su elección, ya que muchos le atribuyen la misma capacidad de trabajo y obsesión que el propio Marcelo.
El sobrino del Loco se instaló en Bella Vista con otra arquitecta del estudio y pasó a ser su segundo hogar, y en muchos casos el primero. Los Bielsa decidieron enviar el dinero a Newell’s mientras la obra iba requiriendo pagos y la dirigencia le rendía minuciosamente el destino de cada dólar.
A medida que el edificio fue tomando forma, fue imposible ocultarlo para la prensa y los curiosos que daban vueltas por Bella Vista. “Es un hotel que donó el Loco para las concentraciones. Sale dos millones de dólares”, se decía. Y Newell’s estalló.
“Empezaron todos a preguntarnos y mucho no podíamos decir. Marcelo no quería que trascendiera y nuestro miedo es que se enojara. Pero era imposible ocultarlo, era un edificio de cinco pisos”, cuenta Jorge Riccobelli, que en ese momento era vice del club y luego quedó como presidente a partir de la licencia por enfermedad de Lorente.
A pesar de que el tema tomó vuelo, los Bielsa mantuvieron el hermetismo sobre la obra a más no poder. Se puso un cerco perimetral para que nadie pudiera espiar, ni siquiera los jugadores y los directivos. Hubo excepciones. Carlos Altieri, amigo personal de Marcelo y ligado a la dirigencia, colaboró junto al Pacha, otro dirigente que vivió en carne propia lo que es estar al lado de los Bielsa, una locura.
Bielsa siempre siguió de cerca la obra. Dicen que su sobrino le enviaba fotos y videos diarios. Pero su ansiedad hizo que varias veces fuera a Bella Vista para ver los avances. “Venía los domingos a la tardecita, casi siempre con Pedro”, le confirma a El Hincha alguien que lo cruzó algunas veces en el predio. El día y la hora no era casualidad. Los domingos a esa hora en el complejo sólo está el personal de seguridad, ya que las inferiores no entrenan porque juegan los sábados. El anonimato era más probable. Aunque también tuvo un episodio disparatado. “Acá hay un señor de apellido Bielsa que quiere ingresar al predio”, le consultó un domingo uno de los vigiladores a un directivo. Había alguien que no conocía a Bielsa.
En junio de 2016, en plena crisis dirigencial que obligó a convocar a elecciones anticipadas, María Eugenia le entregó a Riccobelli el final de obra. Los dos millones de dólares donados por Marcelo eran una mole imponente de cinco plantas, unos 2 mil metros cuadrados diseñados al nivel de los principales clubes de Europa. Un legado invalorable. Sólo faltaban los servicios, los mobiliarios y todo lo que tuviera que ver con electrodomésticos y tecnología. Y ahí empezó a complicarse.
La falta de dinero y las dificultades para lograr las habilitaciones de gas y electricidad demoraron el estreno. Y la pretemporada de 2017 fue en Mar del Plata, una vez más. Pero el vicepresidente Cristian D’Amico asumió junto al ingeniero José Luis Conde el compromiso de terminar con el hotel. La presencia de Conde no es casualidad. Su nombre está ligado a la mayoría de las obras de la familia Messi y es alguien que generó confianza para que el edificio quedara lo más parecido posible a lo sugerido por Bielsa.
“No hubo ningún detalle que dejara librado al azar, hasta las formas de los muebles y la especie de árboles que había que plantar puso en los planos. Y es tan meticuloso con todo que teníamos miedo que no le guste cómo había quedado la parte que nos tocó hacer a nosotros”, cuenta una de las personas que colaboró en la parte final.
El edificio tiene dos detalles en su ingreso que Bielsa no tenía en el plano original. Sobre una pared se hicieron simétricamente 22 huecos, tal vez en el único homenaje que tendrá el Loco (el 22 en la jerga quinielera) en la obra que donó. Y hay siete lámparas que iluminan ese ingreso, representando cada una los títulos que obtuvo Newell’s.
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Quedaba otro detalle. En la calle era el “Hotel Bielsa”, pero el Loco pidió que no se hablara de hotel sino de edificio de servicios deportivos y sugirió que se le pusiera el nombre de Jorge Bernardo Griffa. “Viví de cerca los últimos 50 años del club. Y en mi opinión la persona más importante e influyente fue Jorge Griffa”, reconoce Bielsa en el video que envió para el día de la inauguración.
Ese día fue el 3 de noviembre, en coincidencia con los 115 años del club. Hubo fiesta, pero el Loco no estuvo. Era lógico, su compromiso como entrenador de Leeds fue la excusa perfecta para evitar sentirse homenajeado por esta donación que él mismo cree insuficiente.
“Siento que recibí mucho más de lo que di”, dijo después de poner dos millones de dólares de su bolsillo. Pero la familia Bielsa estuvo presente. María Eugenia, su hijo Pedro y las dos hijas de Marcelo, Inés y Mercedes, se encargaron de cortar la cinta rojinegra y estrenar formalmente la obra.
Y aquello que parecía una locura allá por 2010 lo fue. Es que la cordura de Bielsa no entiende de límites. Y si bien aquella carpeta que le entregó a Lorente todavía tiene muchas hojas sin completar, en su corazón y su cabeza la resignación está lejos de ganar el partido.
“En el fútbol actual, donde el poderío económico está reservado para pocos clubes, una de las formas de mantenerse competitivo es atraer a jugadores amateurs y profesionales, y a entrenadores de prestigio, seduciéndolos con la estructura y la organización. Deseo que Newell’s siga creciendo y acceda a un hotel similar a este para alojar en el mismo predio a las jóvenes promesas, accediendo también allí a su educación escolar. Otra idea es construir un paseo perimetral con murales que relaten la historia de nuestro club, para que las nuevas generaciones los conozcan. Una propuesta más es modernizar el vestuario del plantel profesional. Hay diseños y proyectos existentes para realizar estas ideas y otra más”, comenta Marcelo Bielsa en el video que se vio el día de la inauguración. El Loco va por más.